Opción 23, Octubre 1983.


Science sans conscience n’est que ruine de l ́âme
Rabelais

 

Se dice que vivimos una crisis, yo me pregunto si la vida no es una crisis. No, lo que pasa –me contestan– es muy grave, el tipo de cambio se está deslizando y tuvimos serios problemas en nuestra balanza de pagos. Todos los indicadores económicos muestran que nuestra economía está enferma.

En lo último sí estoy de acuerdo, pero creo que nuestra economía siempre ha estado enferma, porque siempre ha habido miseria, y eso es lo que importa.

Manuel Domínguez, Sábado de examen de contabilidad, Opción 4, 1981.

Manuel Domínguez, Sábado de examen de contabilidad, Opción 4, 1981.

En sí, me importa un bledo el valor presente neto de un proyecto, el equilibrio del mercado, el tipo de cambio y la tasa de interés. Todas estas cosas no valen si no es que afectan indirectamente la situación concreta de las personas. Cosa que frecuentemente se olvida, al principio se dice que no olvidamos, que lo dejamos temporalmente a un lado para aprender las técnicas para resolverlo. ¡Como si fuera un problema técnico! Como si el problema de México fuera que se ha impedido que el mercado nos lleve al obsesionado equilibrio.

Luego vienen cursos y más cursos. Esquemas teóricos cada vez más rigurosos. Claro que pocos aguantan, pero no por lo riguroso sino porque cuando uno no le ve sentido a algo se le vuelve incomprensible, no por lo difícil sino porque falta una razón vital para aprenderlo.

Para sobrevivir se pierde la capacidad crítica. En los últimos cursos se pueden oír las cosas más inhumanas y absurdas y ver que todos, en un afán de salir sin problemas de su carrera, se quedan callados pensando “Este maestro tiene su rollo muy bien estructurado”; o lo que es peor, asimilando pasivamente lo que el maestro adoctrina.

Pero todo esto tiene sus razones. Es muy ingenua la persona que piensa que son errores que no se quisieron cometer. Es increíble que en una clase me hayan dicho que los golpes de estado en Latinoamérica se deban a la inflación y que se hayan olvidado de la CIA y de la ITT. Es asombroso lo despectivamente que se trata a los trabajadores –factor trabajo en la terminología “correcta”– llamándolos frecuentemente changos. Que se diga que si la heroína no tuviese externalidades el beneficio social de ella sería altísimo.

Pero basta ya de ejemplos. Vamos a lo que nos truje. Esa actitud acrítica ante la miseria se debe a que la facultad de economía está alejada de estos problemas. Trabajar en Hacienda y dar clases en el ITAM crean un ambiente muy agradable. La crisis es de papel y de cifras. Leer “papers” y más “papers” de universidades gringas nos hace vivir en un mundo en que se nos ocurre organizar los Itamis, como si fuéramos un “high school”.

Y este alejamiento de la realidad puede obedecer a un ingenuo error de alguno, pero me parecería increíble que todos fuésemos ingenuos. No, al contrario: pienso que la mayoría estamos conscientes de lo que hacemos, que deliberadamente cerramos los ojos ante la miseria y no hacemos nada por combatirla. Que luchamos con todas nuestras fuerzas por no sentirnos culpables e intentamos ser felices así y trabajamos por perpetuar la situación actual. Qué espantoso, pero Marx tenía razón, el capital deshumaniza.

Y me piden que ame esta ciencia, si lo que veo a mi alrededor no es espíritu científico, no es humildad intelectual, no es respeto por las demás ciencias sociales. Lo que veo es espíritu utilitarista, es soberbia injustificada, es violencia y agresión a lo que no sean números y gráficas, es un burdo intento de parecerse a la física. Y me piden que la ame, ni que fuera masoquista.

Hace cien años nació José Ortega y Gasset. He leído algo de él, algo de su espíritu está en mí. Pero tal vez no, tal vez no lo he entendido. Prefiero terminar ya este artículo y ni siquiera terminarlo yo, sino que lo termine Don José: “Pienso que el filósofo tiene que extremar para sí propio, el rigor metódico cuando investiga y persigue sus verdades, pero que al emitirlas y enunciarlas debe huir del cínico uso con que algunos hombres de ciencia se complacen, como Hércules de feria, en ostentar ante el público los bíceps de su tecnicismo”.