VIII. Pedagogía del reprimido

Matute inició la mañana de un martes su carrera docente, con los zapatos boleados, el pantalón y la camisa planchados, en perfecto estado, tal como su dentadura. Llevaba bajo el brazo una carpeta con la lista de alumnos, otra más con apuntes para “apoyarse” al dar la clase y una libreta nueva.

—Muy buenos días. Soy el profesor Matute García, el maestro de esta materia que llaman Democracia y Gobiernos Locales —dijo con solemnidad.

—Disculpe —lo interrumpió una alumna—. Es que este es el grupo de teoría política, la clase del Mtro. Rómulo.

—¡Ah, caray! ¿Este no es el salón B-207?

Repitiendo el tono de la respuesta, la alumna le volvió a contestar:

—Técnicamente, sí, pero la nomenclatura está corrida, por lo que este salón es el B-206.

Todos en el salón contenían las risas. Matute se sintió humillado por su torpeza y, como no eran sus subordinados, no le quedó más que asentir y salir aprisa. El salón de al lado lo esperaba lleno.

—Buenos días, soy el profesor Matute García. ¿Cómo están? —por no querer repetir la escena, no se animó a decir la materia.

—¡Buenos días! —contestaron al unísono y desafinados los alumnos.

—Pues bien, les doy la más cordial bienvenida a este semestre que inicia. Quiero que sepan que estoy para ayudarles. Más que un profesor, pues soy un facilitador.

—¿Dijo facilote? —espetó una voz burlona y anónima. Los demás reían. Matute lo ignoró, a pesar del calambre de estómago y las manos sudadas por el coraje. Quería continuar sin verse severo, sino al contrario, ganarse la confianza del grupo.

—Quiero que me digan sus nombres, de dónde vienen y cuáles son las expectativas que tienen de la materia. Empezamos por ti, compañera—señaló a la chica de la primera fila.

—Mi nombre es María G. Vengo de Mazapán, que está al sur, en la costa.

De las dos horas de clase, los alumnos ocuparon media en presentarse; Matute, otra media en explicar cómo se iba a calificar el desempeño de los estudiantes; y una media hora más para hablar generalidades del curso. Entre el malestar inicial y su falta de costumbre en un salón de clases, no quería agobiar o agobiarse en el primer día.

“De ser por mí, los habría puesto a correr veinte vueltas al campo hasta que vomitaran. Esos mocosos necesitan algo de severidad. ¡Y eso que vienen a la universidad! Con razón San Juan es un caos, pero bueno, mientras termina la campaña, la llevaré tranquilo, pero cuídense, que van a aprender que la letra con rigor entra”, pensaba al terminar la clase.

—¿Cómo te fue en tu primer día de clase? —le preguntó Baldomero, al tiempo que lo abordaba subiendo las escaleras que llevaban a los cubículos.

—Bien, ¡muy bien! —exclamó confiado Matute—. Los tengo en la mira y en orden, serán nuestros para la campaña.

—¡Jo, jo, jo! ¡Muy bien, muchacho, eso es todo! Tenemos cuatro días para impresionar al rector… ¡A darle con todo!

—¡Claro que sí! Ya verás cómo te los llevo al evento.

Se despidieron con palmadas en el hombro y se fueron por separado, cada quien a su cubículo. No había tiempo para intimar.

—Como ustedes saben, chicos, los Gobiernos locales juegan un papel importante en la consolidación de la democracia. Son estos espacios donde los demócratas se muestran y alimentan este imperfecto, pero
necesario, sistema —afirmaba un Matute poco convencido.

—Oiga, profe, ¿y qué opina de nuestra democracia universitaria? ¿No le parece chistoso que, en pleno corazón de una facultad donde estudiamos la democracia, el proceso para escoger director sea lo menos democrático?

—Sí, profe —continuó otra voz—, ¿no se le hace antidemocrático que solo se lance un candidato y que los alumnos no tengamos otra opción?

—¡Que todo sea una imposición de la rectoría! —exclamó María G., de la primera fila.

Haciendo una mueca de contención, a Matute no le quedó más que contestar.

—Miren, me gustaría conversar de esto con ustedes, pero no me incumbe, acuérdense de que, como buenos politólogos, debemos observar de lejos la política para proveer soluciones más certeras.

—¿Y entonces, qué chiste? ¿Para qué llenarnos de lecturas y debates si no podemos hacer nada? —remató el joven de la tercera fila, pegado a la ventana.

—Lo sé, es frustrante, pero una persona que se dedica a la academia debe ser neutral a los vaivenes de su tiempo. Somos las mentes frías, ajenas a pasiones que ciegan la razón de los otros.

—Bueno, profe, díganos su opinión como una persona a la que le va a afectar la elección de director, y no como científico.

—Muchachos, no puedo emitir una opinión madura, ya que, como persona, apenas conozco San Juan, y esta facultad es nueva. ¿Por qué no mejor me cuentan ustedes su opinión y así yo me voy formando una propia?

Matute no sabía la mecha que había encendido. Las miradas, expectantes, querían contestar, pero nadie se atrevía a ser el primero.

—A ver, tú, compañerito del fondo, ¿qué opinas?

Con la voz de quien no quiere, pero sí quiere opinar, el compañerito del fondo, que era hijo de campesinos de la región de Caderas, lo conmovió con su intervención.

—Mire, profesor, yo llevo estudiando aquí tres años. En este tiempo, nadie nos ha preguntado cómo estamos, cómo vemos las cosas. Nadie nos pide nuestra opinión. Los baños están de la patada, las canchas no están ni pintadas. El Dr. Simón, que era el anterior director, dio la concesión de la cafetería a sus amigos, que por cierto es cara y le sirven a uno de mala gana. El Dr. Baldomero ese, es peor. De vez en cuando, los vemos en el Tonalá. No era director, pero bien que nos trataba con remal a quienes no le caíamos bien. Solo es buena onda con sus cuates, ya verá. Una compañera originaria de las Anonas, que resultó embarazada, tuvo que abandonar la carrera porque, de plano, de plano, en las tres materias que nos daba el semestre pasado, se portó bien intransigente con ella, ya que no le quiso justificar las faltas de las consultas médicas.

Un silencio expectante antecedió a la muchachita de la segunda fila, que se animó a decir:

—Yo, por eso, y aprovechando esta intervención, quiero invitar a los compañeros a que nos manifestemos mañana viernes que viene el rector, para hacerle saber lo mal que están las cosas y que aquí somos
demócratas, pues.

Un “¡sí!” sonó fuerte; los “¡vamos!”, “¡con todo!” y “¡sí, hay que protestar!” sonaron al mismo tiempo. Matute no sabía qué hacer, no quería ser el mechero, ni encender la mecha.

—Bueno, ¿y ustedes a quién postularían, de no ser el Dr. Baldomero?

Todos se vieron entre sí. Entre la Dra. Eliza, como opción seria, y Tabares, a manera de relajo, aclamaron un cambio.

—Jóvenes, continuemos con la clase —y continuaron con la grilla también.

Reporte no. 6
Diálogo con los alumnos

Los jóvenes del salón cuya lista de nombres adjunto y señalo
como posibles activos críticos para su plena identificación, se
encuentra inconformes con las autoridades universitarias de
la facultad y la situación del Estado de San Juan.

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De no ser porque la época de las películas de bajo presupuesto escenificadas en casinos había pasado, uno diría que el rector tenía la pinta de uno de sus personajes: zapatos lustrados cada mañana, traje y lentes oscuros a la medida, una sonrisa prefabricada, cabello quebrado, castaño y abundante; en sus manos, unos anillos discretos, pero que le daban un aire de hombre pulcro y adinerado. Sí, era un hombre cínico, pero no tanto como para hacerse pasar por alguien enriquecido a costa del presupuesto universitario.

Uno sabe que una personalidad visita un lugar no por el brillo de su persona, sino por los tumultos de siervos arremolinados a su alrededor; eso, y no su brillo, hacen que uno tenga que voltear. Era viernes a las nueve de la mañana. La facultad estaba tan pulcra como una mucama. Los tamales y el café gratuitos habían generado una ola de visitantes conocidos y desconocidos. No estaban ahí con las gargantas listas para gritar a favor o en contra, es más, los raros eran el grupito de quince alumnos del salón de Matute, que no hacían otra cosa que mirar apetitosamente el vaporcito que emanaba la olla de los tamales. No fue Tabares el factor disuasivo o represor, fue Matute quien calmó los ánimos llevándoles café y tamales. Solo uno, el Rabias, como lo conocían sus compañeros, lo miró con desprecio, pero ante la desbandada, no le quedó de otra más que irse con su cartel; un “Baldomero, la facultad no es un negocio” se alejaba entre sus manos, conforme la multitud seguía deleitándose: la especialidad de la FAP era disfrutar los eventos públicos, antes que estudiarlos.

—Queridos estudiantes, profesores, amigos que nos acompañan, demos la más cordial bienvenida al rector de nuestra universidad y al candidato a la Dirección de la Facultad de Asuntos Públicos —dijo, con voz solemne, el presentador oficial de los eventos universitarios.

Un público semicautivo apenas vitoreó, pues no podía aplaudir con un tamal en una mano y café en la otra.

Son esos momentos en los que nadie está conforme, pero sus vidas personales pueden más que sus circunstancias, y los que están conformes, lo están porque saben que su futuro pende y depende del ganador de la elección. Son las mañanas donde un discurso es aplaudido y la ilusión de tener un “respaldo general”, para quienes son autoridad, les llega como espaldarazo. La falta de oposición hace pensar que el camino está más que pintado, aunque eso solo sea el comienzo de una rebelión más grande. Aquel día, Baldomero prometió, junto con el rector, un auditorio, unas canchas, una biblioteca con aire acondicionado, unos baños dignos y una mejor cafetería. Todos quedaron inconformes, pero contentos.

IX. Sistemas electorales

Matute había sido designado por la comisión electoral de la universidad como escrutador; la Dra. Eliza, como secretaria de mesa, y el Mtro. Rómulo, como presidente para organizar la elección. Si bien al principio se resistieron (con excepción de Matute), no les quedó de otra; era eso o la no renovación de su contrato al finalizar el año escolar.

Mientras el Dr. Galvanilla invitaba “cordialmente” a votar a los alumnos, Baldomero ubicó su war room en el Café Corrientes, pues era amigo del dueño, quien le rentó por diez horas el servicio. Medios de comunicación, el Píter y Yayo, funcionarios menores de la universidad, iban y venían por el café gratuito, más que por el personaje en cuestión. El día transcurrió con normalidad, los minúsculos actos de disidencia fueron apagados por Tabares y el personal de rectoría.

Se imprimieron 2 500 boletas con el candidato de unidad de por medio. El rector esperaba que, al menos, 2 000 de esas papeletas lo votaran. Ese día, de manera misteriosa, el número de votos superó los 3 000. En rectoría, soltaban carcajadas cómplices; los alumnos pensaban que, en realidad, eran pocos; los periódicos locales que cubrieron la noticia afirmaban que la maquinaria política de Baldomero había demostrado que en esa facultad sí sabían hacer elecciones y, por lo tanto, hacían honor a lo que ahí enseñaban; el poder político del estado de San Juan mandó imprimir algunas esquelas en los periódicos para felicitar por el triunfo
contundente a Baldomero y al rector.

Al finalizar el día, sin sentir una pizca de pena, Baldomero abandonó el café para trasladar la celebración al Tonalá, donde al menos unos cien alumnos, Matute, Isidro y Galvanilla corearon su nombre sin cesar hasta el amanecer. Conforme iban abandonando el lugar, todos creían tener parte del pastel: Galvanilla ya se veía como secretario académico de la Facultad; Matute, sin una gota de alcohol, acechando secretamente, estaba feliz con su futura consejería universitaria; Píter y Yayo se caían de borrachos, mientras balbuceaban que se irían de intercambio todo pagado  a la Universidad Autónoma de la Península Ibérica; en tanto que Tabares saboreaba la secretaría particular de la Dirección, al tiempo que le tocaba la nalga a su novia, quien tenía treinta años menos que él… Todo era felicidad.

 

Parte de guerra
Reporte no. 7

El Dr. Baldomero ha ganado la dirección de la FAP sin percances. Tiene mucha popularidad entre los alumnos. Las autoridades políticas del estado le han mandado a felicitar a través de los periódicos (los cuales adjunto). Hasta ahora, dada la dispersa atención del individuo en cuestión, me ha sido imposible obtener respuesta con respecto a su relación con las Anonas. Por otra parte, me han propuesto como consejero de la facultad ante el Consejo Universitario, por lo que solicito autorización para ingresar a dicho teatro de operaciones.

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Era lunes, la temporada de lluvias acechaba a San Juan y en rectoría estaban midiendo la popularidad de Baldomero, a quien por primera vez empezaban a temer. Entre “hubiéramos escogido a la Dra. Eliza” y “a Baldomero lo podemos domar”, las voces discutieron en los pasillos toda la mañana. La primera decisión que se tomó tuvo que ver con el presupuesto para la Facultad de Administración Pública, el cual querían reducir para amedrentar a Baldomero.

—A cuentagotas irá fluyendo, para que vea quién manda —les decía el rector a sus colaboradores.

—¿Y si se pone a protestar?

—¡Dividiremos! Galvanilla me gusta para sucesor, es moldeable y con él se puede negociar, tal como se hizo en su momento con Simón. En cambio, con la Dra. Eliza o con Rómulo no se puede, son idealistas y con ellos no hay margen alguno. Además, al recién llegado ni lo conocemos. Por cierto, Valquírico, te encargo que lo vayas checando, para ver si es cooptable.

—Señor rector, si usted me lo permite, me gustaría proponer algo — dijo uno de los operadores que le rodeaban.

—Adelante, dígalo.

—¿Y si pactamos con Baldomero para que le baje a su exposición mediática y popular? Propóngale una sucesión ilusoria en la rectoría, haciéndolo trabajar para usted; no en dos años, que es cuando viene su reelección, sino hasta dentro de seis años, que es cuando usted va de salida. Así, de paso, nos mostramos fuertes ante el Gobierno del estado y usted se mantiene como la figura más importante de la universidad, en tanto que nos da tiempo para reventar su gestión al frente de la facultad. “Hay que matar el nombre antes que al hombre”, es bien sabido.

—Me parece una excelente idea. Hágame una cita con él pronto. Hay que atarle las patas al gallo antes de que se escape.

 

X. Homo Academicus

Mientras el rector formulaba su estrategia, se llevaba a cabo la primera reunión del cuerpo académico de la facultad, cuyo nombre era Gobernanza, Derechos Humanos y Educación, bajo la dirección de Baldomero. Galvanilla abría el telón con una voz innecesariamente solemne. La Dra. Eliza, Rómulo y Matute eran silencio expectante. Todos los puntos del día se obviaron, hasta que apareció el que en verdad les interesaba: Galvanilla abordó el viaje al extranjero para asistir al congreso Democracia y Gobiernos Populares en la República Bolchevariana.

—Los elegidos para asistir en representación del cuerpo académico de la facultad somos el Dr. Baldomero, el Dr. Matute y un servidor.

La Dra. Eliza protestó, le parecía que era el turno del maestro Rómulo, quien supuestamente se había esforzado en redactar su ponencia titulada “El autoritarismo en las campañas políticas de Notitlán, en el Estado de San Juan”. Mientras tanto, Rómulo, mudo y resignado, nuevamente se quedaba con ganas de un viaje. Era justo recordar que el año anterior habían asistido Simón, Galvanilla y la Dra. Eliza, por lo tanto, ese año, por rotación, le correspondía a Rómulo, pero no se sabía si estaba desmotivado, si en realidad no había terminado la ponencia o simplemente consideraba innecesario luchar por algo que, para él, estaba más que perdido.

—Si usted protesta por la inclusión del Dr. Matute, se me hace de mal gusto, doctora —replicó, cínico, Galvanilla.

—No, no protesto por el Dr. Matute, lo digo por usted, que repetirá viaje. Galvanilla no tuvo de otra más que quemar a Baldomero.

—El año pasado no me correspondía, fui en lugar del Dr. Baldomero, que no pudo asistir porque se fue al congreso sobre democracia en Dubái, así que este es el año en que estoy haciendo efectivo mi viaje.

Baldomero, como queriendo excusarse, se limitó a decir:

—Tuve que ir, me invitaron ese año a formar parte del Comité Organizador y eso era una oportunidad de posicionamiento para esta facultad.

Solo contestó la Dra. Eliza, quien lanzó una mirada inquisitiva y un último reclamo:

—¿No va decir nada, maestro Rómulo?

—La verdad no, no, este… Este mes tengo mucha carga de trabajo —respondió tímido y tibio.

Matute y Baldomero, quienes se sabían con el boleto seguro, no habían querido tomar protagonismo. Les esperaba una semanita completa de viaje.

—¡Vieja envidiosa! —exclamó Galvanilla—. Como si a ella le afectara.

—Estimado Matute, tanto Galvanilla como yo estamos muy ocupados, no sé si puedas encargarte de la ponencia para el congreso.

—¿No la tienen hecha? —le preguntó preocupado Matute a Baldomero.

—No… Bueno, tenemos algunos párrafos, pero sería bueno que le dieras una revisada final. Versa sobre la lucha de clases ante la inseguridad y la violencia de Estado, lo popular como respuesta a los productos del capitalismo, y está inspirada en una ponencia que fui a dar a las Anonas, en Pipián.

Matute lo observó perplejo, pero tenía que mostrarse tranquilo.

—¡Órale! ¿No están por allá las autodefensas?

—Sí, ahí merito fui —dijo con orgullo Baldomero. Intentando no ser tan obvio en su búsqueda de información, Matute le preguntó, yéndose por la tangente:

—¿Hay algún libro que me recomiendes para ahondar en el tema?

Baldomero, quien se sintió halagado, le respondió:

—Mmmh, el prólogo de El capital, de Karl Marx, y La revolución, de Lenin, combínalos y ve que se puede redactar al respecto. Si tú haces esto, nos acompañas a la República Bolchevariana sin problema. Ya que iremos de misión académica, todos los gastos corren a cargo de la facultad. ¿Cómo ves?

Matute asintió impresionado. Viajaría al extranjero por primera vez en su vida, con los gastos pagados.

Esa misma tarde, el teléfono sonó. Era una llamada de rectoría y Baldomero no tuvo más remedio que contestar presuroso.

—Facultad de Asuntos Públicos, buenas tardes, habla el director.

—Hablamos de rectoría. Lo esperamos en una reunión con el señor rector mañana al mediodía, en punto.

Sin reconocer la voz, no pudo más que asentir.

—Claro, ahí estaré.

—Oye, Matute, acompáñame mañana al mediodía a Rectoría. Me quieren ver y no quisiera ir solo.

—Claro que sí. ¿Le decimos a Galvanilla e Isidro también?
—No, para no hacer ruido, con nosotros es más que suficiente.

 

Reporte No. 8
Segundo permiso

El Dr. Baldomero se reunirá mañana con el rector, me pidió acompañarlo. Mientras tanto, juraré como consejero de la facultad ante el Consejo Universitario en una semana, dado que poseo la simpatía y casi la confianza absoluta del Dr. Baldomero. Así también, el susodicho me habló de una conferencia que fue a dar a la región de Pipián, donde proliferan las autodefensas, en las Anonas, para ser preciso, en la cual habló —según alcancé a escuchar— sobre la inseguridad, lo popular y el capitalismo. El motivo por el que supe de ello es porque fui invitado, en mi calidad de académico, a un viaje a la República Bolchevariana, junto con el susodicho y el Dr. Galvanilla, con la condición de redactar un artículo para exponerlo en un congreso que ahí tendrá lugar. Baldomero me pidió expresamente hablar sobre Marx y Lenin. Solicito permiso para realizar dicho viaje.

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Agente S5


Instrucciones nuevas

Agente S5, consolide su posición y cumpla sus órdenes originales. Mande reportes de lo ocurrido en las sesiones del Consejo, así como comentarios que pueda escuchar directa o indirectamente en los pasillos. En cuanto al permiso para viajar a la República Bolchevariana, ha sido denegado. No puede despegarse del teatro original de operaciones, que la ausencia del Director le sirva para detectar otros focos.

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Reporte No. 8.1
Insistencia necesaria

Disculpe la insistencia de este servidor, pero considero que el viaje es vital para las misiones señaladas en el  memorandum original, ya que en los pasillos el susodicho me habló de sostener reuniones con unos colegas de la Universidad Nacional de las Arenas, para firmar convenios de colaboración y establecer redes académicas. Es preciso señalar que dichos colegas, según lo que me contó, son militantes del Gobierno de Esteban Estévez, de discurso revolucionario y antagónico a los intereses del País del Norte. Suplico me den permiso para realizar el viaje, de lo contrario, me veré limitado para saber los alcances de los mencionados “convenios”.

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Agente S5

 

—Perdone, mi General, pero… ¿no le parece una falta de respeto de Matute hacia su superior, es decir, hacia usted, que le cuestione una orden?

—Para nada, mi querido Acosta —replicó el General, para sorpresa del Mayor.

—Pero, mi General, si usted deja pasar esta afrenta, quizá Matute se tome más atribuciones en un futuro.

—El que debe dejar de tomarse atribuciones es usted, Acosta, que quiere ordenarme a mí cómo actuar.

—Perdone, mi General, yo…

—Lo que usted no ve es que este muchacho que hemos mandado al frente tiene iniciativa, y eso lo valoro mucho en estos tiempos en que los enemigos de la patria parecen llevarnos la delantera. De ser cierta su hipótesis, los resultados del viaje de Matute validarían otra de las hipótesis sostenidas hace algunos años por esta Secretaría.

—¿Cuál, mi General?

—Que el Gobierno de Estévez estaría tratando de intervenir nuestra soberanía financiando actividades izquierdistas en nuestro país. Incluso habría financiado al excandidato presidencial Patricio Ruiz Islas.

—¡¿A Ruiz Islas, mi General?! —preguntó sorprendido Acosta.

—A ese merito. ¡Imagínese!, seríamos una copia del modelo bolchevariano. Así que, por favor, redacte el permiso y nuevas órdenes.

 

Respuesta definitiva

Agente S5, sirvan estas líneas para reiterar las órdenes anteriores, con la modificación del permiso de viaje, cuyo estatus pasa de estar “denegado” a “concedido”, con la estricta e incuestionable condición de obtener información de calidad sobre las actividades del Gobierno de Esteban Estévez en relación a las redes académicas tejidas en nuestro país, lo cual también incluye al susodicho. Es indispensable, imperativo e impostergable que todos los días, hasta que retorne de ese viaje, nos envíe información de calidad, que nos permita tomar decisiones, de lo contrario, sus futuras iniciativas serán denegadas.

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