Apuntes sobre la razón, 2015.


And it really doesn’t matter if I’m wrong I’m right.
The Beatles, Fixing a hole

Der Einzelne, das »Individuum«,
wie Volk und Philosoph das bisher verstand,
ist ja ein Irrthum.

Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos

I

Toda labor de pensar de verdad, especialmente hoy en día, debería comenzar por separarse de la estupidez colectiva, reinante y ampliamente asimilada. Esto es la objetividad.

II

A la gente le parece casi un crimen que un sujeto extraño no desee participar en “la política”, no desee prepararse profesionalmente para ser una persona “exitosa”, no desee creerse los cuentos de la economía y el estatus social, y no desee, en resumen, el placer individual que promete el liberalismo clásico a través de la propiedad privada y el consumo. A la gente le da miedo lo diferente de estos sujetos extraños, así que cuenta con instituciones que intentan contrarrestar su incómoda presencia: el Estado y el Libre Mercado. Esto es el totalitarismo.

III

La estupidez no es una cualidad que puedan o no poseer las personas. No es una cantidad escasa de conocimiento o de verdad. No es un error. No es una falta de racionalidad o, en términos de rational choice, un equilibrio no eficiente. La estupidez es la desproporción de las cosas con la realidad. Kafka tiene un cuento sobre la construcción de la Muralla China. En dicha historia, la estupidez no radica en la ineficiencia de su construcción, en la miseria de los trabajadores, en el absurdo de la burocracia y de la impersonalidad. La estupidez radica en la empresa misma. Esta crítica bien puede aplicar a toda idea de nación, de crecimiento económico, de progreso de la humanidad, de prestigio académico o artístico, en pocas palabras (y es importante el hecho de que sean pocas), a todo lo grande, lo espectacular, lo general y universalmente aplicable: a todo lo global.

IV

La hermenéutica lleva años de ser reconocida en el ámbito intelectual, particularmente en la filosofía. Su idea básica –no existe nada que no provenga de un horizonte, de un contexto particular– es bien conocida por todos los que proclaman el relativismo y el fin de toda ideología e intolerancia. ¿Por qué no se comprende, entonces, que sus leyes del mercado, del comportamiento utilitario y de la ciencia de lo social en general, no son otra cosa que extensiones conceptuales de un esquema de dominación, ficciones del pensamiento, producto de un contexto muy específico?

V

El sistema educativo es la materialización misma de los ideales necios del individualismo, la economía de mercado y la cientifización de la vida: se cree que se puede medir el conocimiento como si se tratara de un ente aparte o de un stock de algún tipo de capital, independientemente de las personas. Pero eso sí: ligado a un individuo en particular. Creo que hay que revisar la connotación positiva que se le da al término “educado” cuando se utiliza en una expresión como “él es un hombre educado”. Esto es la estupidez sistematizada y heredada de generación en generación.

Fernando López Martínez, Opción: Apuntes sobre la razón, 2015.

Fernando López Martínez, Opción: Apuntes sobre la razón, 2015.

VI

El poder y la estupidez casi se confunden. Quizá el poder es sólo un amplificador de la estupidez. El poder es la capacidad para cometer estupideces. Mentira que el poder es neutral y que se puede utilizar sabiamente para el bien. Creer que se posee la idea del bien, de la verdad, o del paradigma científico en turno, es en sí estupidez.

VII

La estupidez de la gente religiosa de épocas pasadas no radicaba en el contenido de sus ideas o en sus creencias, sino en que sentían que podían (y debían) imponer dichas ideas a los demás. Si cambiamos la doctrina de estas personas –doctrinas que defendían y “predicaban” incluso con la muerte– por cualquier idea actual o futura, y observamos el mismo afán de imposición, es fácil detectar la estupidez y la naturaleza de ésta en todo tiempo y lugar.

VIII

Los animales también tienen ideas. La diferencia con los humanos, y lo que los hace incapaces de estupidez, es que no tienen la necesidad, la voluntad o la habilidad para imponérselas a los de su especie o entorno y actuar en consecuencia. Esto debería arrojar una gran luz sobre la naturaleza del conflicto humano. Los animales no crean ideas en su cabeza y después buscan forzar la realidad para que encaje en ellas. Los animales no son estúpidos.

   

IX

Un niño que juega a ser el rey del mundo y mata a una gran porción de su población de seres imaginarios no es estúpido: es simplemente un niño. El dictador en África, en Chile o en Rusia, que aniquila a millones de personas por la idea que sea, es estúpido en un nivel exagerado. La estupidez está, pues, siempre situada y va de la mano de la capacidad de injerencia de la persona. Por eso abunda entre los reyes, los tiranos, los presidentes y en todo hombre en posición de poder.

X

Paradójicamente, el arte es esa necesidad de combatir la estupidez del mundo creando una liga con lo real a partir de lo creado. Por eso los expertos, los intelectuales, los políticos, los economistas, los académicos en general, no entienden de arte. Son tan miopes que ni siquiera se sienten aludidos por las obras del artista.

XI

La estupidez no es lo fugaz ni lo frívolo per se, sino convertir esto fugaz en el fin último y el objetivo máximo de la vida. Por ello en el gran mercado, la economía perfecta es una que está siempre en constante flujo, siempre en crecimiento, siempre innovando y engañando al consumidor para que el dinero no deje de circular. Atacar moralmente a la sociedad de consumo es válido, pero inútil. Demostrar la gran estupidez que la dirige es más útil y, por ello, más difícil.

XII

Un individuo maximizador de beneficio es también maximizador de estupidez. Si viéramos en la realidad a alguien que mecánicamente maximizara su supuesta utilidad, aun con todas las consideraciones y los peros que establece la teoría (restricción presupuestal, oferta, etc.), no dudaríamos en llamarlo estúpido. ¿Por qué un modelo que propone que todos somos así no lo es también?

XIII

La estupidez trae aparejada, necesariamente, un acto que altera la realidad. El acto, sin embargo, no se entiende sin una idea previa.

XIV

Mientras más instruida y educada la persona, más grave es el caso de estupidez que puede padecer. Como un deportista extremo que corre más riesgo de morir violentamente que una persona normal. Una estupidez enquistada tras años de endurecimiento mental. La estupidez es también el endurecimiento mismo.

XV

Me consuela saber que, en alguna época, la teología era el saber dominante y que incluso existieron algunos que pretendieron sistematizarla y convertirla así en una ciencia (véase la famosa Ars Magna de Ramón Llull). Me consuela saber que dicha creencia dominaba toda una cultura, que las mentes más poderosas la consideraban algo normal y que otras mentes, las consideradas extraviadas, sabían que se trataba de meras patrañas.

XVI

La estupidez actual es lo mismo que la creencia en los dioses, sólo que al revés: se le quiere atribuir un comportamiento mecánico a objetos que no actúan de dicha manera, igual que anteriormente se le atribuían características personales o divinas a los elementos de la naturaleza. Incluso se inventan conceptos (sociedad, país, clase social, mercado) y se postula que poseen ciertas cualidades modelables que estas abstracciones no poseen. No es nada grave, entonces, sospechar que se trate de una gran falacia.

XVII

Se critica también esa tendencia del hombre primitivo de buscarle a fenómenos naturales causas no naturales. Es el argumento básico y burdo del origen de la religión y la superstición: ven un trueno caer sobre un árbol y atribuyen el suceso a una entidad divina. Otra vez: ¿no se incurre en el mismo error al buscarle causas inexistentes, pero estadísticamente representables, a fenómenos sociales y colectivos que son de otra naturaleza?

XVIII

Ahora bien: si la estupidez es un desfase entre el pensamiento y la realidad, muchas otras cosas pueden entrar en esta clasificación: la mentira, las alucinaciones, el engaño, la perspectiva, la locura, etc. Sin embargo, la estupidez se caracteriza por querer forzar que las cosas se adapten a las ideas, es decir, por tergiversar e invertir el proceso espontáneo de entender y habitar el mundo. Por ello siempre va acompañada de la terquedad y de la imposición.

XIX

Se critica esa cerrazón de los fanáticos religiosos de ver en todo la intervención divina, de no ser capaces de quitarse los lentes de la religiosidad para comprender muchas otras cosas de la vida como la naturaleza, el arte, la diversión, la economía. No veo la diferencia entre este fanatismo y el que pretende encontrar explicaciones científicas o económicas a todo fenómeno social, trátese de la política o del comportamiento humano en general. Es necesario aceptar que hay cosas de la vida que no pueden (no deben) ser descritas o analizadas con el instrumental de las ciencias. Esto no es una rendición frente a la irracionalidad: es, más bien, una liberación del yugo de la estupidez y una valoración más real y acertada de las cosas.

XX

Al afán de imponerle orden a todo, de dominarlo todo, algunos lo llaman de otra manera y lo enaltecen; yo lo llamo estupidez.

XXI

Un gigante cuyas piernas son del tamaño de rascacielos y que puede destruir poblaciones enteras con sólo pasar caminando por ellas. Este gigante intenta amarrarle las agujetas a un niño pequeño. Con razón Hobbes le llamó Leviatán a su idea del Estado.

XXII

Toda esta estupidez no debe sorprendernos. Que los sistemas educativo, político y económico sigan una misma tendencia de imposición y de estandarización no debe sorprendernos. Quizá la sorpresa, y lo insultante, es que la gente no haga nada al respecto. Aquí entran en juego la democracia, la mercadotecnia y la educación. Esto es el dominio de la estupidez.

XXIII

En la vida real, la predicción y la prescripción producto de la Ley de los Grandes Números debería llevarnos a cambiarle el nombre y llamarla la Ley de los Grandes Rebaños. Quien no vea cómo algo supuestamente neutral –como debería serlo una visión científica de la sociedad– moldea, altera, crea, configura y violenta, más que describe u observa, es alguien que, con toda razón, es cotidianamente nulificado a través de esta ley.

Fernando López Martínez, Opción: Apuntes sobre la razón, 2015.

Fernando López Martínez, Opción: Apuntes sobre la razón, 2015.

XXIV

En ciencias sociales, un modelo de la realidad, para ser mejor y más funcional, debe ser más parsimonioso y más sencillo: debe explicar todo un fenómeno a partir de pocas variables o mecanismos fáciles de comprobar. Un modelo así explica más, pero se aleja igualmente más de la realidad. Para asemejarse más a la realidad, un modelo debe complicarse más, tomar en cuenta un número mayor de variables y desarrollar un cuerpo analítico y matemático mucho más complejo. Esto se asemeja más a la realidad, pero explica menos. Los modelos más complejos acaban por rendirse ante la gran cantidad de minucias de sus descubrimientos y se conforman con explicar el caso de un fenómeno particular en una situación específica. Los modelos sencillos pueden ser aplicados de manera general y por eso resultan lo más vagos e imprecisos para entender un fenómeno preciso. Hay dos posibilidades: que la realidad, en su compleja y unitaria sencillez, no se deja capturar por la fría racionalidad que todo lo quiere enmarcar en conceptos, o que son nuestras herramientas conceptuales, principalmente el lenguaje, las que resultan insuficientes para la tarea de comprender la realidad. Pero dejando de lado la belleza de la especulación, es pertinente señalar que en las ciencias duras esta paradoja no se presenta más que como un problema filosófico o epistemológico que no parece afectar el funcionamiento general de la respectiva ciencia. Sin embargo, en ciencias sociales el problema de esta diferencia, de esta tensión que distancia a los modelos de la realidad, se erige en un problema político. Y aquí resulta sorprendente la ceguera que domina (no hay otra mejor palabra para describirlo) el pensamiento y que encubre el hecho de la gran diferencia entre el objeto de estudio de las diferentes ciencias: no es lo mismo la labor científica que se encarga de teorizar y experimentar con los cuerpos y las fuerzas físicas, que la que reclama como objeto de estudio a la sociedad humana.

XXV

La trampa más grande de la estupidez es disfrazarse de razón. El gran progreso de la razón ha hecho al mundo más feo porque no hemos avanzado ni un ápice en la educación estética de las personas. A la estupidez no se le detecta por medio del juicio racional, sino por medio del juicio estético.

XXVI

La pornografía es una distorsión y una imagen viciada del hecho sexual. La mayoría de la gente la considera normal e incluso sana en el proceso de formación de los adolescentes. No entienden que si así crece una persona lo hace a partir de modelos irreales y aberrantes de la realidad; no entienden que se trata de un hecho que moldea la visión del mundo de la persona y no de algo simplemente neutral. La ciencia política es la pornografía del fenómeno político.

XXVII

Es intrínseco a cualquier autoridad que pueda ser cuestionada. Si una relación de dominio existiera de manera natural, divina o legítima, no sería necesaria la invención de la autoridad. Pero una vez establecida, toda autoridad se fortalece y perdura a través de un debilitamiento de la capacidad de cuestionar. La democracia ha desarrollado muchos mecanismos que parecen refrendar esta capacidad, pero quizá por ello son los más peligrosos: porque parecen algo que en realidad no son.

XXVIII

Hoy en día, y quizá siempre haya sido así, lo que menos necesita la humanidad es líderes. El ganado necesita líderes.

XXIX

La supervivencia o éxito de un status quo y sus correspondientes ideas no es un argumento a favor de nada (un repaso de la historia de las ideas lo demuestra). Al contrario, cuando se da una sintonía entre el pensamiento y la situación dominante de desigualdad y de explotación, como en la actualidad, quiere decir que el pensamiento no está cumpliendo su labor y está domeñado por la subjetividad. La estupidez dominante nos impele a rebelarnos contra su yugo, como una mula que se deshace de su carga por hallarla insoportable.

XXX

Sólo nos queda esperar que la vida animal no siga evolucionando, que no llegue nunca a desarrollar la técnica de los humanos porque “problemas” como los de acción colectiva, agregación de preferencias, monopolios, redistribución y un larguísimo y tediosísimo etcétera, serán problemas reales que tendremos que solucionar. Si los animales desarrollan las mismas capacidades superiores que nosotros los humanos poseemos, entonces la estupidez realmente dominará nuestro planeta.

XXXI

En medio de la tensión que existe entre el afán de describir/comprender y explicar/dominar, se cuela sutilmente la estupidez, y nos hace creer que realizamos el primer par de actividades cuando en realidad sólo seguimos un impulso por el segundo par. La ciencia de lo social es como un cazador que pretende construir una ciencia de los animales: inventa teorías y obtiene evidencia empírica, pero sus resultados son el producto de sus observaciones, de sus acciones y de la manera en que altera la realidad, es decir, todo lo que es capaz de ver es la “extraña” necesidad de huir de sus presas o el cadáver inmóvil e inútil de las mismas. Esto es la ciencia de lo social: una necrología o una imagen borrosa y forzada de lo específicamente humano. La universidad es una escuela de cazadores.

XXXII

Lo que impide la existencia de una ciencia de lo social es, por lo tanto, la naturaleza de su objeto de estudio, pues este es creado al momento en que se le quiere estudiar. El que exista la pretensión de desarrollar una ciencia de lo social se erige, entonces, en un conflicto político y la tecnocracia se vuelve el gobierno de la estupidez.

XXXIII

La universidad es el mecanismo perfecto del poder: las mentes más brillantes se someten voluntariamente al escrutinio, adoctrinamiento y control del capitalismo y su omnipresente mentalidad de mercado.

XXXIV

El valor de nuestro pensar debe medirse por cómo nos capacita para habitar el mundo, no por la funcionalidad o la capacidad de explicación de nuestros razonamientos. El éxito intelectual o académico, por un lado, y la supervivencia o la fuerza material, por otro, son igualmente inútiles para determinar este valor.

XXXV

La estupidez aglutina, iguala –empaqueta, para decirlo de alguna manera– a todos para que sigan funcionando en el mercado de la estupidez. Conforma y mueve a la totalidad de la sociedad. Qué paradoja tan triste y cruel que aquel que la denuncia, principalmente por su individualismo ciego y necio, acaba por ser sistemáticamente aislado. Aislado. Solo.

XXXVI

La estupidez humana nos impide comprender a los demás reinos de la naturaleza al retratar la vida animal como uno de estos dos polos opuestos: el reino de la libertad, felicidad e inocencia, o el imperio de la necesidad, lo despiadado y lo irracional.

XXXVII

Frente a las demandas y cuestionamientos de los pobres, en alguna época se les respondía recurriendo a la voluntad de Dios; posteriormente, a la del Mercado y su famoso laissez-faire.

XXXVIII

Usar las palabras correctamente es el primer paso en el combate contra la estupidez, en el camino a la emancipación de la persona. La gramática, las ciencias, la economía, la política, la religión, la filosofía, la historia y todos aquellos saberes que manipulan intencionalmente el lenguaje, deberían, por lo mismo, comenzar por dar unos cuantos pasos atrás.