Que la casa

que la casa se sienta bien que sea como un pequeño sueño que va subiendo desde los pies en compañía de eso: tu gravedad de estar sin apremios hasta que la convulsión adentro sea una frágil caída de cristal hacia el abismo que designamos susurrando y no decimos por callar por seguir.

 

Ocaso

sos tu sombra rodeada de espectros cuando cae el vacío de la tarde o lo que de ella se insinúa en el ocaso dos cosas te salvan de no caer: tener siempre a mano una ventana abierta obsesiva su jadeante música como hipnosis quedar al límite del accidente y el otro portal que se abre atrás con banderas brillantes como anagnórisis que enseguida olvidás… pero la música, quién dice que no a la suavidad de un ensueño.

 

Piedra

(todo grito no es palabra es vidrio absorto indescifrable sudor y silencio intentando romper la piedra del propio cuerpo ante un algo imprevisto que uno llama intuición y se encuentra insecto visto en la noche o en los sueños, solamente, con horror, sin boca, con antenas)