Heriberto Yépez (1974) escribe narrativa, ensayo y poesía. Estudió filosofía,  psicoterapia y es Doctor en Literatura Hispánica con énfasis en teoría crítica. Es de Tijuana y, de acuerdo a su bio en twitter, es “persona non-grata @ 2 literaturas”. Entre sus libros publicados se encuentran las novelas Al otro lado (Planeta, 2008),  El matasellos y A.B.U.R.T.O (Sudamericana, 2004 y 2005), y los libros de crítica Ensayos para un Desconcierto y alguna Crítica-Ficción (ICBC, 2001) y Luna creciente. Contrapoéticas norteamericanas del s. XX (Cecut-Conaculta, 2002). Su obra en inglés Wars. Threesomes. Drafts. & Mothers fue publicada en Nueva York en el 2007. Es traductor de la antología de poesía y ensayística de Jerome Rothenberg (A Cruel Nirvana editada por El Tucan de Virginia) y de la obra aforística de William Blake (El diablo es parco. Aforismos de William Blake, Verdehalago, 2006). Actualmente es coeditor, junto con Juan J. Agius, y traductor de la colección Archivo Ulises Carrión, recopilación de varios volúmenes con los escritos y proyectos de este artista-escritor. Colabora regularmente en revistas de ambos lados de la frontera México-Estados.

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Creo, sin embargo, que es mejor introducir a Heriberto Yépez por su inicial: hache. La pronunciación de la consonante es cortante e incisiva; la gama de oscilaciones que produce, los escalofríos que esa hache genera más allá de lo que yo interpreto, es introducción suficiente.

 

José Pablo Loyola García

José Pablo Loyola García

 

Héctor Eduardo Chávez: A lo largo de tu obra, en tus columnas en Milenio, en tus libros, tus poemas o tus tweets, has denunciado el uso que algunos grupos literarios dan a ciertos autores o movimientos (el desprecio a Rulfo y la elevación de Paz, por ejemplo). ¿Crees que hay en ello alguna intención deliberada, que existe alguna motivación secreta para escoger a un autor sobre otro? Porque me parece, tal vez por ingenuidad, que a veces esa clase de sesgos ocurren más por razones impersonales, menos razonadasr, menos macabras, y que los defensores de ese sesgo defienden su ignorancia a secas, su incapacidad de salir de una caja o incluso su derecho a quedarse en ella, sin defender ninguna razón ulterior. ¿Cómo o cuándo identificas tú esa intencionalidad?

Heriberto Yépez: Los grupos intelectuales institucionalizados –por ejemplo, el grupo que se formó en torno a Paz–, funcionan de una manera clara. No olvidemos que Paz estaba directamente relacionado con el gobierno y durante los años setenta, ochenta y noventa acumuló mucho poder. Colocaba y quitaba personas, incluso de puestos gubernamentales, como sucedió con [Víctor] Flores Olea. Su equipo obtuvo beneficios económicos, puestos como funcionarios, becas, invitaciones, apoyos de toda índole. Todo eso lo negociaban Paz y sus allegados. No debemos ser ingenuos y pensar que los escritores mexicanos institucionalizados están sentados en el escritorio de su casa y viven de vender sus libros. Los escritores mexicanos del tipo de Paz han trabajado con el gobierno y con empresas que impulsan sus ideas y figuras debido a su afinidad política. Eso sigue sucediendo con Enrique Krauze y Letras Libres. Basta revisar sus currículums para notar que han vivido de los puestos y beneficios otorgados discrecionalmente por el gobierno y empresas afines. En años recientes, escritores como Álvaro Enrigue, Julio Trujillo y Ricardo Cayuela han pasado de Letras Libres a dirigir sectores importantes de Conaculta, porque el aparato de Letras Libres y el gobierno han tenido una relación simbiótica; son intelectuales oficiales del régimen. Incluso cuando salen del gobierno que utilizaron como trampolín en sus carreras, siguen recibiendo privilegios e invitaciones a través de las redes del gobierno. En internet, por ejemplo, es muy visible toda esa red: quién patrocina qué, mediante qué fondos y funcionarios. También es evidente que los lectores se han mantenido desinformados de este entramado. A ellos sólo llega la nota que dice que tal escritor o escritora ha recibido tal mención, premio, invitación, inclusión, nominación, traducción, sin saber que eso fue negociado entre agencias, contratistas, amistades, con presupuesto gubernamental. Les falta tener el archivo de la información completa, dar seguimiento a cómo se trazan las historias. Este momento exige que todos nosotros seamos historiadores.

 

H.E.C.: La pregunta anterior también está ligada a la forma de hacer crítica: ¿cómo hacer crítica “cultural” en México? ¿Cómo concibes esa labor crítica? ¿Aún es válido hablar de la existencia de un medio cultural? Porque si se piensa en la cultura en un sentido amplio (como entendía Ulises Carrión, por ejemplo, las estrategias culturales), la crítica cultural no se sujeta a categorías tan cerradas.

 

José Pablo Loyola García

José Pablo Loyola García

H.Y.: Hay un medio cultural intelectual claro en México. Lo define y controla Conaculta, ahora Secretaría de Cultura, y la propia dinámica de estos grupos intelectuales de larga duración como Vuelta/Letras Libres o Nexos, que son grupos afianzados y finalmente institucionalizados durante el gobierno de Carlos Salinas. Para mí, ser crítico significa no sólo que investigo la obra de Jerome Rothenberg o Ulises Carrión, quien, por cierto, fue uno de los autores sepultados por el medio paciano y otros círculos de poder, sino también enfrentarme directamente a tales grupos en la actualidad. Lo hago de modo diverso. Como ya dije, una parte de mi labor es reactivar los archivos borrados del arte y la literatura en México. Esto lo hago como investigador, analista, traductor, editor, difusor. La otra parte de mi responsabilidad es como ciudadano crítico, y eso lo hago mediante el periodismo cultural o posts en redes sociales. Hay que ser versátiles, polifacéticos, porque la crítica es nuestra responsabilidad y tiene un costo alto: ser borrado, censurado, odiado. Pero eso no me importa. Mi compromiso es con principios, no con personas o intereses. Obtengo placer de ponerme al servicio de causas más grandes; eso me motiva. Y elegí causas en las que realmente puedo contribuir. No tengo idea de cómo contribuir al cambio climático, pero sé perfectamente cómo intervenir en las luchas intelectuales, cómo ganar batallas para mayor justicia en ese campo. Soy un guerrero y mis armas son la poesía y la crítica.

 

H.E.C.: En Contra la televisión, luego de describir la etapa telefísica de la humanidad, analizas cómo ésta se ha manifestado en México. ¿Cómo cambia tu diagnóstico con la expansión del internet? Hablo en particular del surgimiento de otros metapoderes: pienso, por ejemplo, en Sopitas, en SinEmbargo, en algunos medios estadunidenses, que a pesar de ser medios más o menos novedosos o distintos, se han constituido, para varios grupos, como la fuente predilecta, sin haber necesariamente abandonado las prácticas más nocivas de la televisión.

H.Y: Mi diagnóstico incluía a internet. Por otra parte, creo que desde 2007 se han agudizado los fenómenos telefísicos, es decir, las lógicas culturales regresivas. Un lema como el de Trump (“Make America Great Again”) es el mejor ejemplo de lo que ahí expliqué. Mi análisis de fenómenos culturales, creo, ha sido acertado. Más de una hipótesis mía ha quedado demostrada años después. Sin embargo, soy muy consciente de que soy un intelectual atípico, independiente, incómodo y distinto al intelectual mexicano promedio. Creo que soy una especie de intelectual ciudadanizado y electrónico, y que, por lo tanto, no encajo con el modelo de intelectual oficial. Esta diferencia de perfil tiene como resultado operar debajo de los canales habituales y la difusión de mis propuestas creativas y críticas tiene otro ritmo al de los intelectuales que el gobierno promueve a través de todo tipo de mecanismos.

 

H.E.C.: Recuerdo una columna en Milenio donde criticabas al escritor que postea fotos, chistes, agradecimientos gubernamentales: al escritor que vendía su marca y no su obra. ¿Al artista para qué le sirven (y para qué deberían servirle) las redes sociales? ¿Qué puedes decir de tu activismo en Twitter en relación con tu obra?

H.Y.: Desde que comencé a usar blog, en 2002, me quedó claro que las redes forman co-pensamiento. Para mí, escribir en internet es intervenir en el proceso de formación de una nueva mentalidad colectiva. Hay quienes utilizan las redes para promover su imagen personal y extender sus redes de amistades, ayudar su carrera. En mi caso, uso las redes para intervenir en la formación de una mente más crítica y, por lo tanto, no me interesa ser molesto para algunos. Por otra parte, muchos lectores me expresan su simpatía y apoyo. Todo el tiempo recibo emails y mensajes de agradecimiento y respaldo o colaboración para hacer fluir ideas, links; otros los envían a sus contactos, hacen redes críticas. Para promover tu carrera debes caer bien, decir tonterías o linduras; para beneficiar al planeta, hay que ser innovadores y críticos. Lo uno y lo otro no siempre son compatibles, así que prefiero sacrificar simpatías. Si mi obra creativa vale la pena, ya será leída y cuidada por otros en el futuro. Lo que ahora me interesa es colaborar, desde los libros e internet, a estimular un nuevo pensamiento, específicamente, radicalizar el co-pensamiento en gestación.

 

H.E.C.:¿Cuál es ese nuevo pensamiento?

H.Y.: En internet se está formando, por ejemplo, un nuevo programa anarcocomunista. La forma en que compartimos e intervenimos textos electrónicamente está promoviendo formas de pensar basadas en compartir, propiedad transindividual, flujos no-estatales, multicéntricos. Muchas colectividades están preparando una revolución mundial; la organización de esta insurgencia popular-electrónica no es del todo consciente, pero las señales son inequívocas. Viene un levantamiento en contra del capitalismo y no será contenido por las fronteras ni necesariamente se parecerá a las revoluciones anteriores. Este pensamiento que se está formando, según lo observo, se refiere principalmente a cómo los ciudadanos desean transformar la realidad más allá de elecciones, partidos, empresas y gobiernos. Como internet es fuertemente visual y verbal, la escritura es clave; hay que elegir zonas de intervención e intensidad.

José Pablo Loyola García

José Pablo Loyola García

H.E.C.: No puedo obviar a Kenneth Goldsmith1: has sido uno de los pocos escritores mexicanos (si no es que el único) en condenar tajantemente su “tributo” a Michael Brown. Tú lees ese “tributo” como el comienzo del fin del experimentalismo estadunidense –al menos del experimentalismo como se le conocía. ¿De dónde partes para criticar esa pieza? (No deja de parecerme curioso, por cierto, que poco después de aparecido ese texto se publicara una reivindicación de Goldsmith en Horizontal y en Tierra Adentro.)

H.Y.: Conozco el experimentalismo norteamericano desde hace más de dos décadas. Me formé leyendo poesía norteamericana de vanguardia y las contrapoéticas de posguerra. Pude reconocer el fin del experimentalismo norteamericano porque llevaba muchos años dándole seguimiento. Con todo respeto para mis colegas en México, muchos apenas han llegado a él hace poco tiempo. No lo conocen a profundidad. Han llegado tarde y por encima, por eso no han podido entender lo hecho por Goldsmith. Además, tiene huecos en la teoría y conciencia social que lo hace identificarse con el autor blanco racista y no con las poblaciones no-blancas que ofende y ridiculiza. Otro punto es que también he conducido mi trayectoria en Estados Unidos. Allá también soy un agente incómodo; entonces mi perspectiva es distinta. A los poetas norteamericanos les hice una crítica desde que comencé a interactuar con ellos profesionalmente dentro del círculo experimental, que también han tardado años en aceptar. Lo que he explicado en El imperio de la neomemoria en 2007, mi crítica a la relación entre imperialismo y experimentalismo, apareció entre ellos en 2015 de modo visible. Todo esto lo hago porque quienes buscamos la innovación debemos hacerlo de modo transnacional. Mis colegas que hacen las apropiaciones en 2014 o 2015, que los norteamericanos hacían en 2005, con toda pena, me parecen coloniales, derivativos, copias de copias; es como los poetas que en los años cincuenta “descubrían” el surrealismo que ya se había explorado treinta años antes. El experimentalismo ya terminó como lo hemos conocido. Creer que hacer apropiación, deformance, parataxis, neoconcretismo, etcétera, medio siglo después que los brasileños o los norteamericanos es, francamente, un aviso de que hay muchas lagunas de información y autocomplacencia que remediar ¡ya!

 

H.E.C.: A riesgo de hacer una pregunta bastante repetida: ¿Cómo hacer poesía después de todo esto, después de que la poesía ha colaborado tan visiblemente, como en el caso de Goldsmith, con la represión?

H.Y.: La poesía siempre ha colaborado con la represión, no es nada nuevo. En un artículo académico sobre la “dictadura de la forma perfecta” expliqué, precisamente, cómo la literatura mexicana tiene la función de llegar a una forma estética “perfecta” que recree las condiciones de represión del descontento popular instaurado por el Partido Revolucionario Institucional. Si alguien quiere entender esta faceta de la literatura en México, lo remito a ese artículo, donde lo exploro a través de la relación de la crítica y la “narcocultura”. Pero otro aspecto de la poesía ha sido su elemento disensual e inventor de formas de vida. Los poetas no sólo han sido agentes de la contrainsurgencia sino también insurgentes. Para mí, entonces, la poesía no es necesariamente escribir versos sino poner en juego, tensar, esta lucha interna de la poesía, entre su policía y su rebelde en conflicto, hacer que la lucha continúe. Hacer versos no te hace poeta. Los poetas hacen los mejores versos, sí, pero incluso los mejores versos no son ya una definición suficiente de la poesía, de la misma manera que la pintura o el ready-made no son garantía de arte hoy. La obra de Goldsmith es una neutralización de la insurgencia, un pacto de pacificación. Por eso ha agradado incluso a la Casa Blanca y, por supuesto, al gremio literario mexicano, que se han identificado con la contrainsurgencia del conceptualismo norteamericano. Pero la poesía no es solamente esa rendición; la poesía es también la destrucción del policía, el levantamiento.

 

H.E.C.: Desde la frontera, ¿cómo percibes el clima electoral en Estados Unidos? ¿Cómo entender el estallido de la discriminación, antes (supuestamente) oculta? ¿Qué influencia ha tenido la cobertura del fenómeno?

H.Y.: Creo que la discriminación estaba oculta para otras geografías y clases sociales. Pero para los migrantes centroamericanos que cruzan México y Estados Unidos, de ida y vuelta, o para los afroamericanos en Oakland o las empleadas mexicanas que cruzan a diario Tijuana-San Diego el racismo está ahí todos los días. Pero entiendo que en otros lugares y grupos, donde no hay contacto directo con Estados Unidos, y que creyeron en lo que los medios simulaban, les pueda resultar sorpresivo lo que ven en las pantallas y creer que algo extraño sucede en Estados Unidos con la campaña de Trump. Pero para quienes vivimos en Estados Unidos o en la frontera, nada de esto nos resulta inesperado; es la continuación de la vida geopolítica cotidiana y preocupante.

 

H.E.C.: Hace poco escribiste en un tweet que el momento para condenar el fascismo es ahora. ¿Qué opciones tiene alguien que no puede –porque no escribe, porque no produce ni distribuye arte– hacer oír su voz? Aquí me refiero también a los “godínez”, a cualquiera ajeno al medio artístico.

H.Y.: Bueno, no me gusta eso de “godínez”, porque es un término dicho desde el opresor, igual que “chairo”; usarlos es ponerte en el lugar de la bota que quiere aplastarte. No creo, sinceramente, que la gente que me sigue en internet lo haga porque soy escritor. Me he dado cuenta que muchas veces no han leído un solo libro mío. Muchas veces les ha gustado la idea que les llegó por un retweet, digamos, y luego, ya después, se han enterado que soy escritor, cuyos libros, por cierto, no siempre son fáciles de conseguir. Hay distintos tipos de lectores hoy; lectores virtuales (unos de posts exclusivamente; otros de posts y webs o descargas) y lectores de libros impresos. En cuanto a la capacidad de producir ideas e influir en otras mentes, creo que cualquier persona que se lo proponga y tenga los medios para hacerlo puede convertirse en las redes en un vocero de propuestas nuevas y críticas. No creo que el propósito sea tanto hacer oír tu voz individual, sino colaborar con la formación de un pensamiento transindividual, y eso se hace con retweets, links, posts sintéticos, no sólo con la expresión de ideas personales. Creo que bastaría que una persona trabajara en sí misma y, posteriormente, describiera en redes lo que sucede para que se convirtiera en una emisora de comunicación alternativa. Lo único que yo hago es describir lo que sucede. Pero como mis colegas tienen la venda y el tapabocas puestos semivoluntariamente, mis descripciones son tomadas como “provocaciones” o “insolencias”. En realidad, son sólo percepciones y conceptualizaciones de lo que sucede.

 

H.E.C.: Me gustaría profundizar en las desigualdades del acceso a la crítica: alguien sin las redes adecuadas no va a hacer oír su voz. Me parece que la consecuencia de incluir la distribución en el proceso artístico, de ponerla a la par de la obra, es la introducción (o el reconocimiento, mejor dicho) de un elemento no meritocrático en el arte. Este elemento, sin embargo, no se combate lo suficiente: se acepta que el artista tiene ahora en sus manos la distribución de su obra, pero no que, en principio, no todas las obras partirán del mismo punto. No niego que quizá ello sea el anhelo de un escenario demasiado ideal, pero mi pregunta se refiere más bien a las redes, al networking y al olvido, que a veces parece total, de la meritocracia en el arte y en la literatura. Al pensar, por ejemplo, en lo que le publican a Gabriel Zaid en Letras Libres y, en general, en el hecho de que un escritor parece trabajar para ganarse el derecho a escribir porquerías –pero pienso nuevamente en Carrión y entiendo, intuyo que las redes no cumplen la misma función en ambos casos, aunque el peligro de priorizar nombre y contacto sobre obra permanece. ¿Dónde marcas la línea entre ambos casos?

H.Y.: Pienso todo esto de modo distinto y como un proceso largo, un esfuerzo lúcido y sistemático. En 1994 yo estaba en una colonia sin ningún servicio público. De niño fui empacador de supermercado y luego obrero de la maquiladora, entre otros muchos trabajos humildes, muy duros. Mi madre me dijo que aunque ella no había podido ir a la primaria, yo debía tomar los libros y educarme. Hice caso y eso hice. Mediante la escuela y la lectura y una disciplina clara decidí convertirme en escritor y luchar por un mundo nuevo desde mi propia esquina. Yo sería la última persona que alguien esperaría que se convirtiese en un intelectual de cualquier tipo. Así que no creo en obstáculos terminantes para dar la lucha. Soy un escritor de Tijuana, siento que la propia ciudad me da fuerzas, es la sangre que corre a través de todas estas palabras y las impulsa.

 

H.E.C.: Entre diálogo y radicalidad, ¿cuál ves más efectivo? ¿Los entiendes como mutuamente excluyentes o hay entre los dos cruces a seguir – cruces valiosos, ejemplares?

H.Y.: El diálogo y la radicalidad los pongo al servicio de la verdad. Si el diálogo no sirve para la verdad, entonces no hay que perder el tiempo charlando de mentiras, no queriendo llegar al grano o a la complejidad de lo real. Igual con el radicalismo que sólo es un andar por las ramas o dogmatismo. Más que todo, creo en la parresía, es decir, en tener un proceso disciplinado de volverte un sujeto preparado para la verdad y, una vez alcanzado este punto, abanderar el conocimiento verdadero sin importar las consecuencias. Otra clave que tengo es que para mí todo comienza todos los días. No hay día que no lea un texto nuevo y no relea otro. Me mantengo aprendiendo nuevas zonas. Busco cruzar saberes, desde la psicología hasta el arte, escribir en dos idiomas, estar atento a varias búsquedas contemporáneas, porque esta época nos exige ser diagonales, comprometidos, listos para dar el combate y escuchar lo que viene. Uno debe escoger con quién dialoga, qué escuchas. Si te pones a hablar con gente que sabe lo mismo que tú o menos, no llegarás muy lejos. A veces jóvenes lectores me preguntan qué leer y les digo que lean a Buda, Lao Tse, Cervantes, Shakespeare, Hegel, Borges, Neruda, Stein, Rilke, Pessoa… Si te pones a leer principalmente novedades editoriales o webs mediocres, puede que termines tragándote a los escritores que inventa el gobierno mexicano o el gringo. Pero si tienes una base firme de lecturas, entonces, no sólo sabrás distinguir calidades sino que, sobre todo, te volverás un defensor del pensamiento verdadero y la poesía radical. No aceptarás chatarra y sentirás un llamado a comprometerte con la más alta inteligencia.

 

H.E.C.: También creo que es importante la pulsión por mantenerse al servicio de la verdad, pero me parece un camino de cierto modo riesgoso: el siglo pasado y lo que va de este, con sus atrocidades, es simultáneamente ejemplo de aversión al diálogo y de apego a la verdad (al menos a cierta verdad que se pensaba que era la verdad). ¿La respuesta es tan tajante: cerrarse al diálogo de mentiras? ¿Cómo convencer a los mentirosos o a quienes obstaculizan la verdad –cómo cambiarlos o adherirlos? ¿Cómo erradicar su cerrazón a lo verdadero sin caer en la autopromoción, sin repetir sus vicios? ¿Cómo hacer que el diálogo, si no sirve, sirviera para la verdad?

H.Y.: Lo que se llama “diálogo” muchas veces es sólo llegar a un consenso conveniente entre dos personas. Vamos a suponer que una persona cree en la creación bíblica y otra en la evolución, y se ponen a “dialogar” para llegar a un punto medio, a un acuerdo. Sin duda, eso no tiene ninguna seriedad. Creo que, más que querer “dialogar”, debemos querer aprender, conocer, construir conocimiento, es decir, verdad. Muchas veces la gente que dice que no hay “verdades”, sin embargo, acepta su casa, su ropa y una infinidad de cosas como reales y verdaderas. Curiosamente, sólo pone en duda cuestiones relevantes. Muchísimas veces, es mera resistencia a aceptar una verdad que no te conviene. Los guerreros partimos de certezas, a través de esas certezas, que deben volverse cada vez más exactas, más precisas, más profundas, avanzamos en terrenos inciertos. Si no tienes certezas, entonces, no luchas. Te quedas en las dudas, en las discusiones eternas, en la opinión indecisa. Ahora, como he dicho, hay una incertidumbre, se está gestando un nuevo co-pensamiento revolucionario, pero ese co-pensamiento no carece de certezas, no estamos nada más flotando en la ignorancia o incertidumbre total; tenemos ya muchas verdades, conocemos cómo funciona la psique, la literatura y miles de cosas más. De esas verdades partimos hacia otras. No me interesa el “diálogo”; me interesa el conocimiento. Por eso no me interesa “charlar” con otros. Me interesa aprender de ellas y ellos, que me expliquen lo que saben, me interesa analizar lo que producen. A mí me interesa saber cómo es el mundo, cómo transformarlo. Todo lo demás lo considero temor de esclavo o falsedad de amo. Destruir el temor del esclavo y la falsedad del amo es lo que defino como crítica.

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1 Kenneth Goldsmith es un artista estadounidense promotor de la escritura no-creativa. En marzo de 2015, como parte de una conferencia en Brown University, Goldsmith leyó la autopsia de Michael Brown –el adolescente negro estadounidense asesinado por un policía en Ferguson, Missouri– columpiándose hacia atrás y hacia adelante, haciendo énfasis en que los genitales de Brown eran “insignificantes” (unremarkable). Esa caracterización no era parte del informe de la autopsia. Goldsmith pidió después a la universidad que no hicieran público el video de su intervención.

En México, Heriberto Yépez fue el primero en criticar conceptualmente y divulgar la lectura de Goldsmith (http://www.milenio.com/cultura/milenio_laberinto-archivo_hache_laberinto-escritor_Kenneth_Goldsmith-heriberto_yepez_0_484151954.html). Puede también leerse un resumen de la obra de Goldsmith y de la polémica aquí (http://www.newyorker.com/magazine/2015/10/05/something-borrowed-wilkinson) y también en (http://thequietus.com/articles/17912-kenneth-goldsmith-vanessa-place-michael-brown-appropriation-gringpo-mongrel-coalition).