Surge Opción como nueva posibilidad de expresión que no pretende ser monopolio de unos cuantos sino reflejo de una comunidad estudiantil que sólo podrá considerarse “universitaria” cuando reconozca la importancia de la pluralidad de ideas, de la discusión y, sobre todo, de la participación extracurricular activa. Cuando supere la apatía y la cómoda crítica a priori. (Consejo editorial, 1980)

 

Opción se levanta y voltea a ver. Rompe el espejo. Vacila, da un paso, regresa. Se resiste pero tienta entre los escombros:

En la sociedad no cabe la neutralidad ni como expresión de mediocridad. Ni la ciencia ni el científico, ni la técnica o el técnico, ni el maestro o el alumno, ni persona alguna pueden ser neutrales, y mucho menos puede serlo la Universidad. (Carlos de la Isla, Opción I, 1980)

Cautelosa, hurga en sus memorias. Remueve las telarañas. Lee más por su compromiso que por convicción:

Opción debía proponer la reflexión sobre el ITAM y su entorno académico; habían sido impresos varios números, fue [el ITAM y su entorno académico] de lo que menos se habló. (Virgilio Andrade, Opción 47, 1990)

Suelta la página, se aleja. Cavila, intenta disipar la idea, lucha contra algo, no lo encuentra:

La universidad es un sitio privilegiado para la reflexión. Pero también es un lugar donde la pluralidad es amenazada por el individualismo, la libertad por la especialización y la producción de obras por el cálculo costo-beneficio. A pesar de ello, pocas tareas son tan gratificantes como brindar espacio a la reflexión de los miembros de una comunidad y compartir sus frutos. La difusión y creación de conocimiento es una labor noble que contribuye a realizarnos como humanos. Aun así, sus beneficios suelen pasar desapercibidos. (Consejo editorial, 2002)

En su arrebato intenta huir y tropieza. En el suelo, el espejo, su imagen:

Hoy, 1984, –esperando con fe y con energía que no se cumpla la profecía Orwelliana con sus pantallas de televisión que nos observan y cuidan y demás fatalismos– Opción también quiere entender sus fracasos, acumular sus experiencias, exaltar logros y replantear su futuro. Esta actitud no es más que lanzar una mirada reflexiva al espejo en busca de nosotros mismos y así, sin más ni más, introducirnos en el camino que lleva a nuestra realidad. (Consejo editorial, 1984)

Opción se enfrenta a su número más personal. Después de las lecturas, las discusiones, las propuestas, Opción se queda a solas consigo misma.  Deja entonces de preguntarles y se pregunta: ¿qué es Opción? Si surgió como una respuesta, ¿hoy qué responde? Opción prende una bomba y la sostiene: si se concibió como un rizoma, ¿lo es hoy? ¿Lo fue alguna vez? ¿La anegó la estructura? ¿Se ahogó sola? ¿En qué falló?

Opción se da cuenta de que nunca está sola. Camina por los pasillos, va allende de sus páginas. Opción y la Universidad, Opción y el ITAM. Quiere volar el edificio, cavilar en las ruinas, contestarse: ¿dónde está la nueva sociedad: libre, justa y próspera? ¿Dónde los ciudadanos responsables, comprometidos con ideas? ¿Dónde está el camino a Amaurota? ¿En qué han fallado las aulas, los profesores, los burócratas? ¿En qué hemos fallado nosotros? ¿Nos engañaron? ¿Dónde está el culpable? ¿Nos engañamos?

Opción se afronta para construir en la dialéctica; deja sus libros, se pone de pie frente a la Universidad: ¿es fuente de conocimiento? ¿Es la cuna de la estupidez? ¿Qué acoge? ¿Qué reproduce? ¿Qué aplaude? ¿Qué deja fuera? Repensar, replantear, rehacer la Universidad: ¿necesitamos una Universidad? ¿Dónde está el pensamiento crítico? ¿Qué es el pensamiento crítico? ¿Quién critica al que critica?

Opción piensa la Universidad como sociedad a escala, quita las piezas, busca la cabeza, la autocrítica. Recorre y queda atónita: frente a ella, el desierto. Opción vuelve a pisar y se afirma: para ser consciencia crítica de la sociedad la Universidad deberá ser siempre antes consciencia crítica de sí misma.