Okja
Corea del Sur-Estados Unidos, 2017.
Dirección: Bong Joon Ho.
Guion: Bong Joon Ho y Jon Ronson.
Fotografía: Darius Khondji.
Música original: Jaeil Jung.
Reparto: An Seo Hyun, Tilda Swinton, Jake Gyllenhaal y Paul Dano.

okja

En la reciente edición del Festival de Cannes, Netflix presentó su producción Okja (Corea del Sur-Estados Unidos, 2017) y con ello desató una polémica: ¿posee menos valor un filme estrenado en un servicio de streaming que uno que se estrena en una sala cinematográfica? Para los organizadores del festival, sí, así que modificaron las reglas y, a partir de su edición de 2018, toda película que deseé competir en ese certamen deberá estrenarse, al menos, en salas francesas. Ciertamente, la experiencia estética ante una obra cinematográfica difiere si ocurre en una oscura sala de cine, en las pantallas de casas o las de dispositivos personales; lo mismo sucede con la experiencia social que implica acudir a una sala cinematográfica. Sin embargo, la tendencia en la recepción de las películas se dirige cada vez más a los servicios on demand, y en este cambio de paradigma, Netflix es la punta de lanza.

La pregunta ahora sería: ¿tal cambio en los hábitos de recepción del cine, y las experiencias estéticas y sociales que ello implica, interviene también en el contenido y el lenguaje de la obra cinematográfica? El director surcoreano Bong Joon Ho experimenta esta intervención con Okja, sin reducir el contenido o lenguaje como lo hicieran las películas para televisión de la década de los setentas del siglo pasado. Okja va duro y directo contra la ambición de las empresas transnacionales, contra la falta de ética en la ciencia, contra el maltrato animal y contra la mercadotecnia; y de la mano de Netflix, va en contra de las grandes corporaciones de la exhibición y distribución.

En Okja, Bong Joon Ho nos cuenta la historia de Mija (An Seo Hyun), una niña campesina de Corea del Sur que, durante diez años, cuidó junto con su abuelo a Okja, una enorme cerda de seis toneladas genéticamente modificada por Mirando, una empresa transnacional. Durante ese tiempo, la relación entre Mija y Okja trascendió la interacción básica entre humano y mascota y se volvió una relación intersubjetiva, una verdadera amistad. Pero no hay plazo que no se cumpla y Mirando traslada a Okja a los Estados Unidos para presentarla como el futuro de la alimentación humana, ocultando su condición transgénica y, por supuesto, con la intención de sacrificarla para convertirla en alimento de marca registrada. Mija emprende una aventura para rescatar a Okja y tratar de regresar juntas a la pacífica cotidianidad de las montañas de Corea del Sur, su hogar.

Con el lenguaje propio de las grandes producciones a las que Hollywood tiene acostumbrado al consumidor de cine de masas, Joon Ho plantea la ambición inhumana de las transnacionales que consideran un “área de oportunidad” la crisis alimentaria que implica el drástico aumento de la población humana, representadas por Mirando, compañía que hace uso de la ciencia para crear una nueva especie animal y generar grandes ganancias al convertirla en comida empacada en bolsitas con logotipo. Algo similar a lo que está haciendo Monsanto en el mundo de la agricultura al crear semillas transgénicas y obligar a campesinos de casi todo el mundo a cultivarlas. Hay casos documentados de campesinos de la India que han sucumbido ante la presión de Monsanto, mientras el mundo come cada vez más verduras, frutas y semillas transgénicas.

Destaca la interpretación de Tilda Swinton (The Chronicles of Narnia, Estados Unidos-Reino Unido, 2005, 2008, 2010) como las gemelas herederas del consorcio Mirando, quienes, al igual que su abuelo y su padre, sólo tienen interés en generar enormes ganancias, a costa del bienestar de los otros que, para ellas, no son seres humanos, sino simples consumidores. Para conseguir este fin, usan la ciencia vendida al mejor postor, que crea en un laboratorio una nueva especie animal. Así como la industria de principios del siglo XX acudió a la ciencia para aumentar la producción, controlar a los trabajadores, crear necesidades de consumo y acumular riqueza, la industria del siglo XXI usa la ciencia con el mismo objetivo: las nietas Mirando no han cambiado la intención del abuelo, solo cambiaron el método y el producto.

Joon Ho retrata con sarcasmo no solo a los altos mandos del corporativo Mirando, sino también al personaje mediático interpretado por Jake Gyllenhaal (Brokeback Mountain, Estados Unidos-Canadá, 2005), quien bajo la lógica de la mercadotecnia, con la imagen “natural y orgánica” de un presentador de televisión, representa el patetismo de la propia publicidad y sus recursos; es decir, las herramientas del capitalismo inhumano y las personas detrás de ellas son satirizadas en esta cinta que plantea una triste realidad detrás de la cotidianidad del sujeto urbano común.

El maltrato a los animales no radica en el simple hecho de matarlos para comerlos, sino en la forma en que se crían, se alimentan, se desarrollan y mueren en el rastro. La crueldad no es poseerlos, sino la mala vida que les damos, alejados de su naturaleza, para terminar en un rastro. Este es también el planteamiento del director surcoreano, quien destina un buen tiempo de la cinta a ver la relación entre Mija y Okja en su entorno natural, mientras son libres, conviviendo en igualdad de circunstancias. Criar un animal en espacios urbanos reducidos, donde no puede ser simplemente como es, donde su alimento es producido industrialmente, para finalmente ser sacrificado en aras del lucro, es donde radica la crueldad. Alejados de la naturaleza, tanto el ser humano como el animal.

En Okja podemos contemplar este mundo excesivamente industrializado, tan inhumanamente regido por el mercado, tan alejado de la naturaleza y tan sobrepoblado, que ve como única solución a la crisis alimentaria la producción transgénica de alimentos, para sobrevivir a pesar de lo que ello implique. Ahora bien, la cinta plantea otra opción: regresar a la naturaleza; al ritmo lento, pero reflexivo de la naturaleza, con una cotidianidad aparentemente estática, como la de Mija y Okja cuando han regresado a su hogar.

Una cinta anticapitalista que no posee todos los atributos para ser una gran película; sin embargo, es loable el intento de plantear el tema de la ambición con el lenguaje del cine industrial, con esa fórmula tan gastada por Hollywood de la relación niño-animal, y haberla desarrollado en el marco del nuevo paradigma de recepción del cine. También lo es el hecho de que, tanto el director como Netflix, se hayan atrevido con esta cinta a romper la paz y tradición del santuario cinematográfico que es el Festival de Cannes. Okja será la única película en la historia de este festival que nunca fue estrenada en una sala cinematográfica tradicional. Okja es una cinta… transgénica, metafóricamente hablando.