El determinismo de la vida de los insectos
La primera vez que lo vi fue un viernes cubierto de polen y cenizas. Me dirigía al trabajo media hora antes —tenía que salir temprano para recoger los resultados del análisis de Marco—, por lo que estoy seguro de que no eran todavía las siete y cuarto cuando lo reconocí: soberano, sentado con su gigantesco cuerpo de fantoche sobre un banco de plaza.