Opción 92, Septiembre 1998.


 

Ya comí, ya bebí, ya me aburrí
Ya no quiero estar aquí.
Rima popular

 

EL CONSEJO, LOS DIRECTORES, SUS FOBIAS Y UNA DIETA INFAME

Uno de los requisitos para entrar a Opción es el famoso ensayo de ¿qué es una revista universitaria? Y a santo de la respuesta a la pregunta es por lo que hemos cometido todo tipo de atropellos y barbaridades contra nosotros mismos. Desde hace tres directores –iniciando con Carlos F. Castañeda– hay un proyecto editorial que a muy grandes rasgos afirma una versión renovada de la ilustración: no todo está dicho. No todo está hecho. […] Cada miembro del consejo, con las armas que Dios tuvo a bien darle, procedió a imaginar una revista universitaria. […] Nos desvelamos y le pusimos nombres a nuestras ojeras.

Ahora, entiéndase que lo anterior de heroico no tiene nada. Igual que el amor, la dedicación a una declaración de principios es algo siniestro. Y entre otros tantos resultados aquí adentro uno aprende a volverse silencioso.

[…]

NADIE HABLARÁ DE NOSOTROS CUANDO HAYAMOS MUERTO

Y bueno, Opción es lo que es a causa de su consejo, pero bajo ninguna circunstancia se debe considerar al consejo como su causa eficiente y final. La revista se construye –literalmente– a partir de lo que el alumnado proporciona para que se construya. […] Si se desea una publicación auténticamente representativa se tiene forzosamente que utilizar el material que mandan los alumnos de la universidad, a riesgo de caer en una versión impresa de The Tango Lesson, editada, armada, dirigida, actuada, cantada y musicalizada por una sola persona. […] La revista es su espejo también. Si el alumno escribe, la revista finalmente tendrá que crecer. Si no, no.

[…]

SMELLS LIKE FRANK SINATRA

Mi generación de opcionautas ya salió de la revista. Sobrevivimos a base de café y nicotina por espacios prolongados de tiempo. Tuvimos una relación pasional y tempestuosa con un proyecto editorial que en estricto sentido le pertenece a la comunidad que lo cobija y tolera. Y con las salvedades usuales, funcionó. Y aprendimos algo. Reafirmamos el párrafo que sigue:

Como cualquier otro, todos apostamos a la inmortalidad pasajera. De alguna manera, toleramos la soledad y la tristeza y la locura momentánea, con la firme convicción de que no tenemos ansias de mártir. […] Nadie de los de acá quiere ser Syd Barret, y revolucionar la música progresiva inglesa para terminar ido, cuarentón y de vuelta en la casa familiar, aislado e incapaz de volver a hacer música. Queremos más bien algo parecido a las fotos del álbum Pulse.