Habitar el lenguaje.
Conversación con Ariel Miller
Ariel Miller (1994) entiende la traducción de poesía —sin fines académicos— como un proceso de reescritura y no de imitación. Traducir involucra ingenio y perspicacia; por ello, el resultado final es siempre una aproximación, nunca una copia exacta. Su visión discrepa de quienes afirman la existencia de lo intraducible y mantienen una relación solemne con
Coches, coches, coches, coches: / llegando. / Subí las escaleras grises del edificio gris / que contenía un mundo que no contenía ni un sueño Más allá de toda la capacidad de ser, siendo, he sido: / sobreviví a los vientos, ahogándome en el pozo, / sobrevolé al colibrí, habiéndome vencido el cuervo. Vaya paisaje. Qué solitaria esta ciudad. / Qué triste la lluvia que no da / humedad a la humedad: no caerá, / y si cae: sólo caerá. Solo en mar y el sol de Amor antaño; nació do muerte fulge doble, Marte, su pecho huraño: (con pie, crisol, él, trueno y mármol), de lirio el ceño en mí me tiente cazarle a flote, y a ti un mero briol tras ido el año. Burocracia y sueño
Paisaje, colibrí y olvido
La cara de la ciudad
La “grandísima” patria [y yo] a través de la historia