Aproximación al español de Pedro Poitevin

 

Una vez un viajero de una nación ajena
me dijo: “En el desierto se yerguen, roca y roca,
dos piernas ya sin tronco. No lejos, en la arena,
yace un rostro destruido, en cuya vieja boca
de labios arrugados, en cuyo frío ceño,
se adivina la mano de un escultor agudo
que captara pasiones antiguas —hoy un sueño
pétreo— para mofarse del corazón desnudo:
en la piedra aún se leen dos tenues desafíos:
¡Mi nombre es Ozymandias, el máximo monarca,
mirad aquí mis obras, oh, grandes, y rendíos!
No queda nada más. En todo lo que abarca
esa grandiosa ruina abierta e ilimitada
la llana y sola arena se extiende hacia la nada”.