Los inicios están repletos de contradicciones. La ignorancia es una antesala de la verdad y las preguntas son la moneda para cruzar al otro lado; pero la habilidad de cuestionar no es gratuita, requiere un mínimo de conocimiento: el fundamento de toda pregunta es una noción de lo que se ignora. ¿De dónde viene ese saber primordial? ¿O acaso ha estado desde siempre? De cualquier forma, parece que lo hemos logrado. Hemos llegado a la sala de máquinas donde se ordena la verdad, y seguimos pagando con nuestras preguntas con tal de avanzar, o sentir que avanzamos.

Los desarrollos son tan conflictivos como reveladores: el paso por el jardín del saber nos muestra que el camino a la verdad no es unívoco, sino que tiene sus bifurcaciones. Un sendero primario es la dualidad de la ignorancia: su aceptación y la virtud de la sorpresa, o la incomodidad de la desnudez mental y su rechazo. Otro sendero es la dualidad del conocimiento: su naturaleza inagotable y nuestra capacidad de adquirirlo, o su finitud y la resignación a ciertas verdades limitadas, aunque abundantes.

Nuestra avidez delata que hemos optado por hacer lo posible por abandonar la ignorancia. ¿Qué hemos sacado de ese escape? Si resulta que el conocimiento es limitado, ¿no conviene más volver sobre nuestros pasos hacia las virtudes de la tabula rasa? Si resulta ilimitado, ¿deseamos seguir adelante sin hallar certezas?

Nuestra búsqueda también nos ha dejado varados frente a la cuestión del final del saber. Si el conocimiento se revela limitado, ¿podemos llegar a la verdad última, o dónde se dibujan nuestros lindes? Si se muestra ilimitado, ¿tenemos forma de acceder a todos sus resquicios?

Los finales están repletos de intrincaciones: todo callejón sin salida se inscribe en algún laberinto. Si la pregunta por el final del conocimiento no nos lleva a ningún lado, podemos cambiar de rumbo y preguntar con la otra cara del fin: ¿cuál es la finalidad del conocimiento?

¿Esta búsqueda, fructífera o infértil, tiene sentido más allá de un avance entre lo impreciso? ¿Qué hacer con las respuestas que hemos adquirido? ¿Reclamamos verdades o nos basta el abrazo de una ficción para tapar nuestra carencia de certezas?

Opción traza las cuencas de su ignorancia para llenarlas con los ojos de los que preguntan. Usa la visión que le prestan para asomarse a los finales y a las finalidades. Paga su entrada al otro lado, no para recorrer los senderos, sino para observarlos.

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