Nos vemos en lo que hacemos, somos también nuestras mutaciones y traslados. Somos cuerpo, tierra, interpretación. Somos todo lo que no fuimos, somos palabra. Juego cambiante, huidizo, luz postiza. Deshacemos el castillo de arena para volverlo a erigir, lo erigimos para ponerle algo dentro e implotarnos. Evolucionar es también involucionar.

Alrededor de nuestras instancias es que estos caudales –evolutivos, involutivos- adquieren una forma para darle una silueta y significado a nuestro mundo. Estas reinterpretaciones como necesidad del pensamiento se extienden como parte de la condición del hombre.

Uno no se baña nunca en el mismo río, ni se es el mismo cuando se baña. El acto, sin embargo, resulta esencial como motivo de observación en la búsqueda del humano: adherir el escrutinio frente al espejo en el estudio constante; plantear la observación como necesidad, libre de la cultura. Esta construcción sobre la derivación del pensamiento más allá de la temporalidad recrudece la discusión sobre la naturaleza humana, plantea parte de lo que somos en papel.

Opción asume la necesidad del pensamiento y lo ejerce tomando todos los riesgos. Toma su tiempo para descuartizarlo sin enterrarle un cuchillo. Va tras la comprensión, quiere aprehender su mundo. Inventar otros, hacerse uno.

Esta discusión también se planta de frente a los procesos humanos donde se dice, hay lugar a progreso. Opción se para en medio de esta detención para mirar adelante y atrás. Se plaga de un ahora inestable, volátil; un presente conflictivo y a veces indiferente. Mira hacia atrás en virtud de la voz que ha adquirido, de papel y tinta fuerte y desbocada; contempla su propio tiempo a través del caudal: se baña.

Se discute inevitablemente la temporalidad completa, desde el principio hasta lo que se conjetura el fin. Se piensa sobre el río; se rema. Opción tienta sus pasos futuros y rema, acaso sobre sí misma. Se planta para romper el paradigma, ¿cuál? Solo el que se ha impuesto, el que se afianza en cada página. Lo rompe para construir otro que pueda volar, pero también para quedárselo. El río que pasa se ha quedado en la respiración de la piedra que se sumergió en él.

De la palabra hemos brotado y por la palabra vamos, ¿a dónde? Opción marcha hacia donde la llaman, pero es celosa: se sabe nosotros y se dirige allá donde ella se ha convocado, pone esmero en sus cosechas. Entonces, ¿qué dice Opción? Opción no responde, se pregunta, nos pregunta.