This snowflake is an avalanche

El año pasado la banda inglesa Idles lanzó Brutalism, un álbum que, además de destacar en listas musicales como uno de los mejores discos del año, retomaba la crítica social del punk de los sesenta y setenta de The Clash, The Sex Pistols y The Ramones. Este disco, sin embargo, también contenía canciones con sonidos repetitivos y letras que no ahondaban lo suficiente en las temáticas a tratar, por lo que quedaban mal paradas frente a los mensajes de canciones y sencillos como “Mother”, “Faith in the City” y “White Privilege”.

Con todo, en su disco debut, Idles logró llamar la atención de la prensa británica y estadounidense como una de las promesas del rock, lo cual propició que las expectativas hacia su siguiente material fueran muy altas. Este 31 de agosto, después de lanzar cuatro sencillos a través de redes sociales durante la primera mitad del 2018, vio la luz Joy as an Act of Resistance, álbum que efectivamente dejó a más de uno con la boca abierta por el golpe de frescura, optimismo y crítica que la banda le ha traído al punk y postpunk, géneros que, pensaban muchos, estaban muriendo.

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El álbum abre con un bajo poderosísimo que introduce el tema “Colossus”, cuya letra es una carta en la que un hijo se disculpa por no poder cumplir las esperanzas que el padre ha puesto en él debido a los largos fines de semana y a que no tiene la imagen de masculinidad que su progenitor desea. La canción va creciendo a lo largo de tres minutos, monótona e hipnóticamente, hasta que explota.

“Never Fight a Man with a Perm”, “I’m Scum” y “Danny Nedelko” son tres relatos sobre las constantes luchas que libran las clases media y baja —aunque con perfil liberal— en Inglaterra.

La primera de ellas es contra el clasismo. La canción narra una escena de odio de clases que es acompañada por uno de los riffs de guitarra más pegajosos de todo el disco.

La segunda batalla es contra la ideología de derecha. En “I’m Scum” Joe Talbot (vocalista de la banda) se reconoce orgulloso de ser parte de la izquierda que gana el salario mínimo y que reclama sus derechos.

Mientras que en la tercera el tema es el combate al racismo. En esta canción Danny Nedelko, un amigo de la banda de origen ucraniano, es descrito como ejemplo de las bondades que tiene la inmigración y hace un llamado a la unión entre personas por el solo hecho de ser humanos y no residentes de un país.

He’s made of bones, he’s made of blood
He’s made of flesh, he’s made of love
He’s made of you, he’s made of me
Unity!

La siguiente canción retoma el humor que el grupo ya había mostrado en Brutalism. “Love Song” se burla de lo simple y superficial que es el concepto de amor en el siglo XXI:

I really love you
Look at the card I bought
It says I love You.

Hasta este punto del disco, la batería se desarrolla frenética e incansable, lo que hace que esta primera mitad pase rápido. Pero llega “June”, melodía en la que el órgano es el guía, el que nos da la sensación de estar en un ritual religioso. Y de pronto el ritmo decae para dedicarle la canción a la hija no nacida de Talbot. Asimismo, encontramos en el coro la icónica frase de Ernest Hemingway: “Zapatos de bebé en venta: nunca usados”. Esta pausa nos recuerda que, en medio de la protesta y el humor sarcástico, siempre puede haber un punto de quiebre hacia la emoción y la tristeza.

La segunda mitad del disco abre con una oposición a la masculinidad tóxica que se ha asumido culturalmente entre las familias e incorporado a los valores tradicionales. “Samaritans” es un llamado de atención a quienes llevan puesta la máscara del machismo para esconder sus emociones frente a la sociedad.

A través de las líneas de bajo de “Television” y “Great” encontramos caminos explosivos que pueden llevarnos a agitar la cabeza mientras se protesta contra los estándares de belleza y el estilo de vida superficial que los programas de tv han propagado desde finales del siglo pasado, para luego criticar las ideas de odio y aislacionismo que hay entre los británicos después del Brexit y burlarse de la ignorancia que prevalece con respecto a la Unión Europea. Es de destacar la manera en la que, con estrofas de menos de ocho líneas, Idles logra hacer sátira política y social utilizando símbolos de la cultura pop.

En “Gram Rock” se recrea, al puro estilo del teatro del absurdo, el funeral del abuelo y de la madre de un corredor de bolsa que, en lugar de recibir las condolencias, recibe felicitaciones por los spreads que tuvo en sus transacciones durante el día. Un día de luto es un día más de celebración en la oficina, como si fueran “diez puntos para Gryffindor”.

El álbum cierra con “Rottweiler”, una canción que deja la parte lírica de lado y se concentra en concluir la parte musical. Las pedaleras de las guitarras llegan a su máxima distorsión y la voz principal se vuelve más rasposa: se crea un clímax de más de cinco minutos en el que la batería usa todos sus recursos para convertir el ritmo en ruido. De pronto nos encontramos ante un epílogo que va perdiendo el sentido técnico y musical y que da la última cachetada al escucha que, si hasta ese momento sigue dudando de la densidad del material, despierta por completo, agita los brazos y destruye prejuicios.

Si hay un consenso en el medio especializado, es que Idles es la banda a seguir en la escena británica, pues en ella se vislumbra la esencia punk, pero actualizada a las temáticas del siglo xxi, a diferencia de grupos que persisten en tratar temas al estilo de la década de 1970. Joy as an Act of Resistance demostró la madurez necesaria para burlarse de las masas, pero sin perder la seriedad del mensaje, un avance en la producción, a comparación de Brutalism, que hace más disfrutable la experiencia acústica aunque manteniendo el sonido pesado del rock.

A su vez, el álbum demostró que Idles puede componer canciones que no sólo hablen de la depresión de sus amigos o de las peleas de bar —como en las historias contadas en su disco debut—, sino que expliquen las causas sociales y psicológicas de tales problemas. Pero, sobre todo, la banda se demostró a sí misma que, con base en tonos y melodías felices, pueden crear canciones pegajosas en las que su resistencia ya no sea a través del odio sino de la alegría, una brutal alegría.