amarrada al horizonte
y a la cumbre
de los montes
que se vierte
en viejos campanarios.
brisa
salina,
vaporosa,
son
tus muslos
empapados
en mis manos,
enredándose
en las hojas
de las palmas.
y un rumor,
un rumor
tan
incesante,
un rumor
espumoso
que se te chorrea
por la frente
y la espalda
hasta azotarse
en la tierra,
en las piedras
aún tibias.