Opción 183, Septiembre 2014.


Para Javier Ureña.

Jota del reino,
J nazarena,
Jota de tu inicial y mi desvelo.
Ángel primero cuyo urgente cieno
elevo a cáliz de sagrado anhelo.

Canto con otra Jota, la impostada
voz dadivosa de poesía preclara,
para darte en el alga de tu verde musgo
la salmónica esencia de mi tanga elefantada:

Oye, muchacho de mi ardiente vara,
palidecer mi reino en tu regazo,
descúbrete la espalda de un zarpazo,
cubre túmulo fértil mi senara.
Si al imán de tus gracias
te gratino, lisonjero,
único, abierto, el mundanal mollete
suave pincel que pule el caballete,
óleo de oscuridad que nutre el Duero.
Río subterráneo de mi amor versátil,
púrpura manto de cubierta púrpura,
esencia olor ciruela, piel nefanda
escamada del pez que fluye y brota.
A otra jota arribamos y a otra alquimia,
a otra canción acaso, pero al mismo y duro sexo compartido
y equidistante, matemática, algebraica mi intención:
si A por B, J por J y es indivisa y una la poesía.

Jota de letra y carta, barajas y alfabetos,
canción para guardarme de mayates,
rezo para invocar al ángel de la guarda reta guardia reta guardia:
“Mi dulce compañía, no me desampares ni en lo seco ni en el día,
llévame al paraíso de tus tías,
me quedo con el plátano y no con la papaya aya aya.
[Coro:]
Los de adelante cogen mucho y los de atrás gozan igual, igual, igual”.

A ti quiero guardarme, santificarme, encomendarme.
Por la Jota inicial de tu nombre, Javier,
que es como un anzuelo
que espera reencontrase con ese pez que no muere en su agonía,
mística de una letra y de un destino.
Porque sientes, palpitas, gozas y callas (para el mundo)
un amor que desde hace mucho dice su nombre y canta
con muchas voces,
en muchos tiempos,
en perras negras, y blancas y vomitivas de poetas atrevidos,
perseguidas, violentados, admiradas,
muertas, jodidos, encarcelados,
sométicos, almibarados, lesbosas,
tortilludas, deícticas, sinuosas,
sopladores de lecho, mariposas,
ninfos, volteados y jotas.

Por tu afán de ser hombre y de ser mío
y de lamer mi selva axila
y ese pubis tan negro que deshaces
en las atormentadas horas de pasión espalda,
barebackers de un amor sulfúrico,
que tiene del asombro la estocada
a pelo.
Bichis como mi muerte
que me aguarda después de poseerte.
A ti me entrego en esta J, póquer de tradiciones, bastos, espadas y copas,
máscaras todas de tu nombre, arquetipo de genealogías invertidas:
san Bohórquez, san Novo, san Eleuterio. Rueguen por los culos.
Décima letra de una muerte pronta
que espera el fin del sida y del calvario,
llámese familia, y curas, y adoradores del futbol,
hienas al fin cegadas por su devorar y sus buenas maneras
que se la pasan ahogando nuestra nueva revolución
y la esperanza,
nos prefieren con el culo al aire y con el corazón oculto,
contoneados en República de Cuba,
grises de excremento en el sexo,
marchitos de labial, fabricados de bares,
improductivos de redes sociales,
enajenados por el nuevo día en el que hay legislaciones a nuestro favor,
matrimonios felices a la Disney y un último vagón que se reactiva,
pero en ese nuevo día seguimos atacándonos unos a otros, porque la culpa
y el pecado y la señora que aleja a sus hijos de nosotros
nos rompen más las ganas de ser diferentes que los rectos,
porque aquél es chacal, éste una fresa, el otro un perro reprimido
que nunca se quiso acostar conmigo y tiene tres hijos, una esposa, una cuenta a crédito
y yo no tengo más que ochenta penes bien identificados para el récord,
mi ponzoña y mis ganas de señalar las carencias de tantas jotas tan infelices,
y eso no va a cambiar.
Sabedores estamos de que aquel otro día nunca llega
porque el mundo
y los hombres
y la vida
y los miedos hacia adentro
y lo nacas que son tantas
y lo locas que son otras
y lo vacías que nos vemos al destazarnos
y lo calientes e infieles que somos todas
y (hasta el poeta pierde la voz)
((porque no puede llegar ese otro modo)).

Pero así como moriremos en el intento de tener hijos por la vía natural,
no dejaremos de reconocernos en el rosado de las tardes de pueblo,
en el niñito que realiza con una gracia la primera posición de ballet,
en las miradas reversibles del asfalto a la oficina,
ni en las lágrimas por no poder decirle nada al mejor amigo de secundaria,
ésas que se convierten luego en semen muchas veces derramado,
en anhelo de campo abierto y flor de loto.
Por todo eso y lo que se me olvida, Javier,
te invito a que no guardes ni ocultes esta J
sino que la vueles como papalote,
la degustes como algodón de azúcar,
la proclames como el evangelio,
la vistas como las ropas nuevas del emperador,
la cantes como el ruiseñor a la rosa,
la recites como el padrenuestro antes de dormir,
la ostentes como el título universitario,
la legalices como el pasaporte,
la actualices como las aplicaciones de tu teléfono,
la compartas, como tu estado en Facebook,
la derroches, como el dinero de tus padres,
la cuides, como la salud del abuelo,
la uses, como tu cuenta de Grindr,
la desarrolles como la confianza,
la actúes como el teatro de Óscar Liera,
la integres como tu tarea de cálculo,
la fortalezcas, como las encías que se cansan de sangrar en besos negros,
la defiendas como a tu hermana de sus novios,
la sueñes, como la mariposa que soñó que era un gusano,
la publicites, como la coca-cola en tiempos del imperio gringo,
la enseñes, como tu primo te enseñó por primera vez una verga que no era la tuya,
la sientas, como esa tarde oscura en que te penetraron dos veces en aquel camión de ruta,
la escojas como tu destino,
la vivas, como tu vida amando a ese otro hombre que algún día quise ser yo.