Eric M. Tomasini-Bassols

Iconoclasta indómito. Concluyó su paso por el itam de una manera inexplicable para él mismo; en una ocasión recitó poemas de Rimbaud en medio de la plaza roja, y en otra distribuyó un manifiesto para defender a una cierta revista del alumnado de su posible extinción. Aprendió que la vida es un ejercicio de descubrimiento y visión, que somos los ojos con los que el universo se contempla a sí mismo, y que, por instantes, podía vivir sin tenerle miedo a la muerte. Después huyó a un monasterio trapense y nadie supo nada más de él, excepto que siempre fue un ejemplo de otro modo de ser humano y libre.