After nine days I let the horse run free
’cause the desert had turned to sea
there were plants and birds and rocks and things
there was sand and hills and rings […]

America, “A horse with no name”

El futuro lo encontrarás en el pasado, dijo el hombre de azafrán, y se largó sedoso y femenino por el pasillo, dejando huellas amarillas de harina. Desde el cielo la aurora me saludó con dedos Monsanto; ayer fueron rosados y homéricos, canta el bardo, pero hoy son naranja Monsanto. Chemtrails. Ojalá los aviones nos rociaran con la química de la mierda (abono metafísico)… pero nos rocían con química de mierda. Mosquitos zaca, zeca y zica se ocultan al llegar la grisácea luz, es de día, y satisfechos se duermen tras el festín. El perro mutante del vecino maúlla en el jardín de su barrio, rosa, fresa, edulcorado. Me encanta el olor a Napalm por las mañanas, chilla el loro. Los adulterados gallos cantan, las bombas biológicas se levantan. El futuro se presenta con un maléfico presente en las manos.

Miro al cielo… estelas. Desde que me habló de ellas la Neus no logro ver ni las azarosas aguas condensadas y aladas, ni los pálidos dibujos en el lienzo añil, ni los oráculos vidriosos y ancestrales en la pupila del cosmos. Sólo los malditos químicos que cambian el clima, esterilizan los campos y controlan los mercados. ¿En qué año estamos?

Miro al cielo… estelas. Bajo los ojos y el universo entero ya ha cambiado, la Tierra ha mutado. ¿En qué año estamos? El cielo es un espejo que lo refleja todo, el todo reflejado al mismo tiempo, el tiempo licuado en el instante del cielo. Allá arriba permanecen indivisos nuestros destinos, cifrados y escritos, y solapan hoyes, ayeres y mañanas. Todo converge en el gran cuenco de agua y de cielo.

Specere es mirar. Los espectros del porvenir son, pues, los espejos del futuro (las etimologías no engañan). Pasado, presente y futuro convergen en el mismo punto. Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?1

Los espejos han servido para vislumbrar destinos desde que asumimos nuestro destino: alabar a los dioses y tomar conciencia de la creación. Primero las aguas turbias y fangosas, luego el bronce verdoso y guerrero, siempre el reflejo infinito y vago, y atroz y sincero, y espantado y muerto. El enigmático objeto multiplicador simboliza el terror de nuestros ancestros al tomar conciencia de la temporalidad infinita y duradera.2 Eufemizado, sin embargo, se convierte en símbolo de la creación: “Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres”.3 La creación es un juego de espejos. No sólo Adán y Eva están hechos a imagen y semejanza de su creador. Los órficos cantaban:

 

Hace tiempo que los teólogos han convertido el espejo en el símbolo de la capacidad del universo para llenarse con el intelecto. Por eso dicen que Hefesto fabricó un espejo para Dioniso y que cuando el dios se miró y vio su imagen emprendió la creación de todo lo particular.4

 

El obediente barro adopta cualquier forma, y el falaz espejo replica cualquier forma. El agua (¡barro y reflejo confabulados!) es sin duda el primigenio espejo: se deja tornear, acariciado, y responde complaciente a cualquier mirada. Lo que carece de toda figura es recipiente de toda figura. Oráculo.

La vieja tira la moneda a un cuenco de agua y aceite. Alejandro y sus solares caballos ruedan, y la griega acecha. Acerca la arrugada oreja y escucha los animados dibujos ondulados, arrima la agrietada mano y palpa el rugoso ruido del bronce, aleja el ojo vivo y observa expectante las invisibles escrituras…5 Al otro lado de la ruta de la seda, a más de cuarenta mil estadios de distancia, tras los desiertos helados, los mares extintos y los bosques de frías encinas, un viejo lee, en el centenario caparazón, las grietas forjadas por el hirviente hierro.6 Se alisa los bigotes orientales. Resopla, inspecciona, especula en el espejo galápago… En el sur, María menea las cartas del tarot morena, L’AMOREVX, LE PENDU, LE JUGEMENT y el arcano sin nombre, y mira con los ojos vacíos los colores, apretando sus dientes de oro gitano, mientras el pañuelo le aprieta a ella las sienes doradas.

Pareciera que las diferentes técnicas de ver el destino tienen un principio común: el del reflejo; el del espejo. El principio no es exclusivo de la catoptromancia (el arte de la adivinación mediante espejos). En cualquier otra forma de augurar el nigromante ve la invisible esencia en un reflejo. Cuando la bruja pregunta quién es la más bella, el espejo le responde que Blancanieves, es decir, la parte más pura de toda bruja, nuestro destino virgen que desea renacer y lucha por imponerse al anquilosamiento y al miedo.7 De otra forma: Ares y Afrodita se encuentran, se acercan; Marte y Venus se acechan; Aries y Escorpión se aman. Prácticamente opuestos en la mesa celestial,8 se reflejan. Afrodita lo mira seductora, se sabe amor, promesa y sexo, se sabe, ella, bella, ardiente e invencible, fruto añorado de dioses y hombres. Venus, vespertino y auroral, marca celeste el comienzo y el fin del flirteo, las horas de encuentro y adiós. Se peina Afrodita, se mira con ojos pardos, se acicala amorosa y segura en el escudo de bronce del dios de la guerra, y no se da cuenta, vanidosa, de la trampa: confiada muestra más de lo que supone; no es su desnudo cuerpo lo que la traiciona, sino su alma reflejada. En el escudo la mujer se estudia ganadora, pero allí no está su seductor cuerpo, sino su alma trémula, custodiada por las manos ásperas y endurecidas del Ares de la muerte.9 Sutil tiembla la esencia.

Tengo quince años, estamos en una casa abandonada, y el Juanma cuenta la historia de la muerta Verónica (al nombrarla se te aparece invocada, y desde el espejo te clava las tijeras asesinas). Echamos a correr oscuros en la noche solitaria, escaleras abajo, faldas arriba, fresco verano, noche adolescente. Un brujo captura el alma de su enemigo en el vidrio que rebota, magia negra, magia sucia. El curandero recupera el alma del enfermo mediante la hojalata sacra. La atrae desde el rincón perdido: “El término manchú-tungús que sirve para designar al espejo se deriva de “alma, espíritu”, o más precisamente de “alma-sombra””.10 Con este instrumento mágico el chamán “ve el mundo”, “sitúa a los espíritus”, y por ello los mongoles lo comparan con un corcel, el caballo blanco que los arrastra en su vuelo,11 y que les permite entrar en los otros mundos.12

Los escudos no son lo que aparentan (armas defensivas); por su capacidad para capturar esencias, un espejo es también un arma ofensiva. Homero describe el escudo de Aquiles:

 

(Hefesto) hizo figurar en él la tierra, el cielo y el mar, el infatigable sol y la luna llena, así como todos los astros que coronan el firmamento: las Pléyades, las Híades y el poderío de Orión, y la Osa, que también denominan con el nombre de carro, que gira allí mismo y acecha a Orión, y que es la única que no participa de los baños en el Océano. 13

 

El escudo de Aquiles refleja en pequeño el universo entero. Cuando Aquiles se enfrenta a Héctor, no solamente luchan dos hombres: como en el juego de pelota mesoamericano, combaten dos partes del universo (sus armaduras son reflejos de órdenes superiores), luz y sombra, noche y día, se persiguen enloquecidas alrededor de las murallas troyanas del mundo.

Cerámica de figuras negras (Exequias, 550-530 a.C., Museos Vaticanos). Aquiles y Áyax entrenan la mente con un juego de mesa. La estrategia, el azar, las capas estrelladas y los escudos de animales entrelazan la vida cotidiana del guerrero con la guerra cotidiana de la vida (macro y microcosmos reflejan ambos un orden superior e invisible).

Cerámica de figuras negras (Exequias, 550-530 a.C., Museos Vaticanos). Aquiles y Áyax entrenan la mente con un juego de mesa. La estrategia, el azar, las capas estrelladas y los escudos de animales entrelazan la vida cotidiana del guerrero con la guerra cotidiana de la vida (macro y microcosmos reflejan ambos un orden superior e invisible).

 

También sucede a la inversa: el universo todo refleja todo destino (incluido el de Aquiles), porque en Grecia el cielo es un gran escudo de bronce:14 “Por eso dicen lo teólogos que [Hefesto] forja el bronce, porque es un forjador de cuerpos sólidos y resistentes, porque el cielo es de bronce como imagen de lo inteligible y porque el autor del cielo es un broncista”.15 El arte de mirar el reflejo de lo invisible en el cielo es lo que llamamos astrología, y su principio es claro: “cada una de las partes del Universo, ya se trate de un mundo o de un ser particular, es siempre y en todo lugar análoga al todo”.16

Afrodita (risueña) se ve desnuda en el escudo de su amante (Ares demoledor de murallas). Los separa el escudo forjado por Hefesto (cuclillo, mas ilustre proveedor de artificios). ¿Qué mira Afrodita? ¿La verde luna que forja el recuerdo de su consorte? ¿El sostén de la metálica adarga, al enemigo y amante que oculto tras el muro reflejante la desnuda del cuerpo desnudo y le aprisiona la temblorosa e ignota esencia? ¿O ese reflejo de Afrodita, a sí misma mira Afrodita, inquiriendo etérea si es superficie transparente, estremecida y falaz lo que la mira, o más bien fondo verde, inalterable y veraz?

La idea es inquietante: el escudo ataca y cautiva esencias. En la lucha no vemos al contrincante, sino nuestro reflejo en su escudo: somos nuestro verdadero enemigo. Así, el instrumento que impide el descuartizamiento propio despedaza al contrincante. Los bárbaros de las estepas tienen bárbaros ritos de iniciación: en las sociedades secretas se rocían rostro y cuerpo con ceniza para descender a los infiernos, sufren palizas y amputaciones.17 Están siendo desmembrados para renacer completos desde las cenizas:

 

Hoy tengo el cuerpo roto —dice un hechicero Amazulú—. He soñado que muchas personas se disponían a matarme. Me escapé, no sé aún bien cómo. Al despertar, una parte de mi cuerpo experimentaba sensaciones diferentes que la otra. Mi cuerpo ya no es el mismo en todas sus partes.18

 

El oficiante del oráculo estatal del Tibet, el de Nechung —hoy exiliado en India—, lleva un espejo en el pecho. En Mesoamérica, Tezcatlipoca es, literalmente, el “espejo humeante”, y es cojo por haber perdido un pie en la boca de Cipactli, el monstruo de la tierra (eternamente tiene un pie metido en el otro lado, jamás deja de estar en contacto con las fuerzas telúricas de donde provienen nuestros duendes). En el México precolombino, el espejo de obsidiana servía para comunicarse con el mundo sobrenatural.19 Esta facultad para unir y desmembrar es la que explica el uso del espejo con funciones oraculares, porque es él el único que puede enumerar el infinito, como dice en diamantinas palabras Borges en El aleph.

 

¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogo trance prodigan los emblemas: para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y las circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur […] el problema central es irresoluble: la enumeración, si quiera parcial, de un conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré sucesivo, porque el lenguaje lo es.20

 

El médium es capaz de asomarse al Aleph y regresar. En México no es sólo un concepto literario: es un concepto huichol. Entre ellos, nierika, Ojo de Dios, se refiere a

 

[…] artesanías de reciente aparición, a varios objetos rituales perforados en su centro, a los espejos usados por los mara’akate [curanderos] como instrumentos mágicos, a figuras iconográficas (peyote, flor, estrella…), a órganos corporales y facultades cognitivas, o a determinados lugares de culto considerados como lugares de paso (o puertas) entre distintos niveles del cosmos huichol. También se refiere al “don de ver” chamánico de los mara’akate y a la idea de síntesis del mundo […]. Independientemente de la forma que tome, el nierika designa casi siempre una parte central, que reproduce la estructura espacial del quincunce.21

 

Esta tradición de un punto especial en el cual se condensan realidades alternas explica, también, las leyendas de hoyos metafísicos que llevan a otros mundos, frecuentemente el de los antepasados, y que podemos encontrar tanto en otras partes de Mesoamérica —por ejemplo entre los tarahumaras— como fuera de ellas.22 No sobra decir que la luna y el sol fungen como prototipos de esos hoyos cósmicos por los que las almas llegan al otro lado.23

El nierika evoca un centro que es atravesado, como cualquier auténtico centro, por el eje del mundo, reuniendo en él todos los planos cósmicos.24 Por esa razón

 

El orificio central del nierika es un visor de doble sentido porque es el que permite a los ancestros ver dentro del mundo de los seres humanos y a los mara’akate tener comunicación con los ancestros. Además de que se puede ver Wirikuta […]. Así es como el orificio y el nierika mismo han sido concebidos como una puerta entre dos mundos.25

 

El maestro Eckhart nos da pistas para entender este fenómeno: “El ojo con el que yo veo a Dios es el mismo ojo con el que Dios ve en mí: mi ojo y el ojo de Dios es un único ojo y una única visión, un único conocimiento y un único amor”.26 La idea de que vemos porque nuestros ojos responden a una luz exterior, el sol, contradice la tradición recogida por los textos sacros de la India y Grecia. En los Upanishad, el Rig Veda y en Platón, la realidad exterior se forma por la potencia de la visión (y no a la inversa). Por eso mismo, para reunirnos con la verdad, nuestra mirada debe ser en redondo (recuérdese a Parménides y su “verdad bien redonda”). ¿Cómo mirar hacia nuestro interior?

 

Si alguien está mirando afuera por una ventana, deviene una cuestión de la lógica más simple señalar que para verse a sí mismo, uno debe mirar hacia adentro de la ventana.

Pero si la habitación está oscura, y la claridad externa es intensa, nosotros no veremos nada sino nuestro propio reflejo en la ventana. Así ocurre cuando miramos a los ojos de otro, y sólo vemos en ellos una pequeña imagen de nosotros mismos, como si fuera en un espejo.27

 

Para mirarnos a los ojos es para lo que hemos sido creados. Para la autoconciencia (¿acaso la hermenéutica no es conocerse a través del otro?). No debe extrañarnos que no haya nada más preciado en el mundo que la niña de tus ojos, o que en sánscrito, griego, latín, hebreo y chino la palabra que se usa para pupila signifique o tenga que ver con niña, mujercilla, doncella o hija, pues la mayor pureza del universo se concentra en el nierika de tus ojos, en los ojos que tengo enfrente y sacian mi sed de alma. Ya no busco en el espejo mi reflejo. Miro el reflejo del cosmos en ti, espejo.

Aunque no trate aquí de lo que hay detrás del espejo, debo mencionarlo. Ver en el pequeño agujero negro de nuestro rostro el rostro del alma es tan difícil como hacer pasar un camello por el ojo de una aguja, o como encontrar una aguja en un pajar, pero esa es nuestra tarea: dar con el diminuto punto que concentra un infinito (¡qué ridículo pensar en “el” infinito, ¿acaso no es “el” infinito un oxímoron?!). El más célebre místico sufí nacido en Murcia, Ibn Arabi, alude a este infinito minúsculo.

 

Debes saber que, cuando Dios creó a Adán […] sobró un poco de arcilla. Con ese resto Dios creó la palmera […]. Ahora bien, después de la creación de la palmera, quedó oculto un resto de arcilla con que se había formado la planta; este resto representaba el equivalente de un grano de sésamo, y con este resto Dios hizo una Tierra inmensa. Como en ella colocó el Trono y todo lo que éste contiene, el Firmamento, los Cielos y las Tierras, los mundos subterráneos, todos los paraísos y los infiernos, es todo el conjunto de nuestro universo el que se encuentra íntegramente en esta Tierra, y sin embargo, todo ese conjunto no es, con relación a la inmensidad de esa misma Tierra, más que un anillo perdido en un desierto de nuestra Tierra.28

 

El héroe (ciego y alumbrado) marcha hacia la imperceptible mota de polvo en el inmenso desierto del mundo. Luces, faros y espejismos, escudos, mariposas y reflejos —hall de espejos— lo encaminan. Se asoma el sagrado grano (¡ábrete sésamo!), vientos, rayos y centellas parten el cielo, y la tenue luz de azogue madura la invisible promesa crecida en tus ojos, el ignoto y reconocible cosmos que brota enraizado en tus ojos. Sopla el viento, y las últimas huellas del enigmático hombre de azafrán ya se han borrado.

 

1 Desarrollo una interpretación iniciática de este cuento en “El alucinante viaje de Blancanieves. Latencias chamánicas en la cultura occidental”, inédito.

2 Durand, Gilbert, Las estructuras antropológicas del imaginario, Introducción a la arquetipología fundamental, F.C.E., México, 2004.

3 Borges, Jorge Luis, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, en Cuentos completos, México, Lumen, 2011, p. 93.

4 Bernabé, Alberto, Hieros Logos. Poesía órfica sobre los dioses, el alma y el más allá, Akal, Madrid, 2003, fragmento 309. Sobre la fascinación juvenil ante el espejo he escrito “Pestañas de cristal”, en Destiempos. Revista de curiosidad cultural, febrero -marzo 2015, año 9, Editorial Grupo Destiempos, pp. 209-212.

5 Sobre estos asuntos léase Bloch, Raymond, La adivinación en la antigüedad. F.C.E., México, 1985, pp. 46-47.

6 Sobre estos asuntos léase I Ching, el Libro de las Mutaciones, Edhasa, Buenos Aires, 2010.

7 Esto es lo que defienden Sandra M. Gilbert y Susan Gubar (cfr. Barzilai, Shul, “Reading “Snow White”: The Mother’s Story”, Signs, Vol. 15, No. 3, The Ideology of Mothering: Disruption and Reproduction of Patriarchy (Spring, 1990), pp. 515-534).

8 Hablo de la correspondencia entre dioses olímpicos y signos zodiacales en “Dionisos, el zodíaco y el grial. Interpretación simbólica de ciertos pasajes órficos”, en Ex Novo, nº 4, diciembre de 2007, pp. 59- 81.

9 Eso sucede en El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde: la esencia está en el reflejo del cuadro, y no en el cuerpo del protagonista.

10 Eliade, Mircea, El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis. México: F.C.E, 2003, p. 136.

11 Cfr. ibid., p. 136.

12 Breeze Wood, N., “Mirrors of the Soul. The use of Metal Mirrors in Asian Shamanism”, en Shamanic and Buddhist Ritual Objects from Mongolia, Tibet, Nepal and Siberia. Recuperado de http://www.3worlds.co.uk/Articles/Shamans-Mirrors.pdf, 16/3/2016.

13 Ilíada, XVIII, 480 ss.

14 Sobre este asunto, Hardie, P.R. “Imago Mundi: Cosmological and Ideological Aspects of the Shield of Achilles”, en The Journal of Hellenic Studies, vol. 105, 1985, pp. 11-31.

15 Bernabé, op. cit., fragmento 274.

16 Guénon, R., El simbolismo de la cruz, ed. José de Olañeta, Palma de Mallorca, 2003, p. 30.

17 Eliade, op. cit., p. 69. Lo mismo le sucede a Dionisos, desmembrado en siete partes por los rencorosos titanes (Bernabé, op. cit., fragmento 308).

18 Ibid., p. 62.

19 Kindl, Olivia, La jícara huichola: un microcosmos mesoamericano México, INAH-Universidad de Guadalajara, 2003, pp. 218-220.

20 Borges, Jorge Luis, “El aleph”, en op. cit., p. 340.

21 Kindl, Olivia, “Imago mundi o parábola del espejo? Reflexiones del espacio plástico huichol”. En Bonfiglioli, C. et. al. (ed.) Vías del Noroeste II, México D.F., Instituto de Investigaciones Antropológicas- UNAM. Citado por Aguilera, S., “Mirando a través del espejo, recordando el camino primigenio. Un análisis iconográfico de la mitología y el ritual de los tarahumaras”, en Indiana 24 (2007), pp. 235-257, p. 249.

22 Es la interesante hipótesis que hallamos en Aguilera, op. cit. De este modo debe leerse también la leyenda asturiana del hombre que fue a buscar a su procurador a los infiernos por un hoyo, y de la que hablamos en “Las puertas de la percepción” en Opción. En el tiempo, número 180, febrero de 2014, ITAM, México D.F., pp. 93-98.

23 Sol y luna son caminos usados por los muertos para ir hacia el otro lado. Lo explico en “Mapas del otro mundo. Panorámica sobre los textos órficos”, en Estudios, Filosofía, Historia, Letras, número 105, verano 2013, ITAM, México, pp. 7-33, y con algo más de detalle en “El alucinante viaje de Blancanieves. Latencias chamánicas en la cultura occidental”, inédito.

24 Cfr. Aguilera, op. cit., p. 249.

25 Fresán, M., Nierika. Una ventana al mundo de los antepasados, CONACULTA-FONCA, México, 2002, p. 65.

26 Citado por Coomaraswamy, A., “Las ventanas del alma”, en Symbolos. Recuperado de http://symbolos.com/038vealm.htm , 10 de marzo de 2016.

27 Coomaraswamy, op. cit.

28 Corbin, Henry, Cuerpo espiritual y Tierra celeste. Del Irán mazdeísta al Irán chiíta, Siruela, Madrid, 2006, pp. 160-161.