El viejo París terminó (la forma de una
ciudad/cambia más aprisa, ¡ah!, que el corazón
de un mortal)
Baudelaire

 

Del París de Haussmann a la ciudad hipermoderna contemporánea, el ciudadano genérico1 se enfrenta a una paisaje urbano que impone condiciones de subjetivación política. La ciudad en cuanto despliegue psicogeográfico2 de relaciones de dominación de clase específicas; escenario en el que se muestran y se reproducen. El paisaje físico de la ciudad moderna desplazó a la ciudad tradicional bajo un proyecto activo de renovación funcional que respondía a los intereses de la clase que otrora consolidaba su victoria hegemónica: “Los centros del dominio mundano y espiritual de la burguesía encontrarían su apoteosis en el marco de las grandes vías públicas, que se cubrían con una gran lona antes de estar terminadas, para luego descubrirlas como si se tratara de un monumento.”3

El proyecto moderno en tanto “destrucción creativa” encontró en Haussmann el “artista demoledor” que el imperialismo napoleónico necesitaba para la transformación activa de París bajo el impulso programático del capitalismo financiero. París “despertaba”4 en la modernidad mientras expulsaba al proletariado a los suburbios. El desarraigo de la clase obrera parisina por la acción de la especulación inmobiliaria vino acompañada de la regulación en el paisaje urbano de la lucha de clases: “El verdadero objetivo de los trabajos de Haussmann era proteger la ciudad de una guerra civil. Quería acabar para siempre con la posibilidad de levantar barricadas en París.”5 La empresa de embellecimiento estratégico se despliega en dos formas; hacer las calles más anchas para hacer imposible el establecimiento de una barricada, y conectar de modo más expedito los cuarteles con los barrios de los trabajadores.

urbanismo

A partir de Haussmann el proyecto de desarrollo urbano que despliega el capitalismo descansa en la dinámica del capital: la búsqueda perpetua de plusvalor genera el excedente requerido para la urbanización, y a su vez, la urbanización es necesaria para reabsorber el sobreproducto que engendra.6 Cuando en 1853 Napoleón III convocó a Haussmann, quedaba claro que el proyecto se trataba de resolver el problema de excedente de capital y mano de obra mediante la urbanización. La creación de la “Ville-Lumière”, financiada por deuda contraída con instituciones como el Crédit Mobilier y la Société Immobilière, logró transformar la sensibilidad parisiense y absorber el excedente del capital hasta 1868, momento en el que el sistema financiero especulativo se contrajo en una crisis financiera. Napoleón III buscó en la guerra contra la Alemania de Bismarck una válvula para exorcizar el excedente de capital, y en 1871 nació la Comuna de París. Para Harvey, “la Comuna se debió en parte a la nostalgia del mundo urbano que Haussmann había destruido (sombras de la revolución de 1848) y al deseo de recuperar su ciudad por parte de los desposeídos por sus obras”.7

La urbanización es, por lo tanto y a partir de ahora, un fenómeno político. Lefebvre es, quizá, el primero en anunciar la importancia de lo urbano en la estrategia revolucionaria. Si para el marxismo el agente de subjetivación política es por antonomasia el proletariado industrial, la “clase obrera” de Lefebvre está constituida por trabajadores urbanos de heterogénea naturaleza, generalmente fragmentados y divididos. La experiencia de la Comuna de París pronosticaba que los movimientos revolucionarios asumirían con frecuencia un carácter urbano. Para Lefebvre una política de lo urbano, la reivindicación de un “derecho a la ciudad”, no puede concebirse como un movimiento que aspire al retorno de la ciudad tradicional,8 sino que se entiende dentro de un movimiento revolucionario total que emancipe al hombre bajo un impulso anticapitalista, y cuyo objetivo sea la transformación de la vida urbana cotidiana. La ciudad, en cuanto generadora de subjetividades políticas, constituye el espacio de despliegue revolucionario: “Solo cuando la política se concrete en la producción y reproducción de la vida urbana como proceso de trabajo fundamental del que surgen impulsos revolucionarios, será posible emprender luchas anticapitalistas capaces de transformar radicalmente la vida cotidiana.”9

El proyecto de urbanización comporta la emergencia de una psicogeografía que estructura un reparto específico de lo sensible, y determina la condición de posibilidad de ciertas subjetividades políticas urbanas. La reconfiguración del espacio público hizo de la ciudad una mercancía, sujeta a la posibilidad de comprar “un modo de vida”. A los habitantes, la ciudad les es cada vez más ajena; la zonificación de uso de suelo y el proceso gentrificador amprado por el sistema financiero especulativo desarraigan a la clase trabajadora del núcleo urbano y la despojan de su poder creativo. El resultado ha sido la fragmentación espacial de la ciudad en “microestados”, dividida en partes separadas y autodeterminadas por el poder adquisitivo de sus integrantes, en latente tensión extrapolada por la creciente desigualdad económica.10 La conglomeración políticamente fragmentada del tejido social imposibilita la articulación de una conciencia de clase. Debord reconoce que “el urbanismo es la realización moderna de la tarea ininterrumpida que salvaguarda el poder de clase: el mantenimiento de la atomización de los trabajadores que las condiciones de producción moderna habían reunido peligrosamente”.11

La asunción de la nueva geografía urbana a partir de la destrucción creativa de la clase marginada política y económicamente siempre ha tenido un carácter violento. Haussmann expropió a los obreros su ciudad, arrojándolos hacia la periferia, bajo la tutela activa del Estado coercitivo. Y el modelo de gentrificación que Engels advirtió en 187212 se reproduce actualmente en gran parte de los centros urbanos: desplazamiento y desposesión, marginación de subjetividades a las que se les ha negado el derecho a la ciudad. El modelo de desarrollo urbano del capitalismo financiero, impulsado por la absorción de capital excedente, ha extrapolado las relaciones de dominación de clase a la esfera urbana.

Lefebvre lee el proceso de industrialización y urbanización desde su devenir dialéctico; se trata de una relación conflictiva, un violento choque entre realidad urbana y realidad industrial. El tejido urbano genera concentraciones exorbitantes de población, pero a su vez el núcleo urbano implota sobre sí mismo expulsando a la clase obrera hacia la periferia. Oposiciones intrínsecas se conjugan entre ruralidad, urbanidad, centralidad. Para Benjamin el pensamiento dialéctico es el órgano del despertar histórico. Y así como “cada época no sólo sueña la siguiente, sino que se encamina soñando hacia el despertar”,13 las tensiones dentro de la ciudad moderna prefiguran ya la ruina de los monumentos de la burguesía. La praxis revolucionaria se anuncia en el contenido onírico y la transformación de la vida cotidiana ahora.

La ciudad moderna supone el despliegue de un proyecto urbano amparado bajo la dinámica intrínseca del capital: reinversión del excedente del proceso de plusvalor. Es por lo tanto un proyecto activo de dominación de clase. Reivindicar el derecho de los desposeídos a su ciudad deberá ser parte de una lucha general por la emancipación de la clase trabajadora y el control democrático del excedente del capital. Habrá que derrocar y reemplazar la totalidad del sistema capitalista de acumulación, junto con las estructuras asociadas de poder hegemónico, pero la revolución tendrá que ser urbana, o no será.14

 


1 De la noción de ciudad genérica de Koolhaas, como aquella que está sedada, incapaz de despertar. Cf. Koolhaas, Rem La ciudad genérica, trad. Jorge Sainz, Barcelona, Gustavo Gili, 2006.

2 “Estudio de las leyes precisas y de los efectos exactos del medio geográfico, conscientemente organizado o no, en función de su influencia directa sobre el comportamiento afectivo de los individuos”. Cf. Debord, Guy E. “Introducción a una crítica de la geografía urbana”, en Teoría de la deriva y otros textos situacionistas sobre la ciudad, trad. Joaquín Ballarín, Barcelona, Museu d`Art Contemporani, 1996.

3 Benjamin,WalterLibrode los pasajes, trad. Fernández Castañeda et al., Madrid, Akal, 2005, p. 47

4 En el sentido de Benjamin en cuanto despertar histórico, que se avisa en los elementos oníricos, Cf. Benjamin, Walter op. cit. p. 49

5 Ibid., p. 47

6 Cf. Harvey, David, The enigma of capital, and the crises of Capitalism, London, Profile Books, 2010.

7 Harvey, David, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, trad. Juanmari Madariaga, Madrid, Akal, 2013, p. 26

8 Lefebvre, Henri El derecho a la ciudad, trad. J. González, Barcelona, Ediciones península, 1978, p. 138

9 Harvey, David, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, op. Cit. p. 14

10 Cf. Balbo, Marcello “Urban Planning and the Fragmented City of Developing Countries”, Third World Planning Review, 1993, pp.23-25

11 Debord, Guy, La sociedad del espectáculo, trad. José Luis Pardo, Madrid, Pre-textos, 2002, p. 145

12 Cf. Friedrich, Engels The Housing Question, Nueva York, International Publishers, 1935, p. 23

13 Benjamin, Walter op. Cit. p.49

14 Cf. Harvey, David, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, op. Cit. pp. 16 y 49.