Encuentro: Octavio Paz y Julio Scherer

Fondo de Cultura Económica, 2014
encuentro
Para el intelectual, el optimismo es un lujo que, de tomarlo, lo deshace. Un intelectual –y no hablo de esa figura que la democracia burguesa instituyó, sino de la categoría con la cual se trata de definir un impulso– no puede, bajo ningún pretexto, enmascarar con optimismo los actos atroces. Pintar color de rosa la indiferencia de los victoriosos es, en su caso, colaborar con negro en el pintado ennegrecido de este mundo. No le toca a él declarar cumplidas las metas: su batalla no termina nunca. Su función no es solo interpretar los procesos subyacentes ni ver más allá de los datos: para eso, su función es ver primero de forma integral los datos. Así de simple y relevante y obvio y, sin embargo, tan ausente. Este fue el pecado1 de Paz.

El libro que pasado el párrafo anterior trato de reseñar,2 conjunto de testimonios y entrevistas que realizó Julio Scherer a nuestro3 Nobel, abona a la polémica sobre la vida pública del poeta. La contradicción ya la señaló Rafael Lemus4: Octavio Paz, el liberal romántico, no fue simultánea y proporcionalmente ambas cosas. De un idealismo juvenil pasó, alrededor de los ochentas, a un liberalismo “sin ideología”, crítico al mercado y a las dictaduras y defensor de la modernización. Las dos entrevistas del libro exhiben el cambio: mientras que la primera, de mediados de los setentas, abunda en las críticas al progreso y a la crisis espiritual de Occidente, en la segunda se desparraman las frases halagadoras al proyecto de Salinas de Gortari; cuando en la primera se percibe a un Paz cauteloso y amable con sus colegas, en la segunda se lo nota resentido con sus críticos, apelando a las efigies de su éxito como argumentos. El libro está plagado de sorpresas e easter eggs a su papel como intelectual público: sorprende, por ejemplo, que afirme que “nada daña más a la literatura que el silencio”5 con una calma tan inocente. Sorprenden también las lecturas que elige no mostrar: todo en abstracciones del campo de las ideas. Cuando dice que la Revolución Mexicana reconcilió a México con su pasado indígena,6 es difícil no asociarlo con quienes creen que un presidente negro en Estados Unidos es la prueba de que acabó el racismo en ese país. El Paz que dice que “la lucha por la distribución más justa de los bienes económicos es una tarea que corresponde, esencialmente, a los trabajadores y a los consumidores”7, que reafirma dos páginas después que sí, en efecto, que esa tarea no corresponde esencialmente a los intelectuales, que la omisión fue deliberada, ese Paz parece ajeno al que escribe poesía. Nuestro Nobel vino a probarnos con actos los límites de su poesía –y, en general, los límites de la poesía escrita, de igualar la poesía a saber rimar o a hacer un buen poema.

Las preguntas de Scherer son pertinentes pero muestran, en otro punto del espectro ideológico, algunos de los mismos vicios: la adoración preparatoriana por todo lo que se diga de izquierda, incluido el PRD; la omisión astuta de cualquier verdad que demerite la causa; las palabras que se intuyen como verdaderas y precisas y que, sin embargo, no se sienten suficientes. Scherer y Paz son representantes de otra generación, pero no son dos figuras cuyas fallas, con tanta ligereza, se puedan atribuir a la brecha generacional. Sus intercambios merecen leerse con detalle.

1 Escojo escribir “pecado” y no “error” para hacer juego con la recuperación espiritual que Paz pregonaba.

2 Aunque por supuesto el primer párrafo, que no es estrictamente una reseña, forma una unidad con los párrafos posteriores. Cosa rara: esa unidad es una reseña

3 Claro que Paz es nuestro y no de quienes lo están haciendo bronce estático.

4 Rafael Lemus, Octavio Paz o las trampas del liberalismo, consultado en http://confabulario.eluniversal.com.mx/octavio-paz-o-las-trampas-del-liberalismo/.

5 Julio Scherer García, Encuentro: Octavio Paz y Julio Scherer, México, Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 54.

6 Ibid., p. 78

7 Ibid., p. 86.