Opción 100, Febrero 2000.


 

NARIZ I

Suena el teléfono. Tengo la nariz con dolor y taponeada hasta el pito. ¿Se puede hacer eso? No lo sé. Lo pienso. Lo pienso otra vez. Una última vez. Con razón me duele tanto… cierto, la ociosidad es la madre de todas las madres. Suena otra vez el teléfono.

—¿Bueno?
—Miguel, habla Cuquín.
—¿Cuquín?

En estos días he estado viendo mucho mi nariz, más que de costumbre. He estado tumbado durante tres días en convalecencia esperando que sane mi “rompida” de nariz provocada por un tipo de metro y medio que me toma por descuido y me propina semejante derechazo llanero que me hace preguntarme qué me hizo pararme ese domingo a las siete de la mañana para acabar mordiendo el césped de una cancha de fútbol, también llanera. Llego a la sala de urgencias y sucede lo único que no quería que me pasara: encontrarme a un regordete de blanco contándome chistes sobre el futuro aspecto de mi nariz. Escribo esto y me acuerdo de la nariz de Joserra. ¿Qué habría sido de esa nariz? La última vez que supe de él estaba pensando en la siguiente manera de follarse un pavo. “Lo difícil es cuando el pavo pesa más de cuatro kilos y está totalmente congelado, ¿cómo cargarlo uno sin apoyarse en la pared y sin que las manos se te pongan frías?”, me preguntaría, o bueno, más bien me imagino que me hubiera preguntado, o al menos me hubiera gustado que me lo preguntara porque al no tener respuesta, seguramente se le hubiera ocurrido otro buen cuento para escribir. Bueno, además dice el regordete que mi nariz volverá a ser la misma previa intervención de urgencia con anestesia local. Maldito gordito, a ver, ¿que a ti te taponeen?

 

ENSAYO I

Recuerdo cómo, en la primaria, “la miss” escribía en el pizarrón: “El tema de hoy…”, y entonces sabíamos que teníamos treinta minutos para escribir sobre el tema que a continuación nos decía. Fueron muchos los temas que abordamos, la mayor parte de ellos demasiado aburridos: “Las llaves de mi casa”, “el trabajo de mi papá” (nadie le explicó a Watson que eso de escribir sobre su papá que trabajaba en una florería no le iba a servir de mucho entre sus examiguitos), “Mi carta a Santa Claus”, “Yo de grande quiero ser…” (y eso que Claudita dijo que quería ser monja…), etc. Fuese cual fuese el tópico, sin importar el día, y recurriendo a toda nuestra creatividad inmaculada infantil, nuestras composiciones invariablemente resultaban pésimas. Llegó un momento en que, ahora entiendo, no se trataba sino de una sucia estratagema para que la “miss” tuviera tiempo para bajar a tomarse un cafecito con su vecina, la “miss b”, y comentar sobre el estado en que había llegado su esposo la noche anterior y, mientras tanto, treinta y cinco bisoños aprendices se rompían la cabeza por poner algo en el cuaderno de lo cual tus compañeritos no te fueran a agarrar de su puerquito, como a Yuri el día en que se le ocurrió escribir que los niños nacen porque los adultos se besan en la boca y el muy estúpido no se la acabó en lo que quedaba de la primaria. Ultimas noticias de él me cuentan que finalizó exitosamente sus estudios en ginecología y vive feliz con su pareja que conoció durante la especialidad, un tal Ricardo, también ginecólogo. Supongo que jamás se tendrá que preocupar más por los besos en la boca.

Lo difícil de escribir a domicilio (léase “bajo pedido”), es que uno no tiene como fin lo que ya se le ha dado como principio. Independientemente de los oscuros propósitos que guardaba la “miss”, el hecho es que esas treinta y cinco cabecitas, todas tenían como propósito articular algo que tuviera que ver con el mandato académico. Cuando mis amiguitos y yo hablábamos sobre “¿ya se te paro?”, “Marcelita es mi novia”, “¿a la semana inglesa?”, la miss insistía en que escribiéramos de mi papá el bombero, el año nuevo y la bicicleta roja. Por un momento pensé en empezar a elaborar sobre la brecha existente entre el paradigma sobre la creatividad ostentado por la academia y la realidad que se enfrenta un individuo que naturalmente es creador de nuevas realidades, pero mejor no. Mejor no porque: a) me da flojera, b) no sé ni qué significa eso, c) ya no estoy en Opción, d) a Chang siempre le olió la boca.

Creo que con el tiempo uno empieza a ahorrarse letras y renglones. Al paso del tiempo, uno enjundioso, todopoderoso, revolucionario y osado dimensiona y entiende que no por poner las mejores citas bibliográficas, apellidos extranjeros, silogismos atrevidos o ensayos catedráticos, nuestros renglones son más o menos interesantes. Cuando se escribe a domicilio es tan delgada la puerta que se tiene que cruzar para llegar al tedio y lo monótono donde la gran mayoría acabamos por caer. Aún así, a todos los que nos gusta juntar letritas nos toca el tiempo de escribir “de local”. Opción fue para mí y para muchos otros nuestro changarro, nuestro local, por un buen tiempo.

 

NARIZ II

Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo tiene dañado. Bueno, es la mejor frase que se me ocurre para empezar Nariz ii. Reflexiono. Me podrían apalear por una frase así. Ni hablar, quise fuera un pequeño homenaje a mi enorme pedazo de cartílago que en este momento me cuelga de la cara todo vendado, pero no resultó. Como tampoco resultó chistosa la noticia del regordete de que no tenía en ese momento la anestesia fulanita de tal, pero que a cambio me inyectaría con la anestesia “testorestetoniux”, que aunque se utilizaba en casos de fracturas de piernas y rodillas, podría servir para que el regordete hiciera lo propio en mi nariz.

Lo único que quiero en este momento es que Mr. Doc no se vaya a pasar de güey y me coloque dos ml más de esa droga, para no formar parte de las estadísticas de pacientes que se quedan en el viaje. Aún no están dañados mi corazón, mis pulmones, mis piernas, y quisiera seguir disfrutándolas. “…hasta que lo tiene dañado”, en fin. Aún no soy impotente y disfruto, aún no me da cirrosis y bendigo a mi hígado.

Sigo pensando en eso de que sólo sabemos que lo tenemos hasta que lo tenemos dañado, lo cual no siempre es cierto, añado. Releo mi frase: “Uno nunca sabe lo que tiene, hasta que lo tiene dañado, lo cual no siempre es cierto”.

Uno nunca sabe lo que tiene, hasta que lo tiene dañado, lo cual no siempre es cierto.

Uno nunca sabe lo que tiene, hasta que lo tiene dañado, lo cual no siempre es cierto.

Uno nunca sabe lo que tiene, hasta que lo tiene dañado, lo cual no siempre es cierto.

Le voy a enseñar a Gabo esta frase a ver qué dice, tan pronto salga de este consultorio. Él es personaje de otra historia, pero seguro le encantará la frase.

 

ENSAYO II

Años después de que uno deja atrás la universidad, es difícil no sentir un halo de nostalgia de los buenos y malos ratos gastados. Seguramente esta Nariz con ensayo es uno esos trabajos a domicilio en donde un aniversario o fecha especial es excusa perfecta para poner algunas letritas juntas. Hoy la excusa es Opción.

Y es que ese changarro, Opción, era, al menos nosotros lo creíamos, el último bastión para la creatividad y la promiscuidad literaria organizada. Un blanco de grillos e itam boys para hacer sus pininos de Grillos mayores y prácticas de hueva pesada. Un festín desarticulado de seis cabezas y una sola portada. Una primera de forros Pandora y un arlequín para los enamorados frustrados. Opción era seis horas cada tercer sábado de mes y la guerrilla diaria por defender un cubículo en disputa. Un presupuesto en discordia, una excusa de ambición para algunos estudiantes foráneos.

Ratos como los gastados en el cubículo de Opción se dejan de recordar. Ahora me dicen que está por salir Opción 100; le perdí la huella en el 78. Me pregunto cómo será Opción actualmente. ¿Habrá caído en la tentación de ser finalmente el reducto oficial de propaganda itamita? ¿Se habrá convertido en la novela lágrimas de pasión mensual? ¿Acaso será un panfleto de doctrinas económicas new age? Me gustaría pensar que no es nada de esto, que sigue siendo un vocero de lo cotidiano y lo coloquial. Ya tendremos tiempo de sobra para leer y escribir sobre Fisher o Burgoa, sobre elasticidades o puntos de inflexión, pero para lo cotidiano de los años de universidad se van acabando el tiempo y los espacios.

Mi primer número como director de Opción fue el 69, si la memoria no me falla, y fue así durante ocho números más, cuatro por semestre. Anécdotas las hay muchas, algunas desafortunadas y otras más desafortunadas todavía, pero la gran mayoría fueron grandes momentos. Jugarle al editor y escribidor universitario por un tiempo es bastante divertido.

De escribir en Opción, alguna vez publiqué que era como masturbarse, rascarse la nariz, morderse las uñas o pujar en el baño: un completo acto de soledad. El que se enfrenta al papel (o monitor en su moderna versión) tiene ante sí un despejado paisaje para arrojar un montón de letras que suenen más o menos coherentes. Los hay quienes quieren que estas suenen de color rosa, otros de color gris oscuro y académico, los aventurados de un azul intelectual etéreo. Indistintamente, creo que Opción logra ser un buen paño para los solitarios que vagan por ahí, por los pasillos itamitas. Nuestra responsabilidad como consejo era esa: hacer que ese collage (¿se escribirá así?) sonara algo atinado y colorido. Los lectores de nuestro tiempo tendrán su juicio.

 

NARIZ III

“Sr. Esparza, después de hacerle varios estudios hemos determinado que Ud. se encuentra en perfectas condiciones. Lo que Ud. tiene no es ninguna enfermedad venérea; al contrario es un virus benigno nunca antes visto, que lo dotará a Ud. de un vigor y lucidez extraordinaria. Queremos mantenerlo en observación unas cuantas semanas, para analizar con detenimiento su caso. ¡Créame, esto lo puede hacer famoso! Discovery Channel ya habló, está interesado en comprar los derechos de su historia. Por lo demás: la escuela, el trabajo o el servicio militar, ni se preocupe, ya hemos hablado con las personas indicadas y ha quedado excusado de cualquier responsabilidad inmediata. Por cierto, también habló su compañía de seguros y nos confirmó el depósito a su cuenta de dólares de un cheque con varios ceros por concepto de ‘indemnización por visita hospitalaria en domingo’. Ya para dejarlo descansar y disfrutar de su cama de agua, permítame presentarle a su nueva enfermera, Natasha Volga, becaria recién llegada de la Universidad de Austria y quien estará dedicada al cuidado de su caso tiempo completo”.

—¿Sr. Esperanza? ¿Sr. Esperanza?
—Es Esparza, no Esperanza.
—Déjeme ponerle esta batita, ¿síííí?
—¡Ah señorita y por cierto! Si vuelvo a empezar a cabecear… No deje que me quede dormido, ¿síííí?

La bigotona enfermera asintió mientras me colocaba con su gordo brazo una batita azul que contrastaba con el amarillo brillante de sus dientes. Después de todo, yo creo que todo mundo tiene derecho a fantasear un poco sobre cómo será su primera visita a un hospital.

—¿Está listo el paciente, Srita. Jennifer?
— (¿Jennifer?¡Debería llamarse Clodomira o algo así!)

Llega el regordete matasanos y empieza a inyectarme en toda la nariz. No dejo de pensar que esa anestesia es la que se usa en piernas y rodillas y en el bigote de la enfermera. ¡Eso duele! ¿Quién dijo que el futbol era el deporte del hombre?… Me empiezo a marear… Jennifer… ¿Jennifer qué?…

 

ENSAYO III

Finalmente, de Opción pienso lo mismo que años atrás: “Debería ser un ejemplar que aparezca misteriosamente sobre la sala, en el escritorio. Un ejemplar en el que con gusto gastarías algunos pesos (aunque no sean de tu bolsillo). Algo donde se materializarán, de una vez por todas, cualquier complejo de Edipo, Electra, industrial, onírico, numérico, climático, verde y de otras nacionalidades que existan. Debe ser suficientemente obscena que la pueda leer cualquier ‘inocente criatura’.”

No puedo dejar de pensar en los viejos compañeros de letritas de esos años: Carlos, Irma, Héctor, Mireya, Pedro, Joserra, Gonzalo, Mauricio, Aldo, Diego, Mónica, Marisol, Chucho y quienes seguramente de alguna manera recibirán un ejemplar de Opción 100, les mando un caluroso abrazo, estén donde estén.

 

NARIZ CON ENSAYO IV

—¿Cuquín?
—¡Quihúbole!

Al otro lado del auricular escucho la voz de Cuquín. Tanto tiempo sin oírlo. Para quienes no sepan quién diablos es Cuquín, les comentaré que él es el célebre impresor, desde hace ya más de siete años1, mes tras mes responsable de que todos nuestros originales se vean reproducidos en los ejemplares que cada uno de Uds. recibe. Labor desgastante pero necesaria, imprescindible pero poco conocida.

Después de unos minutos de charla, me comenta algo de que Opción va a sacar su número 100…

—¿Para cuándo hay que entregar el artículo?
—Para mañana, canijo.
Silencio.
—¿Qué vas a hacer hoy en la noche, Cuquín?
—Nada, ¿por qué?
—Voy a invitar a dos amigas al cine. Vente, ¿no?
—Y ¿qué tal están?
—Pues no me acuerdo ni dónde la conocí, creo que en una fiesta, pero aquí tengo su teléfono: Jennifer Martínez; ha de estar bien buena. ¿Pasas por mí y vemos lo del artículo?

 


1 Nota del editor: Cuquín sigue siendo el encargado de la impresión de la revista.