La libertad consiste en abarcar distancias. No acortar las lejanías, sino hacerse uno con ellas, dejarse abarcar, a su vez, por el vértigo de las grandes presencias. El espacio es una condición de la tierra como de la mente, la exploración de una no puede omitir los paisajes de la otra. Para la libertad no hay desplazamiento, la trayectoria es siempre un retorno: un paseo, un pensamiento. Los espacios físicos y anímicos comparten una misma dimensión para quien no se limita a sus confines, para el que da un paso y se hace huella.

Caminar es una contemplación que se realiza con el cuerpo entero. Meditación corporal: con el movimiento también se avanza en los territorios de la mente. La relación de la excursión a pie, el paseo o la caminata con la filosofía, la literatura y la inspiración va más allá del tópico de la reflexión como recorrido interno. Caminar es traslación y fuga, búsqueda de lo incierto y huida de lo definido; renuncia de los nombres, las identidades, las máscaras civilizadas; vuelta a lo salvaje, al hombre primitivo, al vínculo original con las atmósferas naturales. Es el trayecto no como secuencia de puntos en el tiempo, sino como eternidad, instante que se elonga con la respiración y el paso. Es el ritmo de la lentitud, la paciencia, el silencio del frenesí. Es la posesión voluntaria de la soledad, el acompañamiento discreto de la luz, las sombras, la topografía, la vida que se ensaya.

Caminar es también una añoranza. Implica melancolía por su imposibilidad, e incluso en su realización, por la inevitabilidad de su término. ¿Se puede hablar del paseo como expresión de independencia, o es la paradoja de un escape necesario, una libertad impuesta? Ver a los demás en marcha y cuestionar los pasos propios: ¿cómo caminar en un espacio donde la única intimidad es la que se forja en el pensamiento?

Los terrenos que se abrieron a la tradición del vagabundeo como inspiración ya sólo quedan en las páginas de quienes hicieron del desplazamiento una filosofía. ¿Las ciudades actuales realmente son compatibles con las pretensiones del flâneur? ¿A qué otras formas de libertad se opone la ociosidad de la peregrinación? ¿Hay otro medio que pueda igualar los efectos contemplativos de caminar? ¿Es única su impronta? Sólo queda pensar desde la calma sedentaria, donde se ha invertido el refugio de la creación.

Opción replica esa añoranza, se asoma más allá de sus confines para ver las huellas e indagar su paso, rastrear el pensamiento que camina. Opción abre sus páginas para abarcar distancias.

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