Hablar de “nosotros”; escribir desde la diferencia enunciada, desde un archipiélago. Escribo “nosotros” desde mí y siempre para otro. Dificultad de quien se asume en lo-otro, aunque asumiéndose, se entiende “nosotros”: nosotros-lo-otro. Pareciera ser que el deseo extiende una llaga, una herida abierta que engendra mundos antagónicos; mundos de lo igual y mundos diferentes: que enuncia lo-otro, lo distinto. Desde una axiomática que traza los límites del deseo, lo otro no puede sino refugiarse en la pluralidad, diversa, que se entiende distinta: un “nosotros”, convulso e inaprensible. Y al nombrado1 homosexual, bisexual, transexual, al disidente sexual, no le queda mas que saberse lo-otro, vivirse como lo-otro. A diferencia del heterosexual –espacio privilegiado de la subjetividad–, su voz y su identidad son siempre apéndice de su preferencia sexual. El mito del reconocimiento en las sociedades liberales contemporáneas no hace sino ocultar las cadenas del deseo; se tolera lo otro pero sólo en tanto que marginal, ajeno. La emancipación del deseo no haría sino devolver lo marginal al centro, generar una sexualidad sin rótulos. La naturaleza transgresora del deseo diverso supone una nueva economía del cuerpo, del placer, y por lo tanto, del poder.

 

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Lo que se rechaza y se repudia en las sociedades contemporáneas no es la práctica sexual desviada, ni las pulsiones que de las narrativas fantasiosas de ellas se desprenden; se rechaza el agenciamiento cotidiano de subjetividades que predican nuevas formas de sensibilidad bajo la luz del día: no es la experiencia del placer lo que resulta intolerable, es el ver a dos homosexuales caminar felices, tomarse la mano, sonreír.2 Fue Foucault el primero en advertir la naturaleza desexualizada de la homofobia, “no hay ansiedad, no hay fantasía detrás de la felicidad”,3 es ahí donde nace la intolerancia:

 

La intolerancia hacia la homosexualidad, lejos de ser una expresión desplazada de las ansiedades que nutren la misoginia, es mas bien una ansiedad política, ante el subversivo y posible revolucionario reordenamiento social que comporta.4

 

La posibilidad de crear nuevas formas de relacionarnos unos con otros supone una reterritorialización del ejercicio del poder en nuestra sociedad;5 comporta la superación del sistema de interpretación que le brinda estabilidad –mismo que define una axiomática de lo tolerable y de lo diferente. El proceso de redefinir la forma en que nos relacionamos socialmente no puede estar disociado del proceso de emancipación del cuerpo, de la economía de sus placeres, de su erótica: del deseo. En La Historia de la Sexualidad, Foucault traza la conexión entre la organización personal de los placeres y formas generales de organización social: el poder en nuestras sociedades funciona no a partir de la represión de desviaciones sexuales espontáneas, sino produciendo múltiples sexualidades, y es a través de su clasificación, distribución y calidad moral que los individuos que las practican pueden ser aprobados, castigados, marginados, disciplinados, o normalizados. [Hoy en día pareciera ser que los homosexuales han obtenido victorias “políticas” en algunas democracias liberales; concesiones de derechos civiles –que en principio deberían ser inalienables. Concesiones que no hacen, sin embargo, mas que estandarizar, normalizar y disciplinar las relaciones afectivas: “no se trata de integrar la práctica reducida y extraña de hacer el amor con alguien del mismo sexo en campos culturales preexistentes, sino de crear [nuevas] formas culturales.”6]

Desde la homosexualidad es posible “desplegar nuevas potencialidades relacionales y afectivas”; esbozar paraísos diversos. El camino hacia la construcción de nuevas formas de relacionarnos se abre en la superación de las clasificaciones disciplinarias, en redefinir los límites del cuerpo, del placer, y de la sexualidad en general. No se trata, pues, de un ejercicio que suponga la expansión de la economía del placer. Ésta ya está dada, pues es tolerada y en tanto que tal, aceptada en una axiomática que lo normaliza. Se trata de superar el sometimiento insidioso, internalizado, sobre el cuerpo y la sexualidad, de desmitificar su relación. De construir –y defender–, al final del día, nuestra felicidad.

 

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La homosexualidad no puede trazar su agenciamiento subjetivo, predicar su sensibilidad y deseo revolucionario, desde la homosexualidad. La relación binaria entre homosexualidad y heterosexualidad se da como una oposición jerárquica en la que la heterosexualidad se constituye como negación de la homosexualidad;7 le da su realidad sustancial. Construcción discursiva que define a partir de la diferencia y la oposición indisoluble. [Y aún cuando existe una realidad homosexualidad en tanto que preferencia sexual, no supone de facto una existencia social inequívoca, una comunidad homogénea]. La heterosexualidad hace de la homosexualidad un objeto de conocimiento, objeto inagotable de análisis pero nunca un espacio subjetivo viable, “nunca una posición desinteresada, legítima e imparcial desde la cual se pueda hablar. Nunca está autorizada a hablar excepto como la voz ocasional de una subcultura minoritaria desvalorizada a priori.”8

A la idea de reconocimiento, opongo devenires subjetivos, procesos de singularización a través de individuos y colectivos sociales, que configuran la propia existencia de esas realidades subjetivas; la lucha de las minorías se debe enunciar fuera del carácter defensivo, y desarrollarse como posición ofensiva: convocar un devenir que le hable a todos, una respuesta que se articule desde la producción de subjetividades. Lo que puede establecer un paralelismo entre el racismo, la discriminación de género y la discriminación hacia los homosexuales, está anclado a la matriz propia de las sociedades capitalistas: para asegurar su estabilidad, necesitan ser fijadas en cierta axiomática de discriminación subjetiva.9 La construcción de devenires subjetivos es entonces la condición de articulación entre el nivel molecular de integración subjetiva y los problemas políticos y sociales.

Por su puesto, no se puede hablar de una subjetividad homosexual –una gaycidad– única, ni total, sino agenciamientos específicos del deseo heterogéneo. Y deseo en cuanto flujo creador de sentidos, líneas de fuga que renuevan la axiomática disciplinaria, potencia crítica y creadora que se vuelca en tanto sensibilidad renovada. La libertad del deseo, resulta entonces, inminentemente revolucionaria: “el deseo no “quiere” la revolución, es revolucionario por sí mismo, y de un modo como involuntario, al querer lo que quiere”.10 La homosexualidad no designa actualmente una forma existente de deseo sino “algo por ser deseado”; el trabajo continuo es entonces “encarnizarnos en convertirnos en homosexuales, no obstinarse en reconocer que lo somos”.11 Predicarse como un horizonte de posibilidad, de militancia que se defiende marginal. El devenir homosexual como la construcción de un campo de posibilidades, de elecciones de existencia, de nuevas formas de relacionarse y de sentir; de volcarse como cultura. En todo caso, más que establecer relaciones de identidad, se trata de establecer relaciones de diferenciación, de creación, de innovación.

[No debería, por lo tanto, de resultar sorprendente que la exploración de la inter subjetividad homosexual que se logra en este número, esté esbozada desde la literatura en todos los casos; es la exploración de una existencia que se reclama y defiende, la que se vuelca en poesía].

 

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Lo que sigue a lo largo de las siguientes páginas, no es sino una exploración primitiva de las subjetividades en construcción que reclaman el derecho a su existencia plena, a esbozar en la sociedad nuevas posibilidades relacionales a través de la emancipación del deseo. Páginas que se escriben desde “nosotros”, desde quien se asume divergente y se milita en la complicidad de la noche; que se defiende marginal, pero ya no en tanto lo-otro, sino como totalidad para sí, creadora de sentido, de deseo…

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

Si el hombre pudiera levantar su amor por

el cielo

Como una nube en la luz;

Si como muros se derrumban,

Para saludar la verdad erguida en medio,

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo

la verdad de su amor,

La verdad de sí mismo,

Que no se llama gloria, fortuna o ambición,

Sino amoroso deseo.

Yo sería aquel que imaginaba;

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad

ignorada

La verdad de su amor verdadero.

Luis Cernuda

Si el hombre pudiera decir

 

 


1 El binarismo heterosexual/homosexual designa una categoría de personas que se diferencian en algo de las personas normales. Cfr. Halley, “Misreading Sodomy”, en Epstein et. al. eds., Bodyguards: The Cultural Politics of Gender Ambiguity, Routledge,

1991, p. 361

2 Foucault, Michel, The Gay Science, en Critical Inquiry 37, The University of Chicago, 2011, p. 393

3 Ibid. p. 392

4 Bersani, Leo, Foucault, Freud, Fantasy, and Power, GLQ, Vol. 2, p.11 Traducción del autor.

5 Cfr. Kritzman, Lawrence, ed. Michel Focucault: Politics, Philosophy, Culture, Interviews, and Other Writings, Routledge, 1988, p. 301

6 Foucault, Michel, Le Triomphe Social Du Plaisir Sexuel, en Dits et Écrits, Gallimard, 1994, p. 309

7 Cf. Derrida, Jacques, La vérité en peinture, Flammarion, coll. “Champs”, 1978.

8 Halperin, David, San Foucault, Cuadernos de Litoral, 2000, p. 71

9 Guattari, Félix, et. al. Micropolítica. Cartografías del deseo, Vozes, 2005, p. 96

10 Deleuze, Gilles et. al. El Anti Edipo: Capitalismo y Esquizofrenia, Paidos, 1985 p. 122

11 Foucault, Michel, De l´amitié comme mode de vie, en Dits et Écrits, op. cit. p. 164