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Primer Lugar, Concurso de Ensayo: Las Ideas Como Motor de Cambio, organizado por la Representación de Economía Sigma Seis y Opción.

 

La desigualdad es la causa y la consecuencia del fracaso del sistema político,
y contribuye a la inestabilidad de nuestro sistema económico,
lo que a su vez contribuye a aumentar la desigualdad.
Joseph Stiglitz.

 

El propósito de este ensayo es visualizar la complejidad y la multidimensionalidad de los distintos factores que determinan la desigualdad y las consecuencias tanto directas como indirectas de esta problemática, haciendo énfasis en su carácter cíclico y estructural.

Desigualdad en México

México es un país de contrastes, como se ha dicho en múltiples ocasiones. La ignorancia y la cultura, la pobreza y la riqueza, tienen cada una su propia dinámica, que sigue reglas propias, como si fueran realidades independientes, completamente exhaustivas y excluyentes, pero que a su vez forman parte de una sola nación.  Nuestro país es el segundo más desigual de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde),1 ocupando el lugar 87 de 113 países.2 De acuerdo con el Global Wealth Report 2014, el decil más alto concentra 64.4% del total de la riqueza de México.3 Esta concentración del ingreso contrasta con los 50.6 millones de mexicanos que en 2008 no contaban con el ingreso suficiente para cubrir sus necesidades básicas de salud, alimentación, educación, vivienda, vestido o transporte. Además, 18.2% de la población sufría carencias alimentarias.4

El índice de Gini para 2012 estaba, según el Banco Mundial, en 48.15 y el ingreso anual promedio del 10% más rico era 27 veces superior al del 10% menos aventajado en el año 2010.6 Asimismo, es relevante recalcar que la diferencia en el ingreso dentro del décimo decil es bastante amplia: al 1% más rico le corresponde el 21% del ingreso total y la riqueza de los cuatro millonarios más ricos en nuestro país representa 9% del pib.7

Los datos transversales son bastante ilustrativos, pero si observamos su tendencia a lo largo del tiempo podemos apreciar un estancamiento en las tasas de pobreza y una dinámica poco favorable de la desigualdad. Cabe agregar que con base en los datos de la ocde para 2012, la magnitud en la disparidad del ingreso en México es mayor de lo que era a principios de los ochenta.8 El reporte de Oxfam, Desigualdad extrema en México, señala un incremento del ingreso per cápita, acompañado del estancamiento de las tasas de pobreza en el país, el cual  “sólo se explica si el crecimiento del ingreso se concentra en la parte superior de la distribución del ingreso”.9

La desigualdad se presenta incluso de forma regional, tanto a nivel estatal como municipal. Székely, et.al., presentan un estudio en el que los estados se dividen de acuerdo con cierto nivel de pobreza: elevado, medio y bajo. En el grupo de estados con nivel de pobreza elevado se encuentran Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Puebla, Campeche, Yucatán, Hidalgo y San Luis Potosí. En aquél de pobreza media se encuentran Tabasco, Tlaxcala, Zacatecas, Michoacán, Estado de México, Durango, Nayarit, Querétaro, Guanajuato, Quintana Roo, Sinaloa, Jalisco y Morelos. Finalmente, el que corresponde a los estados con nivel de pobreza bajo incluye a Baja California, el Distrito Federal, Nuevo León, Baja California Sur, Chihuahua, Colima, Sonora, Tamaulipas, Aguascalientes y Coahuila.10

Los datos anteriores permiten observar una clara preponderancia de la pobreza en los estados del sur, que tienen mayor porcentaje de población rural y actividad agrícola. De igual forma, estas entidades tienen una alta concentración de población indígena, la cual es la más afectada por la desigualdad. El 38% de la población hablante indígena vive en pobreza extrema, pero menos del 10% de la población total del país se encuentra en esas condiciones.11 Esto pone en evidencia una desigualdad que no sólo es estructural, sino que es discriminatoria y excluyente para ciertos grupos identificables. Una muestra evidente de ello es la falta de educación de calidad, de acceso a la información y de oportunidades laborales para aquellas comunidades indígenas con lenguaje autóctono.

 

Problemática 

El problema de la desigualdad cobra mayor relevancia cuando alcanza niveles tan drásticos como los observados y cuando se cierne sobre un carácter estructural, y no propiamente sobre circunstancias coyunturales derivadas de la competencia y el mercado. Es decir, la desigualdad, cuando es causa y consecuencia endógena de la falta de oportunidades equitativas, es tan poco deseable como la falta de movilidad social.

Hay una notoria distinción entre desigualdad de condiciones y desigualdad de oportunidades. En nuestro sistema económico parece sensato que los bienes se distribuyan de forma desigual a un cierto nivel, de acuerdo con horas de trabajo, productividad e incluso factores de innovación y éxito empresarial. Sin embargo, lo que resulta inaceptable es que la desigualdad esté en gran parte determinada por la cuna en la que uno nace. En nuestro país, la acumulación de riqueza no es resultado de una verdadera innovación o desempeño superior, sino de la manera en la que están constituidas nuestra sociedad y nuestras instituciones.

Como mencionaba de forma acertada Rawls en su obra Teoría de la Justicia, no es deseable que las diferencias en nuestra sociedad se deban a una cuestión de nacimiento, si procuramos vivir en justicia; el “velo de ignorancia” debe guiar nuestras ideas de lo que es socialmente deseable.12 La notoriedad del famoso “sueño americano” no se debe a una garantía de igualdad o bienestar común, sino a una promesa de oportunidad.

Nuestra población está conformada por gente trabajadora; según la ocde, de los 35 países medidos, México se encuentra a la cabeza con un promedio de 2 228 horas laboradas al año.13 Es el mexicano que día con día busca superarse, pero no cuenta con las herramientas para hacerlo y, a la vez, enfrenta una estructura institucional que no se lo permite. Por tanto, vivimos en una estructura rígida y fraccionada.

En el Informe de movilidad social del ceey,14 la movilidad intergeneracional es citada como un indicador de la desigualdad de oportunidades, la cual se mide por medio de la asociación intergeneracional. En este caso se analiza la movilidad intergeneracional en la educación y en el bienestar económico. Los resultados de la investigación dejan ver una alta asociación y barreras importantes a la movilidad, sobre todo para los deciles más bajos de la población. Se observa que existen fuertes barreras que dificultan el acceso a la primaria y la secundaria para aquellas personas cuyos padres no cuentan con educación o no completaron la primaria; de la misma forma, en lo que respecta a la educación superior, resalta la creciente dificultad de acceso a la misma para personas cuyos padres no alcanzaron este nivel educativo.

Además, el análisis sugiere que las mayores fuentes de inmovilidad se ubican en los dos extremos de la distribución. Reporta que tanto el quintil más bajo de los hogares mexicanos como el más alto tienden a mantener su posición correspondiente dentro de la distribución, con cifras de permanencia de 48% y 52%, respectivamente.15 Los datos revelan que la movilidad social es muy baja tanto de forma ascendente como descendente, lo cual quiere decir que no sólo es difícil para aquellos en situación de pobreza superar su realidad económica, sino que también los nacidos en una situación favorable tienen una alta probabilidad de mantenerse ahí.

Este carácter estructural de la desigualdad se retroalimenta y desemboca en un círculo vicioso. La disparidad en las oportunidades genera falta de movilidad, lo que se refleja en la distribución del ingreso, el crecimiento económico incipiente y las instituciones ineficientes, dando lugar a la dispersión de oportunidades y, en consecuencia, a una mayor desigualdad.

Entonces, parece que la esencia de este tema se centra en la distribución de oportunidades y las barreras estructurales que generan una falta de movilidad. Más aún, se podría pensar que una mayor movilidad social compensa e incluso legitima cierto grado de desigualdad; no obstante, la disparidad de riqueza anclada a una sociedad estática que sólo genera una mayor acumulación en los deciles superiores y un debilitamiento de la clase media es indeseable, ineficiente e incluso aborrecible.

 

Causas y consecuencias

Ya se ha mencionado que la problemática de la desigualdad es cíclica. Los efectos de la desigualdad sobre la economía y las instituciones robustecen las causas de la misma. Para analizar con mayor detalle este ciclo, el análisis comenzará por tomar la desigualdad como factor exógeno con el objetivo de  hacer mención de algunas consecuencias, las cuales se transformarán en causas de la desigualdad, cerrando así el círculo vicioso.

La concentración de la riqueza tiene dos consecuencias bastante claras. En primer lugar aparece la ineficiencia que genera en el ámbito económico, la cual resulta en un bajo crecimiento. El estudio realizado por Berg y Ostry muestra una clara relación entre baja desigualdad y crecimiento económico.16 Como es bien sabido, el crecimiento del país es moderado y las expectativas de crecimiento, según las encuestas del Banco de México, se encuentran alrededor de 2.41% para este año.17

La concentración del ingreso en un pequeño porcentaje de la población origina ineficiencias económicas. La acumulación a través de la innovación y de creación de riqueza tiene efectos muy distintos que aquella obtenida por influencia política y herencia. En México, los grandes monopolios fueron asignados por el gobierno a través de las políticas de privatización a finales de los ochenta e inicios de los noventa, como es el caso de las telecomunicaciones. Los individuos beneficiados por dichas adquisiciones hoy forman parte de las diez familias más ricas de México.

De la concentración del ingreso en un pequeño porcentaje de la población surgen los grandes grupos de poder. Éstos afectan a nuestras instituciones al buscar que éstas se adapten a sus propios intereses, lo cual conduce a una trampa de desregulación e ineficiencias en el desarrollo de políticas públicas como consecuencia de redes clientelares, estructuras sindicales e intereses políticos. Esto se traduce en una falta de competencia en el mercado al imponer con amplias barreras a la entrada, lo que estanca la innovación y el incremento en la productividad: some forms of wealth concentration are associated with extensive control that distorts market functioning and policy making”.18

Además, es importante agregar que el aumento de la pobreza, acompañado de una acumulación de los grandes grupos, desgasta nuestra clase media y, por tanto, la demanda agregada se ve adormecida a pesar del incremento en el ingreso per cápita. La falta de competitividad y las ineficiencias han limitado nuestro crecimiento y hacen que la creación de empresas en México sea incipiente, lo cual puede ser explicado en parte por los altos costos, las barreras a la entrada y la falta de crédito derivado de la concentración bancaria.

Otro factor importante a considerar es el acceso a la información y a las tecnologías, las cuales tienen el potencial para impulsar la productividad, la competencia, la innovación y la creación de empleos. El Banco Mundial recalca en el Informe sobre el desarrollo mundial 2016. Dividendos digitales19 que la brecha digital sigue siendo amplia tanto en materia de acceso como de capacidad. De igual forma, señala la polarización del mercado laboral debido a la automatización, la cual puede conducir a una mayor desigualdad. El mercado laboral actual demanda cada vez mayor conocimiento tecnológico y una gran parte de la población en México no tiene acceso a él.20

En segundo plano, otra consecuencia de la desigualdad son la redes clientelares que se tejen en torno a nuestras instituciones. Éstas tienen un efecto tanto político como social que es indeseable por engendrar estructuras de poder. Tales redes atentan contra el carácter democrático de nuestra sociedad, además de generar un ambiente de rencor y aborrecimiento; lo más preocupante es la dificultad para romperlas. Es fundamental señalar que la necesidad y el resentimiento desembocan en la violencia que hemos observado en nuestro país.

No debe subestimarse la importancia de nuestras instituciones. En el libro Why Nations Fail (Daron Acemoglu, Tim Robinson, 2012) se realiza una comparación entre dos ciudades que muestran diferencias abismales en su modus vivendi debido a la solidez o blandura de las instituciones con las que cuentan. Ahí se demuestra que, como se había mencionado, las instituciones mexicanas no permiten una verdadera regulación de los mercados, e incluso generan ineficiencias en las políticas públicas, lo cual mantiene estancada la productividad de nuestro país y, por tanto, de nuestro crecimiento.20

Las ineficiencias tanto en el mercado mexicano como en las instituciones públicas son en sí mismas fuerzas que alimentan la propia desigualdad; es decir, son al mismo tiempo causa y consecuencia. En primera instancia, se debe mencionar la falta de competencia. Además del impacto ya conocido y estudiado por la teoría microeconómica sobre la eficiencia y el crecimiento económico, un estudio titulado Evaluación de los efectos distributivos y espaciales de las empresas con poder de mercado en México ha demostrado que la falta de competencia tiene un efecto distributivo negativo, pues aquellos productos que representan un porcentaje considerable del gasto de las familias de los deciles más bajos se encuentran bajo una estructura monopólica.

Carlos Urzúa analiza distintos bienes relevantes para los deciles bajos de ingreso, los cuales tienen un mercado monopolizado u oligopólico. Entre ellos se encuentran: harina de maíz, huevo, leche, refresco y pollo. Los resultados evidencian una pérdida en bienestar social de más de un tercio del gasto promedio total en el sector urbano. Más aún, la incidencia negativa de las empresas con poder de mercado aumenta a medida que los hogares tienen un menor ingreso. Para el primer decil existe una pérdida relativa 19.8% mayor que la del último.21

De forma consistente con el análisis regional de la desigualdad, en el caso del sector rural la situación es un poco más grave. Por un lado, la pérdida de bienestar es mayor en cada decil en comparación con el sector urbano; por otro, el límite del primer decil tiene una pérdida relativa muy significativa, del orden de 22.7%, respecto al decil más alto.22

Conjuntamente, no sólo es preocupante la falta de acceso tecnológico, sino la ausencia de desarrollo en este rubro, así como avances científicos propios como se señaló anteriormente. La carencia de innovación en nuestro país es otra causa de la poca movilidad que existe, manifiesta en la falta de creación de negocios formales y de desarrollo tecnológico. Los incentivos para crear empresas, desarrollar productos innovadores y generar investigación científica son pocos en relación con los que se ofrecen en otros países. Además, es difícil competir en un mercado de grandes monopolios públicos y privados que generan altos costos de producción, y donde la concentración bancaria ha limitado el acceso al crédito.

En el tema institucional, se hará énfasis en la corrupción, la impunidad y la falta de un Estado de derecho. Aunque esto no parezca tener repercusiones directas, los efectos indirectos son variados. Estos tres elementos que carcomen la esfera pública generan ineficiencias en el gasto público. En general, la política fiscal aún contiene varios factores regresivos; sin embargo, el gasto público social es muy bajo comparado con otros países de la ocde y muchos programas no se encuentran bien focalizados ni evaluados.23

Un ejemplo de lo anterior es el sector salud. Existe una gran disparidad en el acceso a la salud y la calidad de este servicio entre estados y niveles de ingreso; además, dado que una gran parte de la población se encuentra en la informalidad, para ellos el acceso es aún más complicado. El gasto aún es insuficiente y el sistema se encuentra fragmentado, por lo que este sector sufre de muchas ineficiencias y baja calidad.24 De igual forma, se podrían mencionar rasgos ineficientes en los programas para el sector agrícola (el programa Procampo, por ejemplo, es sumamente regresivo),25 el sistema de pensiones, entre muchos otros.

Desde mi punto de vista, el problema más importante en cuanto a desigualdad es la educación, pues ésta es un determinante de la productividad de los individuos. A pesar de que el porcentaje del gasto destinado a educación es alto comparado con los demás países de la ocde (23% del gasto programable), éste se ejerce de forma ineficiente.26 El sector educativo se caracteriza por una estructura burocrática deficiente, sindicatos con gran poder de negociación, programas desactualizados, infraestructura de mala calidad y falta de acceso a las tecnologías de la información.

Aunado a esto, la deserción en los distintos niveles educativos es altísima debido a factores económicos, familiares e incluso por falta de interés. A pesar de la supuesta gratuidad de nuestro sistema educativo, existen costos de transporte, materiales, uniformes, etc. El costo de oportunidad para una familia de escasos recursos es elevado si, además, se considera que muchos de estos hogares desearían que sus hijos ayudaran en el sustento familiar. Si a lo anterior se agrega la asimetría en la información de los beneficios derivados de una mayor educación, así como de la externalidad positiva generada, es comprensible que este fenómeno se presente.

 

Conclusión

Recapitulando, si se mantiene la desigualdad como la variable exógena, la acumulación del ingreso daña la competitividad e influye en el desempeño de las instituciones. Esto genera baja productividad e ineficiencias en las políticas públicas, dando lugar a un menor crecimiento y a mayor desigualdad. Tanto las fallas del mercado, como las deficiencias institucionales inciden en la disparidad en las oportunidades, situación que refuerza la desigualdad.

Por tanto, mientras nuestras instituciones estén a merced de los intereses políticos y privados, mientras la ley no se adapte a las condiciones actuales y se haga valer, el problema de la desigualdad continuará y, peor aún, se fortalecerá. Resulta necesario que el Estado garantice su capacidad de generar políticas eficientes y de regular las fallas de mercado que afectan la competencia.

El carácter estructural, cíclico e institucional de la desigualdad sugiere la necesidad de romper los conductos que la alimentan por medio de instituciones fuertes y democráticas. Si queremos que nuestro país crezca de forma sostenida y estable, si queremos disminuir las brechas en nuestra población, la solución comienza en el sistema político con la implementación de medidas democráticas que hagan valer las necesidades y peticiones de la sociedad civil sobre los intereses particulares. Si México no progresa tanto en lo económico como en lo político, es debido a las prácticas de corrupción, mismas que no serán desterradas si prevalecen, por un lado, la indiferencia política y, por otro, el conformismo de los ciudadanos.

La corrupción ha acompañado a México a lo largo de su historia, lo cual explica mas no justifica el fenómeno. Es el cáncer que ha mermado la capacidad de nuestro país para despegar. Escribe Octavio Paz  en El laberinto de la soledad:

 

Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes ­–los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables– se rodean de fidelidades ardientes e interesadas.

El servilismo ante los poderosos, especialmente entre la casta de los “políticos”, esto es, de los profesionales de los negocios públicos, es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de “lambiscones”.27

 

En México se respira un aire de desconfianza hacia los servidores públicos, pero también hacia los demás. En este estado de guerra, donde el mexicano persigue su propio beneficio a expensas del otro –e incluso de la legalidad–, debido a la persistencia del anonimato y la impunidad, este país no puede avanzar.

Nuestra nación está muy por debajo de su potencial dada la debilidad institucional. Podemos crecer de forma sostenida y reducir la desigualdad. Podemos proponer una variedad de soluciones económicas al problema planteado. Sin embargo, el primer paso a dar debe girar en torno a nuestras instituciones, las cuales son reflejo de la sociedad en la que vivimos, una sociedad que construimos todos.

 

 

1 María del Carmen Huerta y Alessandro Goglio, Combatir la pobreza y la desigualdad, ocde, 2012, p. 47.

2 Gerardo Esquivel Hernández, Desigualdad extrema en México: Concentración del poder económico y político, México, Oxfam, 2015, p. 12.

4 Anthony Shorrocks, et al., Global Wealth Report 2014, Suiza, Credit Suisse, 2014, p. 33.

5 Unicef México, Pobreza y desigualdad en México. Consultado el 7 de mayo de 2016 en:  http://www.unicef.org/mexico/spanish/17046.htm

6 Banco Mundial, Índice de Gini. Consultado el 7 de mayo de 2016 en http://datos.bancomundial.org/indicador/SI.POV.GINI

7 Huerta y Goglio, op. cit., p. 47.

8 Esquivel Hernández, op. cit., pp. 7-8.

9 Ibidem.

10 Ibidem, p. 13.

11 Miguel Székely Pardo, et al., “Poniendo a la pobreza de ingresos y a la desigualdad en el mapa de México”,  Economía Mexicana (nueva época), 2007, pp. 248-251.

12 Esquivel Hernández, op. cit., p. 32.

13 John Rawls, Teoría de la Justicia, 2006, Cambridge, The Belknap Press of Harvard University Press, p. 140.

14ocde, Employment. Consultado el 8 de mayo de 2015 en: https://data.oecd.org/emp/hours-worked.htm#indicator-chart

15 Roberto Vélez Grajales, et al. , Informe de movilidad social en México 2013, México, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 2013, pp. 5-6.

16 Ibidem.

17 Andrew G. Berg y Jonathan D. Ostry, Igualdad y eficiencia, fmi, 2011, pp. 13-14.

18 Banco de México, Encuesta sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado: Abril  de           2016.  Consultado el 7 de mayo de 2016  en http://www.banxico.org.mx/dyn/informacion-para-la-prensa/comunicados/resultados-de-encuestas/expectativas-de-los-especialistas/%7B0C747428-1177-DF16-A3D0E6D3E59EC0A3%7D.pdf

19 Isabel Guerrero, et al., The Inequality Trap and Its Links to Low Growth in Mexico, World Bank, 2016, p. 143.

20 Deepak Mishra, et al., Digital Dividends, World Bank, 2016, pp. 100-120.

21/a> Carlos Elizondo, Por eso estamos como estamos: la economía política de un crecimiento mediocre, Debate, 2011, p. 42.

22 Carlos Urzúa, Evaluación de los efectos distributivos y espaciales de las empresas con poder de mercado en México, México, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, 2008, pp. 40-41.

23 Ibidem.

24 Sean Dougherty y Bert Brys, Política fiscal para un desarrollo incluyente, ocde, 2012, p. 64.

25 Francesca Colombo, et al., Política de salud, ocde, 2012, p. 147.

26 Mariano Ruiz-Funes Macedo y Sergio Fadl Kuri, “Agenda mínima para enfrentar los desafíos del sector agrícola”, Este País, 2013, p. 6.

27 México Evalúa, 10 puntos para entender el gasto educativo en México. Consultado el 8 de mayo de 2016 en http://www.mexicoevalua.org/wp-content/uploads/2013/02/MEX_EVA-INHOUS-GASTO_EDU-LOW.pdf

28 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 32.