I

Otro día, Adán habló con la serpiente. Tú dijiste que si comíamos el fruto prohibido seríamos como dioses. ¿Y no sóis como dioses? Ahora podéis elegir y sufrir y morir.

 

II

Abraham, mientras hablaba con los ángeles, era sobado desde los muslos hasta la ingle. Sara frotaba sus manos sobre el pecho y el vientre de Abraham. Oyó que decían: “El Señor se ha impacientado con vosotros, pues su incredulidad ha detenido los planes divinos de conquistar el mundo conocido”. Sara respondió: No es incredulidad, mis señores, sino que mis amores ya no encienden a este hombre, pues sus fluidos se secaron hace mucho tiempo. “¿Y quién os ha dicho que sería tu descendencia, descendencia de la carne?” Sara comprendió el motivo de la venida de los ángeles.

 

III

…Cuando Er, su hermano, murió, como dicen, “por hacer algo bueno que parecía malo”, Onán, por órdenes del jefe, debió desposarse con su cuñada, pues al hombre se le ocurrió no dejar chamacada antes de finarse. Se pensará que las posesiones de Er pasarían a Onán, pero no: como buen hermano, hacía un gran favor; era su deber engendrar un hijo con su cuñada a manera de hijo póstumo de Er. A este niño (si salía niña, ni modo, a tirarle nuevamente) pasarían todas las heredades, dejando a Onán en la penuria y en la servidumbre por un hijo huérfano y bastardo. Onán no era tonto: cada vez que calentaba la cama convenientemente, practicaba el coitus interruptum; así, ni hijos bastardos, ni pobreza ni soltería. Al jefe no le pareció tal actitud. Por lo tanto, Jove salió de su despacho con roof garden y vista terráquea; descendió los trece niveles del edificio; llegó al tugurio onanita; mientras buscaba algo en su gabardina le dio un chupete a su Faro, evitando bautizarlo; sacó su Chicago Typewriter, cortó cartucho y lo agujereó cuando hacía un cumshot sobre el rostro de Tamar.