Pero preferiría ser horizontal.

No soy un árbol con raíces en el suelo,

que sorba minerales y amor maternal,

para que al llegar marzo sus hojas resplandezcan;

ni encarno la belleza de un jardín,

que atraiga exclamaciones y mueva a que lo pinten,

sin saber que muy pronto sus pétalos caerán.

 

Comparado conmigo, es inmortal el árbol.

Y una corola, no muy alta, pero más sorprendente,

y de uno anhelo la longevidad, y de la otra la audacia.

 

Esta noche, a la luz infinitesimal de las estrellas,

las flores y los árboles han estado esparciendo su refrescante aroma.

Yo camino entre ellos, pero ninguno se da cuenta.

A veces pienso en eso cuando duermo,

tengo que parecérmeles lo más posible:

pensamientos que se han ido empañando.

Yo, que estoy acostada, lo siento como algo natural.

Así es que el cielo y yo tenemos nuestras charlas,

y he de ser útil cuando yazca al fin:

por una vez, entonces, me tocarán los árboles, y tendrán tiempo para mí las flores.

 


Aproximación al español de Ezequiel Zaidenwerg.