Reformulo la tentativa de gritar. El eco de la noche se desborda sobre sí mismo: solo queda el silencio. Pero el silencio es, también, una proposición; un testimonio en suspenso que no puede ser articulado. Voz quebrada frente a la perplejidad. Incapacidad de nombrar, silencio suscitado por la presencia negativa de lo indeterminado –¿cómo es el lenguaje capaz de significar cada fosa clandestina?–, lenguaje ofuscado bajo la sombra de la sinrazón. Para Lyotard –refiriéndose a Auschwitz–, el silencio de los sobrevivientes no testimonia necesariamente a favor de la inexistencia de las cámaras de gas; “el silencio puede testimoniar contra la capacidad del lenguaje para significar las cámaras de gas (un absurdo inexpresable).”1 El silencio impuesto al conocimiento no impone el silencio del olvido, impone un sentimiento suscitado por la presencia negativa de lo indeterminado. La diferencia2 “es el estado inestable y el instante del lenguaje en que algo que debe poderse expresar en proposiciones no puede serlo todavía.”3 Se caracteriza por el silencio, proposiciones posibles en suspenso.  Lenguaje perplejo ante la sinrazón que le cimbre; sinrazón diferida en un país jamás reconciliado consigo mismo, dislocado en sus historias negadas.

Lo que ha caracterizado a la historia de México es la diferencia: la sinrazón conferida al vencido, a quien le fue arrebatado su lenguaje y su rostro durante la Conquista y al quien, al día de hoy, le es negado el testimonio en nuestra narrativa nacional. Víctima es quien ha perdido la capacidad de testimoniar, quien no puede nombrar la injusticia pues se la ha negado el lenguaje para significarla; quien le es negada la interlocución de su realidad. Es el eco del silencio lo que acecha a México.

 

Me gustaría llamar diferencia el caso en que el querellante se ve despojado de los medio de argumentar y se convierte por eso en una víctima. Si el destinador, el destinatario y el sentido del testimonio quedan neutralizados, entonces es como si no hubiera habido daño. Un caso de diferencia entre dos partes se produce cuando el “reglamento” del conflicto que los opone se desarrolla en el idioma de una de las partes, en tanto que la sinrazón que sufre la otra no se signifique en ese idioma.4

 

Lo que resulta del México ofuscado por la violencia no es un concepto, es un sentimiento, una frase imposible. Silencio. Silencios que irrumpen la cadena que va desde ellos, los desaparecidos, a nosotros que hablamos de ellos. La diferencia es un caso de conflicto, “conflicto que no puede zanjarse equitativamente por falta de una regla de juicio aplicable”,5 instante del lenguaje en que algo que debe poderse expresar en proposiciones no puede serlo todavía: las reglas del género del discurso según las cuales se juzga no son las del discurso juzgado. Estas proposiciones solo pueden ser enunciadas desde otros idiomas, desde otras condiciones del sentido. ¿Cómo podemos esperar Justicia desde el mismo mundo-referente que ha condenado a un país a la sinrazón de la violencia? Habría que instituir nuevos destinatarios, nuevos destinadores, nuevas significaciones, nuevos referentes para hacer justicia a la diferencia, que la sinrazón pueda expresarse; que, a través del testimonio, la palabra le sea devuelta a las víctimas.

Nada se puede decir de la realidad que no la presuponga; “la realidad es un estado de referente (aquello de que se habla) que resulta de efectuar procedimientos de establecerla definidos por un protocolo unánimemente aceptado y de la posibilidad que cualquiera tiene de recomenzar esa realización tantas veces como lo desee.”6 La realidad no es algo dado, sino que es la ocasión de requerir que los procedimientos de establecerla se realicen respecto de ella. Al neutralizar el testimonio, el referente desaparece, como si no hubiera daño –en México nunca pasa nada, y cuando pasa algo, tampoco pasa nada–, neutralidad tejida entre la doble complicidad, muda y sorda, de quienes prefieren ignorar las cientos de fosas clandestinas7 o los feminicidos cotidianos en México,8 por ejemplo. Negar la existencia reiterada de estos acontecimientos parece menos paranoico que afirmarla; diría Leibniz que “La nada es más simple y más fácil que algo.”9 La realidad está por construirse (y ser defendida) en el testimonio.

Se trata de restablecer el marco de referente; de saturar la realidad consigo misma hasta hacerla insoportable para sí. De dotar al testimonio de un lenguaje renovado, enunciado por las víctimas desde quienes les sobreviven; señalar diferencias y encontrarles idioma. Actualizar el estado de referente de nuestra realidad hasta que el eco del silencio nos desquicie. Desbordar el silencio… desembocamos al silencio  / en donde los silencios enmudecen.

 

 

1 Lyotard, Jean-François, La diferencia, trad. Alberto L. Bixio, Gedisa, Barcelona, 1999. p. 27

2 Lyotard usa el término différend, diferencia es una traducción equívoca, pero posible, que suscribo a lo largo de este texto.

3 Lyotard, op. cit. p. 26

4 Ibid. p. 22

5 Ibid. p. 9

6 Ibid. p. 16

7 Cf. Robledo, Carolina, Itinerarios de búsqueda. ¿Estamos preparados para encontrar? en el presente número, p. 24.

8 Cf. Cataneida, Iván, Charla con Iván Castaneida, en el presente número, p. 49.

9 W. Leibniz, “Principes de la nature et de la grâce fondés en raison”, en: Oeuvres choices (L. Prenant ed.), París, 1940, § 7.