La existencia de una revista como Opción es preocupante. La publicación, nacida para fundar una reserva de ambiente crítico en un ambiente supuestamente crítico, no ha logrado exceder sus páginas. El ambiente a su alrededor, que supuestamente es el más instruido, cultivado y ávido, sigue siendo supuestamente crítico. Desde su origen, la revista ha sido ejemplo del futuro de algunas discusiones: almacenadas en un mueble de Troncoso que no se abre en años, presumidas en el librero personal de la carcoma, censuradas por el desinterés, relegadas a círculos que perecen con la juventud. Si la narrativa científica supone casi por regla la desaparición del arte en los escenarios post-apocalípticos, el giro a lo primitivo y a lo espectacular, la primacía de la supervivencia insegura, esta revista –como demasiadas– podría ser testimonio de la hecatombe. Opción representaría la repetida paradoja de la ficción incidiendo en o profetizando el mundo, excediendo sus páginas en modos no pensados –a pesar de no excederlas.

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Porque se cae en el snobismo elitista: en Opción, la crítica; afuera, el borreguismo. La superioridad moral que se supone, la que se ostenta como la crítica, se vuelve con frecuencia el atributo más o menos accidental de Opción. Todos los que hemos estado en la revista lo hemos padecido. Escaparlo por confesión, sin combate, se traduce en recaer: destierro del destierro crítico que fue acaso alguna vez logrado. Cuando en Opción se deja de pretender y se está a la altura del sesgo propio y se deja de lado, por irrelevante, ese sesgo, están vigentes la lucha contra el elitismo personal y la pulsión prínceps de la revista, la de crear un apartado contra elitismos peligrosos. Combatirse y repensarse. Aunque se caiga a veces, de nuevo, en el snobismo elitista, Opción cuestiona diario su reflejo.

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Sin embargo, lo que más inquieta no es el supuesto carácter profético que posee la revista. Aunque sufra el destino de lo inútil-estorboso, de lo que se etiqueta de esa forma desde el panóptico de algunos mecanismos, lo inquietante es que se la desplace hacia la clínica con todas las de la ley. Hay razones para deshacer ese elitismo snob. Hay elementos para que Opción sea irrelevante. La racionalidad que se configuró como el sentido más común lo establece: motivos para su inoperancia abundan. Opción no importa y no hay argumentos convincentes de por qué debería importar. No es Nexos ni Luvina ni Horizontal ni La tempestad –no es ni siquiera la publicación más leída o con más participación de su alma máter, ni dentro ni fuera. Y ninguna de esas revistas es el New Yorker o el Paris Review. Y ninguna de las mencionadas es algo como el Super Bowl. Aun en el marco de esa racionalidad, la revista es necesaria. La posibilidad de un lector revolucionado por cualquiera de sus líneas justifica su existencia de antemano –y el argumento es irrefutable bajo cualquier criterio de costo-beneficio. Si son efectivos, golpes de ese calibre rebasan su precio: riesgos y costos valen la pena por la poli-latencia de una conmoción. Desde la misma racionalidad, el valor de Opción radica también en permanecer como una reserva diversa, como una burbuja árida entre el océano. Extrañamente, el cumplimiento de su propósito desde el criterio menos ambicioso la hace valiosa. Opción ha sido plural e incómoda desde su concepción y ha logrado mantenerse –a veces más, a veces menos– así. Es meritoria la sobrevivencia de algo semejante en un instituto tan reconocido de otra forma por sus egresados. Y, a la vez, la revista es una refutación a la imagen generalizadora que se suele tener del ITAM: adentro hay crítica, hay protesta, hay inquietud. Opción, como esta antología, plasma las caras de su alma máter en sus extremos y en sus matices. Aún más valioso es el hecho de que la línea editorial haya sido crítica hacia sus patrocinadores, hacia su realidad y hacia lo que desde distintas torres le han dictado como su realidad, sin dejar de dar espacio a las opiniones que las torres y sus habitantes emiten. A finales del siglo pasado, la revista se dio cuenta de que su postura no se sostendría sin colaboraciones externas y entonces se abrió completamente, adoptando un único criterio: publicar lo que el Consejo considerara de calidad, sin cuotas ni concesiones. Opción es actualmente la revista más exógena del ITAM porque ha logrado incorporar otras lecturas, otras corrientes, otras opiniones, al debate dentro del Instituto –lecturas soslayadas, en general, por los departamentos académicos.

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Desde otra racionalidad, en cambio, desde una racionalidad ajena, lejana, más o menos romántica, Opción es valiosa por acortar las distancias hacia otras maneras de ser. Sí: la revista es muestra de que en instantes se puede cifrar paraísos incluso en los lugares más apartados de la fantasía. Opción registra: estudiantes de un Instituto Tecnológico han tenido otras ideas de futuro a pesar de.

Habrá que confrontarlo: a veces el único verso atónito de alguien, un párrafo reptante de su autoría, nos acercan más a la utopía que su obra o su carrera.