González Iñárritu redujo su cinta a contar una anécdota más, de esas que integran la narrativa épica estadounidense, continuando de alguna manera con la apología que, de los valores de ese país, hace tal discurso. The revenant era una oportunidad para ser coherente con su postura pública en relación con la naturaleza fundacional de los Estados Unidos como país migrante pleno del pensamiento moderno, positivista y materialista, que chocó de frente con la cosmovisión de los nativos norteamericanos, pero esto se difumina sobre un guion unidimensional.

Basada en la novela homónima de Michael Punke, esta cinta, ubicada en la década de los 1820 en las montañas Rocallosas, la cinta narra la historia de Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), un cazador de pieles de animales salvajes y explorador; cuya expedición termina abruptamente por el ataque de pieles rojas. Para escapar de sus atacantes, los sobrevivientes deben atravesar los inhóspitos bosques rocallosos en el cruel invierno norteamericano para llegar a su campamento. Sin embargo, el ataque de un oso grizzly deja seriamente herido a Glass y pone en riesgo la supervivencia de su grupo, entre los que se encuentra el ambicioso Fitzgerald (Tom Hardy). Las cosas se precipitan y el hijo mestizo de Glass (Forrest Goodluck) será la motivación para que él se sobreponga a todas las dificultades tan sólo para vengarse.

La idea de la venganza como motivación de vida de alguna manera sustenta las acciones invasoras de los Estados Unidos de las que el mundo ha sido testigo, como en Panamá en 1989,  en Afganistán en 2001, en Irak en 2003 o en México en 1846 y en 1914. Estas invasiones estan relacionadas directa o indirectamente con la idea de la venganza. La novela de Punke contribuye a crear un héroe, casi un superhéroe, a partir de la venganza, cuya anécdota de supervivencia es tomada por la cultura norteamericana como una parábola de sí misma en su épica forma de percibir al mundo. Y esta idea es prolongada alegóricamente por el director mexicano en su cinta. Pareciera que González Iñárritu quisiera integrarse totalmente al pensamiento norteamericano-hollywoodense y olvidar el pasado, ese al que refirió contra la discriminación de los anglosajones hacia los migrantes mexicanos en territorio estadounidense, durante su discurso de aceptación en la entrega de los óscares de 2015.

La soberbia grandilocuencia de la fotografía de la película por parte del también mexicano Emmanuel Lubezki se aparta estética y ontológicamente de la narrativa del filme para existir a pesar del filme. Con referencias al cine de Tarkovsky, pareciera que Lubezki que se ha divorciado creativamente de su Iñárritu, cuya mancuerna en Birdman (E.U., 2014) resultó una gratísima sorpresa que generó muchas expectativas para The Revenant. Sin embargo algo falló. La química desapareció como no ha sucedido en la mancuerna Cuarón-Lubezki. Proezas técnicas como rodar sólo con luz natural en locaciones originales y rescatar el paisaje en forma de postales de repente chocan con la textura oscura del inicio y con una cámara-narrador en planos largos que prometía una gran cinta, acaso una metáfora del origen cosmogónico de los Estados Unidos, que se diluye conforme avanza el filme.

Pero el perfeccionismo artificioso de la fotografía no es el mayor defecto de la película en cuestión. Lo es el mismo González Iñárritu, quien se siente ausente de la película y se erige como un maquilador cinematográfico más, uno de los tantos que pululan en Hollywood, y no como el creador con propuesta que vimos en Birdman o en Amores perros (México, 2000). Perdió una gran oportunidad para reflexionar sobre la esencia materialista y objetivista de los verdaderos forjadores de los Estados Unidos, no los pensadores que redactaron su Constitución, sino los migrantes europeos que llegaron para hacer fortuna a costa de la riqueza natural y de las milenarias culturas originarias de América del Norte que mantuvieron una relación simbiótica y espiritual con la naturaleza.

También se especula sobre el trabajo de Leonardo DiCaprio y la posibilidad de, ahora sí, recibir un Óscar como mejor actor. Si esto sucede, otros factores ajenos a su trabajo histriónico del actor serán los que habrán influido en tal decisión. Pero lo real es que no estamos ante su mejor trabajo. Un personaje superficial, a partir de un guión flojo, que no exige trabajo al actor, una motivación simple, una relación irreflexiva con la naturaleza y con la muerte, y una casi nula progresión dramática lo hacen el candidato menos idóneo a cualquier premio. Y ello es una verdadera lástima, pues DiCaprio es uno de los mejores actores de su generación.

Los premios y reconocimientos que como director ha recibido Iñárritu recientemente por The Revenant tal vez obedezcan a esa especie de subordinación del director mexicano ante el mundo del cine hollywoodense, industria de la cultura norteamericana y difusor principal de la limitada cosmovisión gringa. Si bien, como dicen por ahí “no se debe morder la mano que te alimenta” tampoco se trata de besarla devotamente en señal de mansedumbre. Se trata de, en una horizontalidad plena, estrechar las manos para crear algo que trascienda a cada uno, cuestión que se puede notar claramente en Birdman y que por ello le valió el reconocimiento del mundo. Lástima que en The Revenant esté ausente tal, como en realidad ha estado ausente en casi todo el trabajo cinematográfico de González Iñárritu.