Todos tienen los aires encendidos
y caen gotas
que repiquetean
sobre cada saliente del edificio.
Desde el balcón
oigo un montón de caballitos
que bajan del cielo
en tropel, por la pared
y me pregunto si vos también
pasás a veces noches así
muerto de calor
ilusionándote.

 

*

 

Estoy en tu casa, sola.
Es la primera vez
y subo a la terraza.

Un edificio alto y flaco
el dominó de las ventanas
encendidas
un montón de familias
que ven los noticieros.
En Chacarita la luz es roja
las hojas que quedan en los árboles
resplandecen
todo alrededor prendido fuego
y a punto
de caer.

Miro tus cosas, las que no usamos juntos
y quiero que sean mías, conocer
de memoria la cantidad de escalones
las formas del óxido en el ténder.

De qué color serán los árboles
por la mañana, en octubre
para qué lado gira el cielo.

 

*

 

Anoche pensé que nos separábamos
y esta mañana, al sol
tocás el piano
mientras me abrigo
para salir.
Nada se mueve
salvo tus manos
blancas sobre lo blanco.

Parece posible
una vida así.

 

*

 

En la televisión, los huracanes
y en los balcones
el frenesí creciente
de los llamadores de ángeles
como si girase más rápido
la maquinaria celeste.
Salimos a caminar.

 

*

 

En el cementerio de Chacarita
buscamos nombres
de antepasados en la piedra
pero sólo encontramos montoncitos
de tierra removida
que el viento de estos días
no dejó cuajar.
Más allá, una familia
reunida, incompleta, al sol
mientras yo trato de calcular
el daño que se prepara
qué será lo que un día
nos haga llorar.