Siracusa se llama una ciudad en Sicilia, Italia.

En ese lugar surgió la leyenda de varios personajes más o quizá menos conocidos. Hablemos de la primera: Safo de Lesbos.

No es poca cosa que la fundadora de la poesía lírica haya sido la impulsora de grandes y, lamentablemente, poco conocidos movimientos en la Grecia naciente. Cuando la poesía épica correspondía al destino heroico y divino, la poeta de Lesbos transformó una lira con veinte cuerdas en instrumento para sus versos: líneas que a la postre serían alabadas como poesía delicada que expresaba el interior humano. Famosa entre sus contemporáneos por su carácter intempestivo, fue expulsada de su propia isla por sus actos de rebeldía contra un poder tiránico, incómodo para su sociedad. Pero lo que ocurrió en su exilio fue lo que marcó una diferencia en la historia de las artes. Safo llegó a Siracusa, donde abrió fugazmente una escuela, en la que “todas las inspiraciones de todas las técnicas y artes estuvieran presentes”.1 ¿Qué hacía una poeta importante ahí, donde todos los de su categoría eran despreciados?

Así es: los poetas fueron expulsados de Sicilia, gracias a Platón, personaje emblemático y un poco más popular que Safo.

Según los datos históricos, Platón aún no vivía como para explicar aquello, pero se tiene por seguro que el fenómeno de Safo fue un escándalo prolongado que no fue acallado ni siquiera con su muerte. Es por eso que, a lo largo de su vida y, después, a través de su leyenda, se abrirá el paso hacia el fundamento de su poesía, el origen polémico de su exilio y la manifestación de su inteligencia para abordar la adversidad mediante la belleza del lenguaje: la poesía.

En el dialecto eólico, Safo significa “transparente, lo que no se oculta”.2  Esta poeta pertenecía a una familia aristócrata3 dedicada al comercio de los vinos. Safo, antes de destacar por su talento artístico, fue muy señalada por sus características físicas: morena y velluda. Fue una líder “fea pero indómita”, dicen los historiadores,4 pues después de que hacerse cargo del negocio paterno, se unió a un grupo de rebeldes cuando su madre se volvió a casar.

La odisea comienza cuando Safo encuentra cómo desembocar sus poco gratas opiniones. Se ve reflejada en la imagen del artista incomprendido, de la juventud inquieta, que busca en la rebeldía donde desahogar su interés. Se cuenta que fue el suyo fue un grupo antipolítico de insurgentes que gritaban denuncias el poder reciente del general Pítaco, quien estaba al mando del gobierno de Mitilene. Fue precisamente ahí fue donde Safo conoció a Alceo de Mitilene, autor de versos patrióticos. Él, como otros integrantes de la juventud lesbiana,  se oponía al “progresivo establecimiento de la ciudad-estado (polis) que dio como resultado que la antigua aristocracia fuera reemplazada por una nueva clase enriquecida y se establecieron las tiranías”.5 El grupo asesinó a Mirsilo, el suplente colocado por el cobarde Pítaco, cuando se sintió amenazado por la insurrección.6 Las consecuencias fueron inmediatas: Alceo fue enviado a Egipto y Safo a Siracusa, condena mejor que la de ser ejecutados; el objetivo de Pítaco era que ahí se instruyeran, estudiaran. Por supuesto, ambos líderes amotinados tenían los gastos pagados.

La expulsión platónica de la poeta comienza de una manera irónica. En el exilio, Safo funda una escuela –contemporánea a la de Sócrates– llamada “museo: lugar donde habitan las musas” que admitía únicamente a mujeres7 y donde imperaba la educación en canto, danza y literatura. La historia de Safo de Lesbos se convierte, entonces, en una especie de premonición para el cruel destino de los poetas que Platón condena: “Los poetas no son sino imitadores de fantasmas que llegan a la realidad”.,8 En el caso de esta poeta, el fantasma se manifiesta en una empresa tangible que cientos de ciudadanos podían comprobar en su ciudad. El rechazo de Platón a los poetas se debe a que, en su opinión, éstos nublarán la razón e impedirán que se forme el Estado. Un Estado que, por cierto, Safo construyó en su propia república de letras, con discípulas dedicadas y con una nueva línea de poesía.9

Así, pues, es curioso cómo el primer crítico de la literatura, Platón, quiso fundar su proyecto de república en el mismo lugar donde fue acogida la poeta más polémica de la isla de Lesbos, y más aún, fue un “epicentro de todo movimiento cultural y artístico en Siracusa”,10 clave para el desarrollo de un ambiente de pensadores y amantes de la expresión del ser humano, encaminado hacia una verdad, una razón que empieza desde el interior. El poeta que en su lugar de origen tenía un espacio de identidad debido a factores socioculturales y económicos, en el exilio se apropia de un nuevo ambiente que hará suyo, que mandará en sus propias sus innovaciones.

La verdadera expulsión se hace no sólo de manera literal, con el viaje de Safo y su compañero Alceo, de un espacio geográfico a otro, sino que se manifiesta como una protesta en el lugar que acoge a la poeta. La escuela se convierte en un nido de lírica y erotismo: un punto más para que los atenienses recelosos instigaran rumores ponzoñosos.11 Entre estos rumores destaca el que dio pie al mito de que la homosexualidad femenina inició con la propia Safo,12 ya que su amor hacia sus discípulas dio origen al término moderno de “lesbiana”, que en su primera acepción alude a una “nativa de Lesbos”.13 Y más allá de la preferencia sexual, la desvaloración de la mujer se ejemplificaba en Safo cuyo pensamiento y poesía desnuda eran despreciables para los atenientes, pues “para ellos eso equivalía a ser una mujer pública, prostituta”.14

Los pasos del poeta afectan en entorno que pisan. Safo nació diferente a los suyos, se unió a los que denunciaban la diferencia, inició un movimiento político que buscaba mitigar estas diferencias y, cuando se encontró en el espacio ajeno, en la extrañeza de tener que “volver a comenzar”, fundó a su antojo una empresa que reivindicaba sus intereses poéticos. La treta de la poeta habrá de tomar forma en su obra y su acción política; será una estratagema utilizada por todos aquellos que después serán expulsados también, cuando, aparentemente, impere el reino de la razón.

Así pues, la herencia de Safo tiene efectos que Platón denunciaría casi medio siglo después. La poeta se quedó en la periferia y ahí construyó sus propias armas, las cuales de alguna manera influyeron en la polis, que siguió escuchando sus cantos líricos; es decir, no los ignoró, pese al temor de que pervirtiera a sus ciudadanos. El punto de Platón se prueba sin que haya una autoridad de filósofo de por medio: no sólo es la política mandataria la que desdeña a estas figuras artísticas; el propio vulgo desconfía de ellas y las ataca para salvaguardarse de una amenaza que no comprende. Ya lo dirá la misma Safo: “Mi enemigo, pero mayor benefactor, me quiso y fue sabio.15 Los que están a mi alrededor y en mi sociedad son mis verdaderos enemigos, aunque me sonríen y me saluden cuando nos cruzamos en el camino”.16

Las implicaciones literarias de la leyenda de Safo trascienden su siglo y su veracidad histórica. Fue y sigue siendo inspiración de escritores –sobre todo escritoras– en la Francia romántica y la Inglaterra victoriana.17 “Safo funcionó como modelo de subjetividad femenina, al tiempo que servía para exponer las tensiones entre los modelos de racionalidad promovidos por la Ilustración y las exigencias de la pasión amorosa.”18 Sin embargo, la expulsión platónica vuelve a estar en juego, pues estas escritoras de la modernidad la exaltaban como una protagonista sumamente romántica, al tiempo que intentaban sepultar las especulaciones sobre su homosexualidad. Nuevamente, se escucha desde lejos el recital de la poeta, que llega como eco, pero aún tiene prohibido entrar a la polis. Es escuchada pero desterrada y lejana, nunca en el centro principal del orden, de esa verdad racional que el Estado guarda con celo.

Pero, ¿qué verdad es más fiable, más gigantesca, que el reconocimiento del sentir humano en uno de esos “fantasmas” de los que Platón intenta salvarnos? La poesía lírica es eso; a la fecha, es fundamental para conocer el desarrollo personal en toda una época de la humanidad, de abrir la sinceridad en el individuo. En el tiempo de nuestra poeta, la naciente tragedia se concebía como una unidad divina; se daba por hecho que este tipo de poiesis19 era un fruto dedicado a la deidad, en este caso, un museo. Dice María Zambrano que en “la relación inicial, primaria, del hombre con lo divino no se da en la razón, sino en el delirio”;20 Safo no quería argumentar que el arte no era producto sagrado, tampoco negará lo que dice Platón en el Ión sobre la posesión divina del poeta; simplemente hará honor de ello, aun cuando el Estado consolidado le niegue la entrada.

Al parecer, Safo de Lesbos halló un método infalible para que el ser humano comenzara a acercarse a la verdad desde su interior emocional. ¿Acaso Platón negó toda oportunidad a la poesía debido a la fuerte correspondencia de ésta con las pasiones? Para el filósofo, el hecho de que una techné dé tanto poder a las lamentaciones21 implica debilidad, y aunque no haya registro de una referencia específica a Safo en su obra, la hipótesis se sostiene: la invención de la poesía lírica pudo haber influido en la decisión última de Platón de recomendar la expulsión de los poetas22 de aquel lugar que ellos pisaron primero. Siracusa, ahora en Italia, fue testigo de la injusticia –de la metáfora, quizá– implícita en la maldición que cae sobre todo artista de las letras.

 

 

1 Pablo de Ballester. “La verdadera Safo de Lesbos. I: Los años rebeldes/II: El genio calumniado”. Contenido, núm. 453, 2001, p. 100. Consultada el 2 de septiembre de 2016 a través de Academic Search Complete.

2 La isla de Lesbos formaba parte de Eolia, conjunto de islas cercano a la costa de Turquía. La ciudad donde creció la poeta fue Eresó. Ballester, op. cit., p. 101.

3 Formaban parte de la elite que afirmaba descender de los combatientes de Troya y se dice que pertenecían al linaje de Perseo.

4 Ballester, op. cit., p. 102.

5 Carla Bocchetti y Ronald Forero, “Nuevos fragmentos  de Safo. Traducción y análisis”, Byzantion Nea Hellás, núm. 26, 2007, p. 25.

6 Hay ambigüedad sobre quién mató a quién; el Mármol de Paros hace una referencia a que Safo fue desterrada a Siracusa, en Sicilia, entre 605 y 591 a. C. (Reinach, Alccaeus. Sappho, 1960, p. 167), y existe una referencia más sobre el destierro en el fr. 98b3.

7 Ballester, op. cit., p. 104.

8 Platón, La República. Diálogos, México, Porrúa, Col. “Sepan cuántos…”, 1962, p. 226.

9 Aparte de su inmemorial invención de la lírica, inventó el verso sáfico (con el acento en la cuarta, octava y decima sílabas de un endecasílabo) y la estrofa sáfica (mixta, compuesta por tres versos endecasílabos sáficos y un cuarto pentasílabo adónico con acento en la primera sílaba).

10 Ballester, op. cit., p. 103.

11 Ibid., p. 106.

12 Muchas fuentes desmienten este rumor y señalan, por otra parte, que su amor ideal, no sexual, era el mismo Alceo. Por otra parte, Safo se casó con un comerciante y tuvo una hija llamada Cleis. Ballester, op. cit., p. 103.

13 Ballester, op. cit., p. 105.

14 Ibid., p. 106.

15 En referencia a Pítaco, quien después de cinco años les pide a Safo y Alceo que regresen a Lesbos.

16 Ballester, op. cit., p. 106.

17 Margaret Reynolds fue la primera en poner de relieve la vida, la obra y la imagen de Safo. Se especula que el explosivo interés en esta poeta se debió a que el descubrimiento de Pompeya, en 1759, arrojó una nueva mirada a los románticos por la Grecia antigua. El entusiasmo caía en la leyenda del suicidio de Safo con un amor imposible entre un marinero. Osvaldo Cleger, “Safo en el trópico: imagen post-victoriana del cuerpo en la poesía de Mercedes Matamoros”, Revista de Estudios Hispánicos, núm. 45(3), 2011, pp. 551-570. Consultao el 2 de septiembre de 2016 a través de Academic Search Complete, p. 568.

18 Cleger, op. cit., p. 551.

19 Poiesis es un término griego que significa “creación” o “producción”, derivado de la palabra griega para “hacer” o “crear” (ποιέω). Platón define este concepto en el El banquete  como “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser”.

20 María Zambrano, El hombre y lo divino, México, fce, 1955, p. 28.

 

21 Platón, op. cit., p. 229.

22 La expulsión de los poetas se explica en el libro décimo de La República de Platón.