Opción fue para mí el pilón que me regaló el ITAM. Yo nada más pagué la carrera de economista y, gracias a la revista, además salí editor. En Opción aprendí las habilidades que me dieron de comer durante quince años. Ahí aprendí a revisar manuscritos y pruebas. También hice mis pininos en el arte de decirle que no a los textos malos, con algo de tacto y tratando de tentarme el corazón. Fallo casi siempre. Lo sigo intentando.

En Opción hice también amigos que todavía me acompañan el día de hoy. Nos hicimos amigos trabajando y jugando a que trabajábamos. Nos hicimos amigos haciendo tonterías que casi nos valen la expulsión y enfrentando juntos las consecuencias de aquellas. Nos hicimos amigos haciendo rabiar a algunos maestros y alumnos, y juntando a nuestro alrededor un pequeño, pero devoto, club de seguidores. Lo que nos hacía más felices era nuestro club de detractores, también pequeño, también devoto.

En Opción le hice el amor a una mujer, en la acepción más honesta de la frase. La revista me dio el espacio para llenar páginas y páginas de desquiciadas declaraciones de amor. Fue un poco tramposo. Como el editor era yo, fui yo quien me di el espacio para cortejar a esa mujer, asegurándome de no publicar pésima literatura. Aunque el gusto de ser su novio me duró nada más tres semanas, aquel cariño perduró y hoy es algo parecido a un parque que visito poco, pero quiero mucho.

En Opción me probé como escritor, publicando lo mejor de lo que producía en mis logorreas de aquel entonces: poemas, ensayos, cuentos. Opción sirvió para que dejara de morderme el rebozo; sirvió para que me atreviera, incluso al atrevimiento, pues hubo veces en que mandaba a la revista dos o tres textos diferentes, bajo sendos seudónimos. Probé una suerte de fama en tono menor, algo muy dulce.

En Opción vi una cara del ITAM que no sé si todo mundo alcance a ver: el rostro humanista y pedagógico de lo que, por afuera, parece ser el instituto donde los tecnócratas son ensamblados y programados. Me di cuenta de que el ITAM es una universidad, en el sentido más pleno de la palabra.

En Opción recibí regalos que me han durado veinte años, como los refrigeradores de antes. Pocos regalos mejores he recibido en la vida.