Viajar representa estar en constante movimiento, ir y venir, caminar para estar afuera y explorar adentro. Formalmente, puede considerarse como el traslado de una parte a otra, ya sea poniendo en movimiento el propio cuerpo o utilizando algún medio de transporte. La mayoría de las veces, viajar trae consigo el goce de emprender un camino y mirar, descubrir, conocer, renovar expectativas, crear nostalgias, palpar libertades. Aunque también se puede hacer un viaje para escapar, para huir de un lugar que ya no nos gusta, donde pueden agredirnos, donde no hay respeto. Viajar para ser otro, viajar para reconciliarse con uno mismo. Y esta acción, esta decisión, puede ser atrapada en un discurso escrito, ya sea en una carta o en un diario, un poema, un cuento, una novela o un ensayo. Es así como se ha creado un subgénero literario llamado literatura de viajes.

Aunque no es reconocida como tal por algunos expertos, otros estudiosos del tema han llamado así al conjunto de obras escritas a partir de un viaje.1 Es así como este tipo de expresión literaria integra los relatos que comparte un autor después de caminar por un territorio. Al moverse, hace camino. Al escribir, imprime una memoria. Es un escritor que, como viajero, camina, se mueve a otro territorio, a otro lugar, a otra cultura.

La literatura de viajes reúne textos escritos casi siempre en primera persona que registran las sensaciones y emociones, las miradas y las evocaciones de lo que se encuentra en otras tierras. Su única guía es la experiencia vivida y su eje central es el viaje. Estructura una historia donde está explícito e implícito el movimiento, el camino transitado para llegar a ese lugar y lo que se va conociendo de él a través del don de la observación y de las habilidades literarias. Se intenta recrear el ambiente, descubrir las diferencias y semejanzas con la propia cultura, compartir la percepción de un espacio diferente al habitualmente ocupado. Es posible vagabundear, pasear, decidir el lugar a visitar y compartir con un lector esa experiencia. Sin duda, para los expertos en el tema, los relatos de viaje expresan sentimientos, opiniones y visiones. La mirada del escritor es totalmente subjetiva y, desde esa perspectiva, describirá paisajes y personas, lugares y tradiciones. Lo hará porque sigue un camino, porque recorre calles o veredas, porque no acorta lejanías y comprende que, al dar un paso, deja huella. La literatura de viajes permite la escritura en prosa de una historia que trata sobre “un desplazamiento en el espacio hecha por un sujeto que, asumiendo el doble papel de informante y protagonista de los hechos, manifiesta explícitamente la correspondencia […] de tal desplazamiento con su relato”.2

Las narraciones de viajes se han clasificado de acuerdo con los lugares que se han visitado, el objetivo planteado o la temática abordada, según el perfil de quien las escribe o el tipo de textos elegidos.

En una de las tantas propuestas teóricas, Gustavo Bueno plantea un interesante término cuando hace referencia al viaje y al camino. Considera que ese binomio permite plantear el concepto de homo viator, que, a su juicio, hace referencia a todo ser humano al que por antonomasia le está negado detenerse, como si en el movimiento encontrara la verdadera razón de nacimiento. Homo viator parece advertir que el ser humano está en camino y que sólo cuando está en camino es un verdadero ser humano. Más vale camino que posada, dijo Don Quijote. Andar y ver, viaje y camino.3

María Elena Casasole dice que, por tradición, al parecer, quienes viajan son los hombres, y las mujeres, como Penélope, esperan.4 Sin embargo, hay textos dentro de la literatura de viajes que rompen con esa perspectiva. En efecto, poco a poco, se identifica la pluma femenina en la escritura de viajes. Desde la misma Biblia, una de las pocas mujeres autoras de uno de los evangelios, Rut, hace un relato sobre el viaje que, luego de enviudar, hace acompañada de su suegra hacia las tierras donde conocerá a Booz, el hombre que se enamorará de ella. Otros estudios van recuperando nombres y obras de mujeres, como el texto titulado Turkish Embassy Letters (1762), de la escritora inglesa Lady Mary Wortley Montagu, considerada una de las pioneras de la literatura de viajes femenina en Oriente. Se ha citado también a la austriaca Ida Pfeiffer, con Eine Frau fährt um die Welt (1851).

La literatura de las mujeres ha ido creciendo en cuanto a la identificación de las obras donde viajan a través de sus historias. Y en este tema, que sirve como pretexto para caminar, las escritoras mexicanas tienen textos representativos de ese andar. Los invito a que caminen conmigo y exploremos algunas de esas creaciones.

 

Prensa femenina del siglo XIX

Violetas del Anáhuac (1887) fue una de las primeras publicaciones periodísticas fundadas y redactadas por mujeres en México. Desde su primer número, aseguraban que las mujeres mexicanas gustaban de escribir y las motivaban a seguir haciéndolo, ofreciéndoles las páginas de su semanario. Así, ellas publicaron poemas, recetas de cocina, consejos de belleza, ensayos sobre la educación femenina y narraciones de viajes.

En Orizaba nos detuvimos un día, y tuvimos ocasión de admirar sus pintorescas casas coronadas de rojos tejados, sus poéticos jardines y sus bulliciosos ríos, de los cuales el Borda atraviesa por el centro de la ciudad, y está detenido a cada paso por presas hechas por la industria, ya sea para mover un molino, ya sea para regar un campo, ya, en fin, formado plateadas ondulaciones naturales al despeñarse en sus puntos más profundos. También visitamos su parroquia de tres naves sostenidas por dos órdenes de columnas con su lujoso piso de mármol, en la cual tuvimos un verdadero hallazgo en un cuadro pintado por Gabriel Barrauco, natural de aquella ciudad, que representa la oración de Cristo en el huerto, y que es, en nuestro concepto, una hermosísima obra del genio.5

Su mirada ingenua, su esfuerzo por detallar y describir, permite que se advierta a una mujer mexicana fuera del hogar, en movimiento, que pasea, que conoce, que mira y quiere compartir lo que observa. Las jóvenes colaboradoras eran estudiantes de la Escuela de Artes y Oficios para Mujeres, que, además de practicar la enseñanza del oficio de la imprenta, encontraron en este medio el espacio para compartir sus sensaciones e ideas. Fueron jóvenes que se identificaban dentro del hogar, pero que también se mostraban fuera de ese espacio doméstico, conociendo, recorriendo su ciudad y otros poblados. En camino.

En este seminario destinado al público femenino, durante el periodo de 1873 a 1889, se han encontrado diecinueve relatos de viajes que ofrecían a sus lectoras otros paisajes, convirtiéndose en un espacio de libertad y autonomía para mujeres que se ubicaban fuera del hogar y observaban, paseaban, caminaban. Resulta muy inspirador encontrar a finales del siglo xix estos discursos de las mujeres mexicanas y verlas fuera de casa, observando, detallando y haciendo camino.

 

Antonieta Rivas Mercado

El 28 de abril de 1900 nació esta mujer mexicana, hija del arquitecto que diseñó el símbolo de la Ciudad de México, el Ángel de la Independencia. Por pertenecer a una familia privilegiada, tuvo la oportunidad de recibir una excelente educación y de viajar desde muy joven. Fue una mujer que apoyó a los artistas de su época y gracias a ella fue posible que ellos crearan sus grandes obras, ya fuera en la literatura o en la pintura. Fue una mujer que rompió con muchos prejuicios, pero que también enfrentó dificultades por ello, tantas que se quitó la vida frente al altar de Notre Dame cuando apenas tenía 31 años. Su vida, su carisma, su personalidad y hasta su forma de morir han atraído a muchos investigadores que han escrito biografías y estudiado su obra. Sin duda, unos de los materiales más significativos escritos por Antonieta que se han recuperado son sus diarios, aunque también escribió teatro, novela, ensayo y crónica.

El estilo de Rivas Mercado permite ver su cuidado para recrear ambientes y adornar detalles del más mínimo movimiento o de lo que permita definir el perfil de un personaje. Su narración permite imaginarla en el lugar, libre, en movimiento y segura de cada paso que da para encontrar paisajes y cosas, sonidos y colores. Elige la palabra puntual, quizá por eso seduce. Hace referencia a datos que permiten atisbar que se trata de una mujer culta e inteligente. Una mujer que puede admirar París y conmoverse con el pueblo mexicano; que puede describir a un hombre como José Vasconcelos, pero también al pueblo que lo recibe. No es una mujer parada al lado de un gran hombre, es una mujer que mira, que recorre, que observa, que hace camino al andar para reconocer, confirmar y delatar. El viaje no siempre puede ser de placer y admiración. Salir también puede provocar el descubrimiento de escenarios de odio y violencia. Puede también servir de escenario para preparar la misma muerte. En efecto, a veces, los caminos de Antonieta Rivas Mercado parecen marcar huellas de dolor y de total desesperanza. En sus diarios pueden observarse sus abismos, pero también su gran sensibilidad. Solamente una mujer como ella puede escribir en la última página de su diario los últimos pasos que dará, la forma en que va a detener su andar, el fin del camino:

Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen, crucificado… Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me sentaré para tener la fuerza de disparar. Pero antes será preciso que disimule. Voy a bañarme porque ya empieza a clarear. Después del desayuno, iremos todos a la fotografía para recoger los retratos del pasaporte. Luego, con el pretexto de irme al Consulado, que él no visita, lo dejaré esperándome en un café de la avenida. Se quedará D. acompañándolo. No quiero que esté solo cuando le llegue la noticia…6

 

María Luisa Ross

Musa para los hombres que la conocieron, mujer de palabras para ella misma. Por eso, desde muy joven escribió en diversos periódicos del recién nacido siglo xx. Fue escritora y periodista nacida en 1891, en Pachuca, Hidalgo.7 Su estilo y personalidad le abrieron camino en el mundo intelectual de su época. Fue una de las primeras reporteras mexicanas. Escribió para El Universal Ilustrado, aunque también publicó libros didácticos, ya que además fue maestra, así como novelas y cuentos. Destacan sus crónicas de viajes, una de las cuales fue publicada con el título Así conquista España (1923). Actualmente, algunos biógrafos presentan este relato como el primero que escribió una mujer americana sobre la tierra española. El viaje fue un encargo del presidente Adolfo de la Huerta. La narración da fuerza a sus sensaciones y su cotidianidad, así como a cada momento que vivió en el viaje. De esta manera, nos permite acompañarla en el trayecto que hizo de México a España.

28 de octubre de 1923. Una leve claridad enmarca a la ventanilla del camarote. Amanece. Son las seis de la mañana. Como todos los días, levanto la persiana para ver el mar. Una dulce emoción me llena toda entera. Sobre un cielo de color naranja, se perfila el torso de una montaña. Por fin, la misericordia de la tierra se levanta ante la constante fuerza del mar. Comprendo ahora, muy honda, muy íntimamente, el significado de esta frase, mil veces dicha y jamás meditada: La madre tierra. Después de largos días de navegación, se tiende la tierra ante nosotros como una mansa piedad. El mar, tremendamente hombre, siempre es amenazante, hasta cuando acaricia. Hoy, nos besa rendido. ¿Acaso mañana nos dé muerte con lujo de crueldad? Ahora, cerca de la tierra, batiendo la Riviera, tiene renunciaciones y tendencias de enamorado. Las olas murmuran apenas y su arrullo está lejos de las que hace unos días hacían estruendos y sacudían el casco del barco. El agua canta blandamente. Un revuelo de gaviotas dibuja arabescos. Nuestro vapor se desliza quedamente como temeroso de turbar el sueño matinal en que todo parece dormido. En las torrecillas que empiezan a verse, se adivina vida. Madre Tierra. Madre España. Estamos en La Coruña.8

Observadora sensible, se expresa con generosidad y confianza. Detalla instantes, gestos, formas de vestir, sensaciones y diferencias. Puntual en sus pormenores, adjetiva para que la imagen sea lo más precisa; ofrece datos que permiten ubicar y conocer; compara para que lo nuestro y lo de ellos sea cercano y, a la vez, distinguible; evoca para añorar; da un tono de melancolía a sus evocaciones, o bien, muestras de alegría ante lo recién conocido. Se esfuerza por atrapar voces, sonidos, modos y expresiones. Hay humor, colorido, frescura. Enumera lugares —desde templos hasta mercados—, formas de hablar y personajes, puertos y castillos, fechas y anécdotas, galerías y restaurantes, arte y arquitectura. Da testimonios de los habitantes —desde la gente del pueblo hasta los eruditos—, compañeros de viaje y su propia voz. Corresponsal, traductora, reportera, escritora e intelectual, pionera del periodismo hecho por mujeres en México.

 

Elena Garro

Ha sido una de las mejores escritoras mexicanas de todos los tiempos, quien, después de un largo exilio, regresó a nuestro país para morir a la edad de 68 años. Escribió novela, cuentos, poemas, textos periodísticos, teatro y guiones de cine. En 1934, Octavio Paz se casó con ella. Se divorciaron, porque siempre demostraron todo el daño que podían hacerse mientras se amaban. Dicen que fue su musa y su antimusa, el personaje negado y el no-personaje. Tuvieron una hija, la única hija de los dos, Helena Paz Garro.

De 1937 a 1959, Elena y Paz conjugaron el verbo amar en pasado y en silencio, pero unificaron el verbo odiar en todos los tiempos. Rivalidad o envida, simbiosis absurda, diferencias leales, escándalos y sosiego, la nada y todo en contra. Representaron la pareja mexicana de intelectuales presta para chocar y coincidir. Estuvieron cubiertos de inteligencia, talento, éxito y celos. Fue precisamente en esa época que estuvo con él cuando escribió Memorias de España 1937, un delicioso relato que presenta lo que vivió al ser testigo de la guerra civil española. Junto con Paz, fue para asistir a un congreso de escritores, pero al trasladarse hasta el Viejo Continente encontraron el caos y la muerte, el peligro y el rostro. Elena necesita escribir todo lo que ve y siente. De esta manera, el texto tiene un movimiento imparable; ella no deja de moverse, ya sea para aproximarse a personajes como Pablo Neruda o León Felipe, para perseguir a un Silvestre Revueltas fuera de sí bajo la lluvia en París, para palpar los rostros de la miseria y el dolor que deja un enfrentamiento bélico o para dibujar la vida bohemia que puede dejarlos sin dinero para comer, o apenas con lo suficiente para subirse a un tren en Veracruz y regresar en tercera clase, para horror de su familia y la de Octavio Paz.

Con su estilo, Garro logra recrear cada momento, palpar el olor de las naranjas que se roba, el ambiente de miedo cuando los soldados están a punto de apresarlos, cuando los aviones vuelan zigzagueando como persiguiendo a la muerte, cuando hay tiempo para admirar el lado hermoso de la herida España:

Al amanecer el Mediterráneo lucía en todo su esplendor. Era el mar más antiguo del mundo y parecía que acababa de nacer. Las playas tendidas, cubiertas de arena fina como oro molido. Era increíble que por ahí hubieran navegado los griegos y los romanos. Nos bañamos en su agua tibia y seguimos el camino.9

En este viaje, Elena Garro camina detrás del hombre que ama y odia, muestra las escenas de reclamo y de silencio, evoca que a nadie le gustó que se casara con él. Pero, a la vez, muestra su lado tierno al emocionarse porque saludó a Neruda o porque murió César Vallejo, y la fuerza de su carácter cuando enfrenta a los soldados que quieren detenerla o cuando pasea por el barco, burlándose del mareo de toda la tripulación. En este libro, los caminos de Elena Garro están llenos de vida y muerte, de luz y oscuridad, de tantas voces y de su voz, haciendo eco, moviéndose sin parar.

 

Margarita Michelena

Poeta y periodista nacida en Pachuca, Hidalgo, Margarita Michelena descubrió su vocación de poeta desde pequeña. Ella misma afirmaba que cuando le leyeron los poemas de Luis de Góngora, su corazón infantil aceleró el ritmo y quedó marcada para siempre por la poesía. Escribió porque supo que de esa manera se delataba. En toda entrevista que dio, constantemente repetía que la mejor manera de conocerla era leyendo sus poemas. Sin embargo, también se delató en sus textos periodísticos. Escribió en la página editorial de Excélsior hasta el último día de su vida. Un amigo suyo aseguraba que las prosas de Michelena inspiraban simpatía por su verba y brío, por su vigorosa castiza dicción, por su corrosivo sentido del humor, también por su furia valiente. Fue en esos espacios periodísticos donde delató otra de sus grandes pasiones: los viajes. De manera constante avisaba a sus lectores que se iba de vacaciones y compartía crónicas de éstas. Abordaba, teniendo como pretexto los viajes que hizo por el mundo, situaciones cotidianas en otros países; por ejemplo, criticaba la obesidad en Estados Unidos o le gustaba la limpieza y la educación vial en las ciudades europeas.

Cuando estaba yo en Nueva York ya para concluir la Segunda Guerra Mundial, la juventud estadounidense era muy bella. Y aún la gente madura conservaba un exterior decoroso, resultado quizá de la voluntad de no abandonarse, así como así, a los estragos de la edad… Y eso que todavía no les daba por allá por el “jogging” ni por prohibir el cigarro. Recuerdo que uno de los anuncios más llamativos, cerca de Times Square, era el de una enorme cara humana, que echaba rítmicamente humo por la boca para recomendar una marca de cigarrillos muy malos —los Lyons— y encima había que hacer cola para adquirirlos como, cuarenta y tres años más tarde, hay que efectuar el mismo engorroso trámite, en los países llamados “socialistas”, para comprar una barra de pan.10

Margarita fue poeta y escritora. Sensible y exquisita. Periodista y crítica. Mirada sagaz y tono mordaz. Diva del viento, bella y airosa. Mujer de palabras, cautiva en su poesía. En sus espacios periodísticos, llamó la atención su estilo irónico, incisivo y directo, siempre con mirada crítica, juicios certeros y fundadas argumentaciones.

 

Sara Sefchovich

Investigadora, socióloga e historiadora. Maestra y revolucionaria, hereje y pecadora. Ama demasiado y siempre pregunta si somos mejores las mujeres. Cómplice en cada historia que cuenta, provocadora si analiza la condición femenina y conciliadora al buscar respuestas a tantas cosas absurdas que pasan en el mundo. Es inteligente, su crítica es sutil pero demoledora, absolutamente solidaria y generosamente mujer de palabras.

Una de sus primeras obras publicadas fue Mujeres ante el espejo. Narradoras latinoamericanas del siglo xx, donde detalló que desde hace mucho tiempo las mujeres mexicanas escriben para delatarse, para comprenderse y para descubrirse ante ellas mismas. En ese libro, además de recuperar tantas voces literarias en femenino, ella afirmó que esta literatura hecha por mujeres es un modo particular de apropiación y transformación de la realidad, del lenguaje para expresarla y construirla, y de la manera de estructurar un texto.

Su primera novela fue Demasiado amor (1990). En cada página logró que la mirada lectora recorriera nuestro país y la convenció de que su belleza geográfica es más intensa cuando se transita acompañada del hombre que en ese momento se ama; que una mujer es bella sin importar sus kilos; que puede tener sexo por simple buena voluntad, más que por dinero; que una mujer le puede heredar a su sobrina una historia escrita por su puño y letra, para que sepa que existe el amor y que existen los sueños, para jurarle que se puede amar demasiado, con demasiado amor. La novela es un continuo viaje, se palpan los aromas de México, las risas de su gente, cada sitio lleno de magia e historia. El personaje femenino, llamado Beatriz, nos lleva por diferentes divinas ciudades y a escenarios de comedias llenas de tradiciones.

Contigo conocí los trece cielos y los cinco soles, los cinco mares, los cinco colores y las cuarenta y dos razas de la planta del maíz. Contigo conocí los cuatro espacios y los cuatro tiempos, los cuatro elementos y los cuatro puntos cardinales que son las direcciones del mundo. Conocí tres sierras madres y un eje volcánico, las tres virtudes teologales que son la fe, la esperanza y la caridad y las tres virtudes cardinales que son la inteligencia, la memoria y la voluntad… Tú me enseñaste los lugares de antier en los que Dios estaba en todas partes y los lugares de ayer en los que Dios estaba en el cielo y los lugares de hoy sin Dios. Por todos los caminos y por todos los lugares vimos el maíz, vimos el maguey y el frijol, vimos la caña de azúcar, vimos la fruta. Trepados en el cono volcánico de Xihuingo vimos los llanos de Apan con sus magueyes y sentí un enorme amor por este país. Trepados en las ruinas de Monte Albán vi la tierra seca y pobre y sentí un enorme amor por este país. En las cumbres de Telapon y en El Tláloc, vi todo lo que al ser humano le está dado ver y sentí un enorme amor por ti y por este mi país, país de cerros y volcanes, de milpas y magueyes, de colores y sonidos, de indios y dioses.11

En esta novela, una mujer viaja con el hombre amado, pero no solamente conoce diferentes lugares de la mano de él, cada lugar la hace palpar su país, pero también a ella misma.

 

María Luisa Puga y Mónica Mansour

Amigas y escritoras, tuvieron la idea de compartir sus vivencias en cada viaje realizado, con el objetivo de fomentar la lectura, y así publicaron el libro Itinerario de palabras. María Luisa Puga tenía ya un gran prestigio como novelista, por su obra Las posibilidades del odio, al igual que Mónica Mansour, quien destacaba como poeta, narradora y ensayista. Las dos comparten en la introducción que dos instituciones las contrataron para que recorrieran el país como promotoras y que no sólo compartieran su trabajo, sino también el de otros escritores. La invitación les pareció una aventura divertida e interesante, pero resultó ser algo más. Aseguraban que todo empezó con la idea de cambiar la rutina diaria, sin embargo, salir de su mundo “literaturriento”, tan cómodo y a gusto, también provocaba una mezcla de temor y curiosidad. Fue así como cada una narró por separado lo que vivieron y vieron, los lugares que conocieron como turistas y ahora como promotoras, las diferencias y semejanzas de viajar por placer y por cuestiones de trabajo. El México que se presentaba ante sus ojos no lo habían visto: es un país por el que se mueven con libertad y gozo, que las sorprende por su ignorancia y burocracia, del que se enamoran por la sencillez y las ganas de aprender. En cada estado hay una anécdota, una forma de comer y de hablar. En cada paso que dan, pueden encontrar a la gente sencilla y al funcionario cuadrado, calles llenas de fiesta, rincones olvidados. Sus miradas no pierden detalles, son honestas y críticas, directas y claras. El andar les permite descubrir las diferencias respecto a lo que se dice de un sitio, confirmar lo que puede creerse, inventar su propia perspectiva.

Hay que ir a Real de Catorce. No vaya a dejar de ir. Es un lugar mágico. Mágico porque parece un pueblo abandonado, un pueblo fantasma; de hecho, tiene una población como de setecientos habitantes. Allí se filmó Pedro Páramo. Y mágico también porque es el centro del peyote, es una ciudad sagrada.

Desde Matehuala queda muy cerca. Tomé el coche y me dirigí al famoso Real de Catorce, ciudad minera, ahora medio abandonada. Por la carretera se llega a la catedral y allí se toma una desviación: 25 km de empedrado. Luego hay un túnel de dos kilómetros y en la entrada unos cobradores y niños y vendedores que se ofrecen como guías de turistas. Ciudad declarada monumento histórico. Esperaba muchas maravillas y encontré algunas, así como otras sorpresas.12

 

Kyra Galván

Poeta mexicana que en la década de los ochenta cautivó a muchas lectoras con su poema “Contradicciones ideológicas al lavar un plato”, un texto donde cuestiona las diferencias entre los hombres y las mujeres, le canta a la belleza del cuerpo masculino y descubre que la sombra en el ojo la eterniza como mujer. Se fue a vivir a Londres y se convirtió en una viajera que recorrió varios lugares del mundo, y esta experiencia la compartió en su libro Netzahualcóyotl recorre las islas (1996), poemario donde la vemos oscilando entre dos países y en el que destaca, en su tono, esa insistencia de saberse extranjera pero no ajena a cada uno de los lugares que camina y explora. Aislamiento y diferencias, nostalgia y melancolía, estar lejos le provoca escarbar esa geografía donde nació y que, seguramente, la ha formado, la distingue de otras culturas, delatando un exilio interior y el recorrido de su propio cuerpo. Hace referencia a Inglaterra y a Japón, juega a imaginar que un rey azteca desea viajar por esos lugares, evoca su propia patria y se llena de nostalgia. Su recorrido es intimista, camina para dejar y borrar huellas, para seguirlas y para no seguirlas, para encontrarse y regresar. Busca su país, quiere conocer otros lugares, pero no perderse a sí misma. Camina para descubrir otras tradiciones, recorre para palpar diferencias y aceptar semejanzas.

Cuando vivía en Japón
admiré muchos Budas, una multitud de ellos.
Algunos flacos, otros gordos, hechos de piedra o de metal.
Había pequeños y grandes, sonrientes y serios.
Es curioso cuando una occidental se acerca al budismo.
Una occidental que creció con terror a la oscuridad de las iglesias,
al pelo natural de los santos con ojos de vidrio
que te miran con esa mirada fija con la que sólo los santos pueden hacerlo,
con miedo a la sangre de un crucificado exangüe
que se yergue como el principal en esa cohorte extraordinaria de torturados,
de quienes se guardan dedos cercenados y esquirlas de hueso y gotas de sangre
en los recipientes más bizarros como jamás se ha visto.
Pero los budistas también rezan.13

La voz poética de Kyra Galván camina a su ritmo, pasea por otros lugares para encontrarse con ella misma, da un testimonio que la rodea de otras culturas, pero que finalmente se topa con un lado humano. Identidades que coinciden y se separan, sus islas son metáforas que marcan la lejanía y la cercanía con los lugares que ha visitado y con su país, al cual extraña. Kyra ha caminado para volver a ser ella misma, pero diferente.

 

Escritoras al caminar

Yo camino, ellas caminaron, nosotras caminaremos… Conjugar el verbo caminar desde mi identidad de mujer, desde las miradas de otras mujeres, ha representado una manera sensible y emotiva de palpar sus conjugaciones y metáforas. Por eso, elegí a las escritoras que, a través de sus discursos, muestran sus huellas y comparten los pasos que otras podemos dar. Consideré que una manera de aproximar este verbo a la condición femenina era a través de sus palabras y de un tipo de textos específico: la literatura de viajes. Nada para caminar como viajar. En sus páginas, ellas representaron la fuerza de este verbo, sus magias y posibilidades. Al elegir esta temática, se abren uno y mil caminos para verlas en movimiento, avanzando, dejando huella. En sus narraciones, en cada viaje realizado, contemplan las veredas que pueden llevarlas de paseo o servirles de fuga. Evocan los días de paseo o de exploración, de peligro por pisar territorios extraños y de amor al saberse acompañadas.

Las escritoras mexicanas han contribuido a su libertad con la literatura de viajes: invaden ciudades extranjeras o se mecen frente al mar, se muestran independientes y hasta conquistadoras o invasoras. Reconocen o cuestionan sus propios pasos, e incluso pueden decidir hacer un alto total de manera trágica. Rastrean su pensamiento y hasta su propio cuerpo con tal de avanzar, de llegar a un lugar, a una isla o al árbol que mantiene viva su esperanza.

A finales del siglo xix, las mujeres mexicanas descubrieron que el periodismo puede ser una tribuna de expresión. Entre los temas que eligieron están los paseos, su andar por la ciudad o sus caminatas por La Viga. Se reconocen en otros escenarios fuera del hogar y no detienen su andar.

En el extranjero pueden sorprenderse o tomar decisiones drásticas, como lo hicieron María Luisa Ross y Antonieta Rivas Mercado. Toman pluma y papel para registrar cada impresión y cada paisaje, todas las voces y la suya propia, como Elena Garro. Vuelven a las páginas de los periódicos y aprovechan, como Margarita Michelena, la vena poética para compartir esa mirada que provoca la admiración de otras culturas y otras tradiciones. Se enamoran y metaforizan al hombre amado en cada rincón que conforma un territorio, como lo mostró en su novela Sara Sefchovich. Toman de la mano a una amiga y deciden un itinerario de palabras para compartirlas en cada pueblo, en cada ventana que da hacia el mar, en cada ciudad colonial, igual que María Luisa Puga y Mónica Mansour. Son extranjeras para identificarse con un lugar y son nómadas para reencontrarse con su identidad nacional, como lo logró en su poesía Kyra Galván.

Las escritoras mexicanas han viajado por diferentes lugares, pero también dentro de sí mismas. Cada recorrido las fortaleció y las retó, las invitó a escribir sobre cada camino recorrido.

 


1 Vid. Tatiana Escobar, Sin domicilio fijo. Sobre viajes, viajeros y sus libros. Ciudad de México, Paidós, 2002 (Amateurs), p. 35.

2 Beatriz Colombi Nicolia, “El viaje y su relato”, en Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos. Ciudad de México, unam, Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, 2006, núm. 43, p.14.

3 Vid. Gustavo Bueno, “Homo viator. El viaje y el camino”, en Pedro Pisa Menéndez, Caminos reales de Asturias. Zona central. Oviedo, Pentalfa, 2000, p. 5. Disponible en https://www.filosofia.org/aut/gbm/2000pisa.htm Consultado el 2 de septiembre de 2020.

4 Mar a Elena Casasole, “Ojos de mujer observan el mundo: la escritura de viaje femenina”, en Investigaciones Feministas. Madrid, Universidad Complutense de Madrid: Ediciones Complutense, 2014, vol. 4, pp. 241-254.

5 Laureana Wright, “Un viaje a Veracruz”, en Violetas del Anáhuac. México, 1888, t. 1, núm. 14, p.161.

6 Antonieta Rivas Mercado, Obras, t. ii. Compilación, presentación, cronología, notas y apéndices de Tayde Acosta Gamas. Ciudad de México, Siglo xxi, 2018, p. 63.

7 Rosalinda Sandoval Orihuela, Participación de la mujer en los inicios de la radiodifusión educativa: María Luisa Ross Landa. (Tesis de maestría). Ciudad de México, unam, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2011, p. 109.

8 María Luisa Ross Landa, Así conquista España. Ciudad de México, Talleres Gráficos de Herrero Hermanos Sucesores, 1923, p. 10.

9 Elena Garro, Memorias de España 1937. Ciudad de México, Siglo XXI, 1992, p. 36.

10 Margarita Michelena, “Un mundo feliz”, en Excélsior. Ciudad de México, 30 de septiembre, 1988, p. 7A.

11 Sara Sefchovich, Demasiado amor. Ciudad de México, Alfaguara, 1990, p. 123.

12 María Luisa Puga y Mónica Mansour, Itinerario de palabras. México, Folio, 1987, p. 44.

13 Kyra Galván, “Netzahualcóyotl recorre las islas”, en Incandescente. Ciudad de México, Cal y Arena, 2010, p. 176.