Para Yola von Rohden

Más allá de toda la capacidad de ser, siendo, he sido:
sobreviví a los vientos, ahogándome en el pozo,
sobrevolé al colibrí, habiéndome vencido el cuervo.
He amado, habiendo sido amado, pero la noche es noche;
el día, día: las nubes, indiferentes a la lluvia,
se llenan y llueven sobre la sed de este suelo.
Las nubes no saben lo que son,
no saben lo que habrán de ser:
amedrenten la humedad,
apacigüen la tonalidad de esta tormenta
y lluevan,
lluevan,
y llueven:
¿a qué sabes tú, sol, cuando llega la noche?
Cuando pare de llover, ¿a qué sabrás con el recuerdo
de lluvia que llovió y desconoció la definición del agua?
Y llueven,
soleado el viento que antecede al pozo,
veloz el colibrí que no paró su vuelo para contemplar al cuervo:
¿y yo?
¿Y el viento que me dio los días del vuelo?
¿Y el colibrí que me otorgó la religión del cielo?
¿Dónde estoy yo,
dónde el viento
y dónde el colibrí?

¿Y el estúpido paisaje que me trae memorias
con el zumbido de la noche en que aprendí
   los verbos del amor
y no tan sólo el sustantivo?
¿Será siempre así?
¿Será que habrá ruina sin vino
y que lloverá y habrá sequías
y que veré y habré de soslayar el ruido?
Pero yo estoy ciego, lo que veo es el tiempo,
y siento en la mirada el viento,
porque sé que el tiempo es viento;
el viento, tiempo: mi mirada es mi recuerdo
porque
    llegué,
   me fui,
  regresé,
comprendí:
            las aves todas vuelan,
          los vientos todos soplan,
a menudo es noche; a menudo, día:
¿Por qué tememos tanto al frío
si cuando el calor nos veja,
lo pedimos:
              “ojalá…”?
Fuego que como nomeolvides quema
            como nieve;
que como arena
      la noche como suspiro:
¿dónde se esconde el viento
cuando las montañas se esconden?
Si pregunta el viejo por la juventud,
¿por qué pregunta y
qué desea saber?
Si pregunta por aquello que perdió,
¿cuál es la medida que pesa
lo olvidado?
¿Cuál el peso que mide
el recuerdo?
Toda antigüedad es ir a-n-d-a-n-d-o;
llegar a un mismo umbral;
comenzar a hablar
sabiendo cantar;
saborear el ritmo
en la canción del cielo:
creer en Dios es recordar:
olvidar la pasión de no poder olvidar:
saber que el misterio del pasado sabe a nuez;
saber que a almendra sabe el grito de no saber por qué…