Opción 113, Marzo 2002.


¿Qué puede explicar el temor, el rechazo o la desconfianza a la labor del pensamiento? Si la cultura es memoria intelectual y artística de la humanidad, su pasado y trascendencia, ¿no deberíamos alimentarla y procurar su crecimiento? Una sociedad sin cultura es una sociedad sin tiempo.

La universidad es un sitio privilegiado para la reflexión. Pero también es un lugar donde la pluralidad es amenazada por el individualismo, la libertad por la especialización y la producción de obras por el cálculo costo-beneficio. A pesar de ello, pocas tareas son tan gratificantes como brindar espacio a la reflexión de los miembros de una comunidad y compartir sus frutos. La difusión y creación de conocimiento es una labor noble que contribuye a realizarnos como humanos. Aun así, sus beneficios suelen pasar desapercibidos.

Quizá la repuesta se encuentre en un laxo sentido de comunión. Tal vez, a la pérdida de nuestra capacidad de asombro. Frente a lo primero, Opción lanza una apuesta para evitar el aisalmiento y promover el diálogo. Para lo segundo, es necesaria la humildad de lo sabios, aceptar que es infinito lo que ignoramos. La soberbia solo evidencia el pobre conocimiento de nuestras limitaciones frente al universo. Seamos entonces compañeros de viaje y no islas incomunicadas. Desde nuestras posiciones, hagamos honor al sentido de las palabras que nos aluden: comunidad y universidad, esto es, convivencia fraternal, plural y libre.