La música electrónica ha tenido una cantidad abrumadora de nuevos giros y propuestas en los últimos veinte años. Una de las secciones más interesantes del género ha estado cobijada por la música ambient, que si bien tiene dotes musicales amplias y una propuesta sólida, tiende a ser particularmente lenta. En 2017, con el lanzamiento de Blurred, su nuevo EP, Kiasmos le dio continuidad a un proyecto que pretendía experimentar mezclando música techno y ambient.

Ólafur Arnalds se había mantenido fuera del contexto de la música techno hasta 2014, componiendo música de tonos minimalistas para soundtracks y para cierto público del ambient, resultando particularmente exitoso. Su propuesta incluía la mezcla de sonidos de cuerdas con notas de piano que se concentraban específicamente en un sonido largo que tiende a evocar un color dulce. Fue en la conjunción con Janus Rasmussen, un experimental puro, que nació el proyecto Kiasmos, con un álbum homónimo y muy aclamado por la crítica. Si bien la innovación en ese álbum no resulta un elemento a resaltar, se puede decir que la búsqueda palpable en ese trabajo es más una exploración consciente de los recursos que el dueto tiene en la palma de la mano. Podría decirse que se entiende esa parte del proceso en la que, después del despegue, se empieza a maniobrar para entender cómo manejar la nave, cómo hacer piruetas.

Es clara la influencia melódica de Ólafur en el proceso general de Blurred: cómo sus motivos melódicos solidifican la existencia de un pulso; de qué manera, en piezas como Blurred, se pueden equilibrar las oscilaciones intensas entre la existencia del bajo, casi percusivo, y los vestigios de un motivo que insinúa una melodía.

Kiasmos presenta una línea melódica especialmente simple y luego rota alrededor de ella para hacer del movimiento el objeto de la música. Si uno llega directo a escuchar Blurred, sin previo conocimiento del dueto, las sorpresas parecen tan mínimas como las líneas melódicas que el proyecto construye. La fuerza de este nuevo álbum yace en la posibilidad de crear más música que podría tocarse en un club o en un festival de ambient, una continuación de un proceso de vuelo y exploración del sonido. Si bien hallamos precedentes parecidos en el trance de Van Buuren, Oakenfold o incluso Tiësto, me atrevería a comentar que el control melódico que otorga la experiencia de Arnalds al proceso de la creación de música con altos BPM (beats per minute) es lo que, en general, arroja a Kiasmos fuera de lo ordinario en las propuestas del techno y el ambient. Esta combinación de velocidades en el sonido da lugar al casamiento de dos géneros que podrían ser considerados fundamentalmente antitéticos.

Uno de los principales temas que surgen en la escucha de un álbum de Kiasmos es que el objeto específico de la progresión de las piezas queda un poco difuso. Uno no podría distinguir activamente si la primera pieza habría quedado mejor al final o no. Estas elecciones plantean la posibilidad de que las suspensiones artísticas, los distintos clímax, se hallen un poco solitarios a lo largo del proyecto en general. Esta condición es más bien un resultado de la naturaleza del proyecto, pues el ambient, en muchas ocasiones, plantea la ausencia de una cúspide en la obra, dada su longitud, en contraste con el deep house o el trance. Aquí es donde considero que existe la mayor batalla entre la esencia de las musicalidades que conforman al Extended Play.

Arnalds, quien tiene un vasto repertorio en el dominio de figuras armónicas, agrega, sobre las bases de Rasmussen, un tono muy limpio y cuidado en materia de duraciones e intensidades a las grabaciones y presentaciones en vivo del proyecto Kiasmos. Algo muy agradable del acto de escuchar la música del proyecto se asienta en el hecho de que la música existe por sí sola, es decir, el objeto de las piezas no se enrolla en una especificación clara. Kiasmos no da música para bailar, pero tampoco podría decirse que no tendría sentido bailarla. El alto nivel de producción de Blurred es ya motivo suficiente para proceder a la escucha activa de los detalles en el sonido del álbum; es más, el balance íntimo entre los momentos más intensos de las piezas y las suavizaciones lo vuelven un viaje fácil, sin letargos.