Opción 146, Noviembre 2007.


—¿Qué somos?
—Microorganismos
 que devoran microorganismos

 

I

Un púrpura de gusanos marinos
tiñe la superficie de las piedras con tintura
de una realidad aparte (rupestres flores del amor bajo la histeria):
          submundo del inconsciente
y sus ancestros
simios que destrozaron sin inocencia
el cráneo de niños peludos: sus hijos
–que de haber permanecido vivos
hubieran organizado un banquete con el tuétano de sus huesos.

Embestidos de diademas ámbares
con armadura de plata y dientes de oro
con túnica de sangre y sandalia de piel humana
adormecidos sobre cientos de colchones
pequeñísimos
–diminutos como galletas de carne–
se limpian las manos en el cabello de una esclava.

El ojo ciego, casi mármol, pero blando, pulido por
la lengua de un sirviente,
                                       es la ostentación fecal del cetro,
                    inútil ante el reflujo del ego
“nodo articulado de las jerarquías futuras” –piensa el poderoso–
Y aunque sea una semilla de flor, la pisa y le prende fuego:
             hace que desaparezca
y se esfume
lluvia de cuchillos de mercurio
silenciosos penetrando la piel crespa del océano.

Una radiografía es suficiente para ver el esqueleto de un idiota
Qué simple es la historia, basta con abrir los ojos.

II

Si jalas este alambre el mundo colapsará a tus pies –lo saben–
              Y si el hambre está en tus manos, espárcela
    y si la muerte sale de tu casa, visita el mundo entero
                    que todos sepan qué poder se mueve en la
              tierra negra de tu mente
                       que le teman al árbol que de ella se alimenta
                                        y procuren hincarse para no ser
                                                        destruidos.
¿Tan básica es la mente?
¿Tan elemental como una hoguera?
             ¿Es tan débil el pensamiento que se rinde ante la muerte?
                              ¿Es tan necesaria la vida?