Caín
Dios mío, ¿por qué rechazas mis sacrificios y favoreces los de Abel? Es quizá indigno el producto sembrado con el sudor de mi frente. Aceptas jubiloso la ofrenda del cordero, pues el humo emana blanco y recto, pero mis espigas de trigo las rechazas, por lo tanto, el humo es gris y se alza ondulante. ¿Acaso nada sucedió y tengo que inventar recuerdos, dejar entre cenizas lo que ya vi y, al parecer, tú ignoras? Caín así musitó entre sollozos.