“Proyecto de arte pone un tinte de terror a e-mails” rezaba el encabezado de una columna en el Chicago Tribune, hace poco más de un año, que leía durante una brevísima estancia en la ciudad del viento. El texto criticaba fuertemente el software de un artista que coloca al final de cada e-mail del usuario palabras —generalmente sin sentido— que la Agencia Nacional de Seguridad gringa considera evidencia de conspiraciones terroristas. El autor aseguraba que el proyecto “amenazaba con tener el mismo efecto que revelar la identidad de agentes encubiertos o vender réplicas de pistolas hechas de plástico que pueden evadir detectores de metal”. Para el columnista, atentar contra filtros de seguridad que invaden la privacidad puede tener repercusiones serias para la seguridad del país y no debe ser llamado arte. El trabajo que criticaba es ScareMail, un software gratuito que cualquier persona con acceso a internet puede descargar e instalar, y esas líneas bastaron para que siguiera el trabajo de Benjamin Grosser el último año.

ScareMail es su trabajo más famoso y quizá el que lo ha catapultado al pódium de los pocos artistas reconocidos que trabajan con nuevos medios, pero Grosser ha hecho más que retar a los sistemas de hipervigilancia estadounidenses. Una de las cosas que explora su trabajo es la forma en que las nuevas tecnologías afectan nuestro comportamiento. Así, creó Facebook Demetricator, un software que desactiva las cuantificaciones en Facebook (los likes, el número de comentarios, las veces que se comparte una publicación, etc.) y muestra cómo cambiamos nuestro comportamiento en presencia de los números. Una osadía en una época en que se le rinde culto a las estadísticas como guías para tomar decisiones en todos los campos. También creó Computers Watching Movies e Interactive Robotic Painting Machine, obras con las que explora los alcances de la inteligencia artificial y desmitifica la idea de que los softwares son neutrales. Acorde a su idea de una web libre, todos sus softwares se pueden descargar gratuitamente de su sitio web, en donde se encuentran otros de los proyectos que ha presentado en galerías desde Boston hasta Tel Aviv. Grosser pone a prueba el rol del artista en la era de la web y se pregunta si las máquinas no son también capaces de decidir y crear —hasta un punto que a algunos espanta— por sí mismas.

 

 

¿Cómo fue que un licenciado en composición musical terminó programando?

 

Cuando empecé a estudiar composición estaba interesado en la música creada con computadoras. En especial, quería usar una computadora para crear sonidos que nunca antes había escuchado. En ese entonces no existían softwares para trabajar con sonido, es decir, si querías crear música con una computadora, tenías que crear tu propio software, lo que me llevó a aprender mucho sobre programación para poder hacer lo que quería.

 

 

¿Qué son los softwares y la tecnología para ti? ¿Qué rol tienen en nuestras vidas?

 

Los softwares ya forman parte de la vida diaria. No se puede escapar de ellos. Un software le dice al cajero automático si debe darte dinero y al restaurante si tu tarjeta aún tiene crédito. Los softwares te permiten comunicarte con mensajes de texto, Skype, iMessage, e-mail, Snapchat, Twitter, Facebook, etc. Un software decidirá si te dan un préstamo para comprar un coche o si una empresa puede confiar en ti.

Al mismo tiempo, la mayor parte de esos softwares son diseñados y creados por un sector muy pequeño de la población. Los desarrolladores de softwares viven en unas cuantas colonias, la mayoría estudió en las mismas cinco universidades con los mejores programas de ciencias computacionales y todos ganan, en promedio, entre 75 y 125 mil dólares al año. En su mayoría son hombres blancos de entre 25 y 35 años. En otras palabras, tienen cierta posición cultural y, por ende, una visión del mundo muy particular. Su visión es neoliberal, una visión emprendedora que cree que todo puede ser resuelto con softwares. Esto no significa que los softwares o sus desarrolladores sean malos, pero los softwares que resultan representan una visión del mundo específica y debe ser importante para todos entender esto.

 

 

Tus proyectos cuestionan el papel del artista. Por ejemplo, con tu Interactive Robotic Painting Machine (Máquina robótica interactiva que pinta), ¿quién es el autor del producto final? ¿El robot está únicamente siguiendo tus órdenes dadas en el software o te has vuelto un mero facilitador de lo que él quiere hacer?

 

¿Cuál es el producto final? ¿Las pinturas? ¿El robot? ¿La documentación en video? A veces siento que sólo soy el cuidador del robot, el que lo ayuda a hacer lo que sea que quiera, en lugar de a la inversa. Creo que el robot tiene autonomía, a pesar de que yo lo creé.

 

 

¿Le tienes miedo a la inteligencia artificial?

 

No, pero tengo cuidado con lo que la inteligencia artificial puede provocar en los seres humanos, en particular, cómo puede aumentar aún más las desigualdades de poder. La inteligencia artificial que decide lo que significa tu búsqueda en Google, qué programa de televisión poner o cuáles de las publicaciones de tus amigos de Facebook preferirías ver tiene mucho poder sobre tu acceso a la información y eso debe ser entendido.

 

 

Tu proyecto Computers Watching Movies (Computadoras viendo películas) me recordó a Slavoj Žižek cuando habla del “sujeto interpasivo”. Žižek argumenta que, lejos de conectarnos, la tecnología nos está volviendo más pasivos y, aún más importante, está interactuando y disfrutando por nosotros: las noticias de Facebook, el botón de retweet, películas que nadie está viendo excepto la computadora o televisión. ¿Qué piensas de esto? ¿La tecnología está mejorando las relaciones humanas?

 

Sí y no. Sin duda, ahora me relaciono con una comunidad de personas más grande que nunca gracias a sitios como Facebook y Twitter, pero al mismo tiempo que me permiten comunicarme con más personas, también limitan lo que digo y cómo me presento ante los demás. Una de las cosas que busco con mi trabajo es revelar las formas en que los softwares no son neutrales, examinar cómo afectan lo que hacemos y, por ende, quiénes somos. Por cierto, Vito Campanelli describe algo similar al concepto de Žižek, pero se refiere directamente a la web como sujeto cuando habla de las “corrientes predeterminadas” en la web en su libro Web Aesthetics.

 

 

En este mismo sentido, ¿cómo está afectando nuestras relaciones la obsesión que tenemos por la cuantificación? ¿Qué encontraste con Facebook Demetricator?

 

Los números en Facebook (contar cuántos “me gusta”, cuántas veces has sido compartido, cuántos comentarios tienes) hacen que los usuarios interactúen de forma que esos números crezcan. Queremos tener likes, entonces publicamos cosas que tienden a tener más likes y dejamos de publicar las que no. Creemos que tener más likes que nuestros amigos es una medida con significado. Cuando sabemos que otros pueden ver cuántos likes tiene lo que publicamos, tenemos más razones para querer más likes. En otras palabras, cuando nos dicen cuánto de algo tenemos, tendemos a pensar que más es mejor y hacemos lo que sea que genere más.

 

 

¿Somos otras personas en la web? ¿Cómo cambia quiénes somos en la vida real cuando estamos en el mundo virtual?

 

La diferencia entre real y virtual se vuelve más borrosa cada día. Entre más se difuminan los límites, más difícil se vuelve llevar identidades alternativas en línea, y eso es justo lo que las corporaciones y el Gobierno quieren. Si sólo puedes ser una persona en Facebook y tienes que manejar tu cuenta personalmente es más fácil para ellos analizar tus hábitos de consumo y vender tu mirada a los anunciantes. Si sólo puedes ser una persona en la web es más fácil para la nsa [siglas en inglés de la Agencia Nacional de Seguridad] rastrear cada uno de tus movimientos en línea y en el mundo físico.

 

 

En tu sitio web afirmas que “ScareMail se propone frustrar los intentos de vigilancia de la nsa volviendo los resultados de sus búsquedas material inútil”. ¿Te consideras un artista contestatario? ¿Cuáles crees que son las responsabilidades que tiene el arte con la sociedad?

 

No uso la palabra contestatario para describirme a mí o a mi trabajo. Sin embargo, me interesan las implicaciones políticas de los softwares, lo que significa que mi trabajo algunas veces se cruza directamente con políticas gubernamentales. Me gustaría que los artistas incluyan en su trabajo temas que importan, temas que vayan más allá de ellos mismos. Eso no significa que el trabajo de uno debe ser abiertamente político o que no puede ser muy personal, pero lo que sea que hagas debe tener relevancia para los demás.

 

 

¿Qué te dice el debate que ScareMail ha generado sobre el proyecto y sobre tu trabajo?

 

La vigilancia cambia quiénes somos y qué hacemos. De hecho, nos cambia tanto que algunas personas creen que poner palabras sin sentido al final de tus correos electrónicos es equivalente a un acto terrorista.

 


Traducción del inglés de Carlos Noyola.