¿Dónde estará (repito) el malevaje
Que fundó en polvorientos callejones
De tierra o en perdidas poblaciones
La secta del cuchillo y del coraje?
Jorge Luis Borges, “El tango”, en El otro, el mismo (1964)

Columna 1 (2)

En pleno corazón de la colonia del Valle está ubicado el parque Tlacoquemécatl o Jardín del Arte. En este vergel, los fines de semana, artistas y curiosos comparten su afición por la salud, la convivencia y la belleza. Tristemente, quedan pocos lugares así en la capital de la República mexicana. Con candor, los vecinos lo conocen con la apócope de cariño de parque Tlaco. En su parte occidental, el parque Tlacoquemécatl posee un singular monumento dedicado al zorzal criollo: Carlos Gardel. En ese lugar —desde el 11 de diciembre de 1990, fecha en que la Asociación de Tangueros de México develó el monumento a Gardel con motivo del centenario de su natalicio—, se reúnen con cierta periodicidad las diversas peñas aficionadas al tango, la música porteña por excelencia.

En dicho parque, el visitante puede detenerse a descansar un momento y contemplar el monumento a Gardel desde cualquiera de las bancas porfirianas que lo rodean. Sobre una base trapezoidal, en medio de áreas verdes, se ve un Gardel repujado sobre una estela dorada, sonriendo a los viandantes. Al contemplar la estela, de inmediato vienen a la mente aquellos tangos, milongas, valses, rumbas, zambas o foxtrots que Gardel inmortalizara en centenas de eternas grabaciones. “¡Cada día canta mejor! Gardel es el tango”, dicen los más.

Sin embargo, si se desea adquirir el gusto por el tango, ¿por dónde empezar? La estela gardeliana nos puede dar pistas. La realidad es que hay tangos para todos los gustos. La visión comercial de este género musical le ha impuesto clichésque poco le ayudan, reduciéndolo a letras exageradas y plañideras. Visto así, el tango se nos presenta como algo poco atractivo y caduco, por limitativo. ¿Quién paga por sufrir? Y esos clichés casi logran matar al tango a partir de los años cincuenta, cuando comenzó a alejarse del gusto del público. Sin embargo, al adentrarnos en su mundo, hallaremos un género totalmente vivo, con múltiples corrientes y una innumerable cantidad de encantos por ser descubiertos. En esta ocasión, la broncínea sonrisa de Gardel será nuestro norte.

El primer acercamiento que se tiene al tango es a través del cine. En concreto, en algunas escenas que tienen al tango “Por una cabeza”, de Carlos Gardel, como protagonista, el cual fue compuesto originalmente para la película Tango Bar (1935). Esta pieza también apareció, muchos años después, en filmes como Perfume de mujer (1992) y La lista de Schindler (1993). Es muy probable que si a las generaciones actuales alguien les menciona el tango, los remita, de inmendiato, a esas películas. Dicho sea de paso, en los años treinta se creó una serie de cintas, con una infinidad de canciones e intérpretes, que, gracias a las redes sociales, hoy podemos disfrutar en maratónicas jornadas de apreciación: Las luces de Buenos Aires (1931), Melodía de arrabal (1933), La casa es seria (1933), ¡Tango! (1933), Cuesta abajo (1934), El tango en Broadway (1934), Ídolos de la radio (1934) y El día que me quieras (1935) son un buen punto de arranque. ¿Argumentos muy sencillos? ¡Claro! No esperen complicaciones dramáticas en filmes que son instrumentos para apreciar la música. Estas películas ayudan a entender todo lo que rodea al tango y amplían el horizonte que tengamos de él. En ellas, hay escenas de baile y ritmos combinados (tango-vals, tango-rumba, tango-foxtrot, milongas, mazurcas gauchas), además del lenguaje y expresiones propios del gotan, vocablo para denominar al tango en lunfardo, forma de expresión lingüística propia de los bajos mundos, emparejada a este género musical y que ha hecho aportaciones al castellano en general.

En efecto, el tango tiene una existencia propia, pero en las películas y grabaciones se confunde con otros géneros, sin renunciar a su espíritu. Pongamos como ejemplo el siguiente fragmento del tango-vals “Yo no sé qué me han hecho tus ojos” (1933), con música y letra de Francisco Canaro:

Yo no sé cuántas noches de insomnio
en tus ojos pensando pasé;
pero sé que al dormirme una noche
con tus ojos preciosos soñé…
Yo no sé qué me han hecho tus ojos
que me embrujan con su resplandor,
sólo sé que yo llevo en el alma
tu imagen marcada con fuego de amor.

Es necesario reafirmar que el tango tiene un universo propio, pero también es un género que agrupa distintos ritmos y estilos que convergen en una idea central criolla y urbana, unas veces sofisticada, otras elegante, otras tantas arrabalera. Musicólogos, historiadores, sociólogos e intérpretes han debatido sobre su origen. Algunos proponen que es africano; otros, que proviene de inmigrantes italianos; y un puñado, que surgió en las pampas. Hay algo de cierto en todo ello, pero tales posturas desembocan, la mayoría de las veces, en discusiones bizantinas que distraen energías de algo más importante: rescatar su memoria y difundirlo por todos los medios posibles.

En el 2009, el tango fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco) como patrimonio inmaterial de la humanidad. Poco antes, en 2003, ese mismo organismo internacional declaró la voz de Carlos Gardel como parte de la memoria del mundo. En Argentina existe la Academia Musical del Tango, creada en 1990; a semejanza de ella, tenemos en nuestro país, desde 1994, la Academia Mexicana del Tango. Y qué decir de la importancia en nuestro medio de un programa radiofónico como Cien años de tango, que se transmite, desde 1979, por Radio UNAM.

A pesar de los múltiples esfuerzos nacionales e internacionales, a diario se va perdiendo la memoria histórica del tango. Es cierto, la normalización, sistematización y ordenamiento de diarios, revistas, partituras y discos es una realidad, gracias a la tecnología y al personal profesionalizado, pero si no fuera por el trabajo voluntario de aficionados que inundan las redes con material propio, el acceso a esta parte de la cultura sería muy limitado, restringido sólo a especialistas del ramo.

Consideremos como ejemplo el portal Todo Tango. En él se ofrecen partituras; semblanzas de orquestas, cantantes, letristas y compositores; reseñas detalladas de un buen número de tangos y comunicación con peñas tangueras de todo el mundo, así como algunos documentales. Con toda razón, el sitio fue declarado por el Gobierno argentino como de interés nacional. A pesar de ello, una característica que se observa en ese portal es que se sustenta más en el heroico trabajo de sus editores, que en una política pública en pro de la memoria histórica. Gracias al rescate de esa memoria que realiza su equipo, hoy es posible enterarse de nombres que estuvieron a punto de ser olvidados y cuya música se potencia a niveles insospechados después de medio siglo de oprobioso olvido.

Comencemos con Osvaldo Fresedo, un compositor y director de orquesta que incorporó a sus obras y arreglos elementos del jazz, el musical y la música de salón europea, como lo demuestra su tango “Buscándote” (1941), el cual, en la voz del tenor Ricardo Ruiz, adquiere timbres de extrema dulzura y en un fragmento de su letra dice:

Mi andar apresuré
con la esperanza de encontrarte a ti,
largos caminos hilvané,
leguas y leguas recorrí por ti.

Después que entre tus brazos
pueda descansar,
si lo prefieres, volveré a marchar
por mi camino de ayer.

El tango no es cosa del pasado. “Buscándote” es una canción emparentada con la opereta del cine austroalemán que sublima el género y lo despoja de ciertas creencias negativas, como ser caricaturesco por exagerado. Ricardo Ruiz, el cantor que eligió Fresedo para interpretarla, merece un mejor lugar en la historia de la música que el olvido, destino común de buena parte de los compositores e intérpretes del tango.

Si hay un compositor de tangos y milongas que atrapa de inmediato, ese debe ser Francisco Canaro. Uruguayo de nacimiento, Canaro, con su orquesta, es capaz de hacer bailar al más formal de los escuchas. “Reliquias porteñas” (1938)es un buen punto de partida para apreciar el genio de Canaro. La partitura marca un 2/4. Los violines comienzan un motivo acelerado. El piano pone el acento rítmico. De pronto, aparece el tema presentado por las cuerdas, con el clarinete y el piano dialogando al fondo, en una amplia exposición. Después, la parte central o trío, que se confunde de nuevo con el tema principal, todo en un frenético desarrollo de movimiento perpetuo. Casi tres minutos de música sin desperdicio alguno.

Si lo frenético de sus milongas subyuga de inmediato al oyente, no se puede decir menos de los valses de Canaro. Uno, en particular, posee tal perfección formal, que por sí solo lo inmortalizaría. Se trata de “Mentir en amor es pecado”(1934). Esta obra aparece al final de la película Ídolos de la radio y la interpretan la soprano de coloratura Ada Falcón y el tenor Ignacio Corsini. Su letra, de Arnaldo Malfatti y Nicolás de las Llanderas, contiene el siguiente fragmento, que es cantado de manera antifonal:

No he mentido el amor, yo te he amado,
en ti puse mi vida y mi fe,
de tu amor yo jamás me he burlado,
siempre fiel mi cariño te fue.
Yo no sé comprender tu desvío
ni por qué el cariño que unía a los dos
hoy se muere de pena y hastío,
dejando vacío nuestro corazón.

En contraste con la dulzura de los ritmos europeos internalizados en el tango, tenemos buena parte de la música considerada de la Guardia Vieja, más agresiva, sincopada y con pocas concesiones para el escucha. A la Guardia Vieja del tango se le ubica entre finales del siglo xix y mediados de los años veinte del siglo pasado. Sin embargo, como todo encajonamiento intelectual, esta cronología tiene matices. En efecto, el tango de la Guardia Vieja es más para bailar que para cantar; su orquestación es más popular que académica —el uso de la flauta, por ejemplo, se dejó de lado en la Guardia Nueva—; sus temáticas y letras admiten un uso más abierto del lunfardo, y el elemento popular local suele resaltar sobre el europeo o norteamericano. Los defensores de la Guardia Vieja consideran que los tangos de la Guardia Nueva perdieron su vigor y crudeza; entre ellos, los escritores Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, por citar sólo dos ejemplos.

Ahora bien, la Guardia Vieja no se quedó atrapada en el pasado. En los tiempos de la Guardia Nueva, todavía se hacían tangos a la manera anterior. Citemos dos ejemplos: la milonga “Jueves” (1921) y el tango “Viento del norte” (1929). La primera pieza fue grabada por Juan Bautista Guido y su Orquesta Típica, y la segunda por la Orquesta Típica Victor; ambos conjuntos pulidos en su sonido y con una técnica impecable, cualidades que sonarían más a la Guardia Nueva, la cual empezó, para ser precisos, con la reforma de Julio de Caro, que abarcó de 1925 a 1955, coincidiendo con la primera salida del poder de Juan Domingo Perón. Ambas obras son adecuadas para bailarse en estilo canyengue, o para escucharse con toda la solemnidad, cuales piezas de cámara para piano de Johannes Brahms.

“Jueves”(o “Día de moda”) comienza con un marziale en 2/4 con los primeros violines, que acentúan y complementan a los segundos, los cuales dan paso al tema principal. El piano y el bandoneón ejercen su mando en el sostén rítmico. Luego, los papeles se invierten: el violín solista y el bandoneón toman la iniciativa, y el desarrollo se da con un frote sobre el violín principal con sordina, a manera de sarcasmo, para, de inmediato, retomar el tema principal y desembocar en un final en el que grita  de manera lamentosa. “Viento del norte” empieza con un solo de bandoneón acentuado por el piano. El violín solista los acompaña armónicamente y el bandoneón, como en un lamento, toma la iniciativa, secundado, primero, por el violín, y después, por las cuerdas. De pronto, el violín desarrolla solo el tema, quedando las cuerdas con el piano en un eco trágico de sincopado y agresivo ritmo. “Jueves” y “Viento del norte”: música recia, valerosa y obsesiva.

En el espíritu de la Vieja Guardia también se encuentra el tango “Ventarrón”(1933), el cual narra la historia de un hampón de los suburbios de Buenos Aires que fue asesinado a quemarropa. La música es de Pedro Maffia y la letra de José Horacio Staffolani. Su estribillo inicial dice así:

Por tu fama, por tu estampa,
sos el malevo mentado del hampa;
sos el más taura entre todos los tauras,
sos el mismo Ventarrón.

¿Quién te iguala por tu rango
en las canyengues quebradas del tango,
en la conquista de los corazones,
si se da la ocasión?

Una de las mejores versiones de este tango es la del cantor Alberto Gómez, acompañado por la Orquesta Típica Victor. En ella, el bandoneón, el piano, las cuerdas y el violín solista enmarcan lo agreste del mundo del hampa, mientras la voz narra quién es ese peculiar personaje, taura entre todos los tauras, es decir, el líder indiscutible, por su arrojo y valor, no exento de cierta nobleza del alma, a diferencia de sus pares en el crimen, si tal cosa es posible.

Hasta ahora, se han comentado intérpretes del pasado, lo que podría dar la impresión de que el tango es algo muy lejano, pero no es así. En la actualidad, diversas agrupaciones lo interpretan y reinterpretan para continuar su tradición, como la Orquesta Romántica Milonguera, fundada en el año 2016 por jóvenes intérpretes argentinos y que, prácticamente, está reviviendo el repertorio con todo su esplendor y calidad. Esta orquesta es un hito que, disco tras disco, concierto tras concierto, está rompiendo la falsa idea de que el tango de las guardias vieja y nueva se quedó en la primera mitad del siglo xx. Los distinguen la técnica, el estilo y el fuego de sus versiones. Los videos que acompañan a sus grabaciones discográficas son una cornucopia de buen gusto y un renacer de las orquestas típicas del tango, con sus bandoneones, contrabajos, pianos y violines, al estilo de las agrupaciones históricas de Julio de Caro, Victor, Biagni, Canaro o D’Arienzo.

Una muestra de ello es el tango “Invierno” (1937), con música de Enrique Cadícamo y letra de Horacio Pettorossi. La producción que se nos presenta, filmada en un escenario histórico, es cantada por Marisol Martínez y Roberto Minondi. El texto no tiene cortes posibles y dice lo siguiente:

Volvió…
el invierno con su blanco ajuar,
ya la escarcha comenzó a brillar
en mi vida sin amor.

Profundo padecer
que me hace comprender
que hallarse solo es un horror.

Y al ver…
cómo soplan en mi corazón
vientos fríos de desolación
quiero llorar.

Porque mi alma lleva
brumas de un invierno
que hoy no puedo disipar.

Tras el clímax orquestal, al finalizar la estrofa, el dueto se une con las últimas tres líneas del poema para dar paso a la coda final. El resultado es extático de principio a fin. Esta pieza es heredera digna de aquella promesa de Gardel, quien afirmó que las grabaciones iban a ser cada vez más perfectas, trágicamente incumplida debido a aquel fatal accidente aéreo de 1935.

El tango pasó por una etapa realmente crítica a partir de 1955. Nuevos ritmos llegaron y el tango no supo cómo responder a ellos. Las grandes orquestas y la plétora de solistas, otrora triunfantes, fueron relegados, aun cuando siguieron actuando. Que Astor Piazzolla haya salvado o no al tango es algo por debatir, pero lo cierto es que le insufló vida. Piazzolla empezó en el mundo del tango, se desarrolló en el mundo de la música clásica y volvió a aquél, no para hacer lo mismo que en sus inicios, sino para ser, en sus palabras, Piazzolla. De su época como compositor académico tenemos, por ejemplo, su Sinfonietta (1952), portento de obra para orquesta de cámara. Dividida en tres movimientos (“Dramático”, “Sobrio” y “Jubiloso”), la Sinfonietta de Piazzolla es una obra que bien merece una nueva oportunidad.

Con el tiempo, el propio Piazzolla renegó de sus obras clásicas y éstas quedaron empolvadas, pero, bajo los ojos actuales, asombran en más de un sentido. Tomemos el tercer movimiento de su Sinfonietta como ejemplo de eclecticismo entre el tango, la música de las pampas y las vanguardias musicales. Cual tango de la Guardia Vieja, es un tema sincopado, con aire popular, que entremezcla salvajemente audaces armonías en 4/4, influenciadas por Igor Stravinsky, Béla Bartók, Arthur Honegger o su mentor y connacional Alberto Ginastera. Esta partitura le valió a Piazzolla un premio importante y una beca para estudiar en Europa con Nadia Boulanger. Al regresar, tras estudiar con tan importante maestra, Piazzolla decidió retornar al origen y tener una voz propia a través del tango.

Con Piazzolla no termina el tango, pero sí un modo de verlo. Quedará para la crítica especializada y el tiempo definir si el tango contemporáneo —por ejemplo, el de Gotan Project, Electro Dub Tango o Bajo Fondo Tango Club— entrará a la historia de este género musical. Lo que es una realidad es que su éxito y posicionamiento en los gustos actuales está afianzando de nuevo al tango, como no ocurría desde la primera mitad del siglo xx. Así que hoy coexisten todas las formas de ver el tango, desde las más clásicas y académicas hasta las más urbanas y electrónicas.

Columna 2 (1)

Con todo, Gardel sigue siendo el ícono del tango, el ente más citado y biografiado. ¿Por qué? ¿Cuál es el atractivo que lo eterniza? Las distintas biografías del morocho coinciden en que fue la encarnación del espíritu colectivo del porteño promedio, a la vez que el cantor de la capital de Argentina. Homero Manzi, uno de los poetas que más aportó al tango, decía que “Buenos Aires tuvo en Gardel a un historiador inesperado y preciso, puesto que sus cantos son momentos de historia; de historia pequeña, viva y sin nombre”. En efecto, Gardel le cantaba a su tiempo. Según su biógrafo Edmundo Eichelbaum, Gardel buscó en el tango “una forma de canción que exponga lo actual, lo contemporáneo, lo que se está viviendo, y especialmente lo que se vive en la ciudad. Y hasta el pasado es actual si a través de él se revela lo que la gente piensa ante el tiempo que transcurre y en el que se dan los cambios”.

De todas las imágenes de Gardel, hay una foto del 12 de junio de 1928, donde está jugando cartas con unos amigos en el barco Conte Rosso. Por la composición, se entiende que acaban de descubrir las trampas de Gardel en el juego. Él finge no saber nada, mientras que uno de ellos (Victor Damiani) lo amenaza con el brazo en alto. Se entiende que José Ganduz, sentado frente a él, es su cómplice y reprende al rival común (Adamo Diduv). Disfrutando de la charada, en medio de todos ellos, ríe frente a la cámara Marguerite Vignou. Ni por asomo se nota la Gran Depresión. El mundo es de ellos y son felices. En vida, ése fue Gardel: elegante, refinado, con don de gentes en todas direcciones y el porte de sus aspiraciones caballerescas. Podemos poner como fondo para esta imagen, en analepsis, el foxtrot titulado“Rubias de New York” (1934), incluido en la película El tango en Broadway. Mary, Peggy, Betty y Julie, las chicas a quienes va dedicada esta canción, no podrían estar más de acuerdo, pues su alegría “ríe como un cascabel”.

Gardel grabó, con José Ricardo a la guitarra, el primer tango canción, que fue “Mi noche triste” (1917), compuesto por Samuel Castriota y con letra de Pascual Contursi. A partir de ahí, los tangos cantados fueron sustituyendo, casi de manera total, a los instrumentales. Entre los aficionados al tango existe la controversia de si eso no amaneró el tango, es decir, si esta situación no le quitó esa fuerza y rabia inicial, en demérito de los elementos románticos contenidos en los tangos cantados. Queda abierta la discusión. En lo particular, se puede considerar que ambas posturas sumadas dan un todo magnífico; es estéril ese enfrentamiento. Gardel tiene varios periodos: el de su dueto con José Razzano; el de las giras por Europa, llevando la música de Argentina; el de cantor de cine con las letras de Alfredo Le Pera; y hasta el de político, que en más de una ocasión lo metió en problemas.

“Golondrinas”(1934) es uno de los tangos más candorosos que puedan existir. La música y el canto son del propio Gardel, y la letra es de Alfredo Le Pera. También fue incluido en la película El tango en Broadway. En el filme se puede observar a ese Gardel que es líder moral de toda una forma de pensar y vivir. Como es patente, “Golondrinas”, sin ser su tango más conocido, bien puede ser el resumen y la suma de todo lo que el tango y Gardel representan, la esperanza de retornar al origen:

Criollita de mi pueblo, pebeta de mi barrio,
la golondrina un día su vuelo detendrá;
no habrá nube en sus ojos de vagas lejanías
y en tus brazos amantes su nido construirá.

Si en la Ciudad de México hay un lugar donde contemplar y celebrar a Gardel, como lo es el parque Tlaco, también hay uno donde hacer comunidad todos los viernes: el Bar Arrabalero, en la Zona Rosa. Ahí se va a bailar, a cenar y a escuchar tango. No es un lugar de baile estrictamente profesional (aunque todos sepan hacerlo bien), sino de tango vivo, una prueba de que no es música del pasado. Escuchar las grabaciones que ahí reproducen constituye una escuela permanente de apreciación musical, sin demeritar los esfuerzos de sus intérpretes y divulgadores. Pensemos, entre tantos, en César Olguín y su Orquesta Mexicana de Tango, la Camerata Latina o los cantantes Hugo Jordán, Pablo Ahmad y Freddy Potenza. Hay más tango entre nosotros del que pensamos. Es inmortal.

 


1 Para obtener mayor información sobre los diferentes lugares —no sólo de México, sino de todo el mundo— donde hay sitios dedicados a Gardel, se recomienda ingresar al blog Gardel en sus monumentos <http://gardelysusmonumentos.blogspot.com>. [Consulta: 20 de septiembre, 2019.]

2 Vid. Jorge Luis Borges, “Prólogo”, en Carlos Zubillaga, Carlos Gardel. Gijón, Ediciones Júcar, 1976, p. 10.

3 Vid. Héctor Benedetti, Nueva historia del tango. De los orígenes al siglo xxi. Buenos Aires, Siglo XXI, 2015, pp. 249-250.

4 Vid. Horacio Salas, El tango. Ciudad de México, Laberinto, 2008, pp. 343-345.

5 En La lista de Schindler también aparece el tango “Mi Buenos Aires querido”(1934), con música de Carlos Gardel y letra de Alfredo Le Pera.

6 La escena de baile de Robert de Niro con Gabrielle Anwar es parte de la memoria colectiva cinéfila contemporánea.

7 Por ejemplo, la inversión de algunas palabras claves en la jerga lunfarda se conoce como vesre. Así, por ejemplo, Gardel es el troesma, es decir, el maestro. Sin embargo, el lunfardo no se limita a esto, sino que tiene un extenso vocabulario que debe ser incluido en todo buen cancionero de tango para poder entender las letras.

8 Vid. H. Salas, Tango. Poesía de Buenos Aires. Buenos Aires, Manrique Zago, 1998, pp. 18-23.

9 Ibid., p. 123.

10 Este programa es uno de los más antiguos de la radio en México. Su horario de transmisión es los domingos, de las 15:30 a las 16:30 horas, por el 860 de am. Es uno de los programas más cuidados de los medios culturales en México, el cual merece un justo reconocimiento. Sus conductores y productores son Luis Fernando García, Miguel García, Víctor Manuel Jiménez y Jesús Martínez Portilla, con invitados especiales en cada emisión.

11 Disponible en <http://www.todotango.com/>.

12 La milonga es la parte rápida del mundo porteño, como lo es, por ejemplo, la polca a los valses.

13 La música de esta pieza es de Graciano de Leone y su letra de Celedonio Flores, aunque en la versión de Canaro sólo se interpreta la parte musical, sin la literaria.

14 Es insólito cómo algo así ha sido preservado con una calidad tan mala. Su salvamento se dio gracias a ser grabado, con una mucho mejor calidad sonora, por Corsini, pero sin Ada Falcón, cuya voz es sustituida por un violín solista.

15 Vid. H. Salas, Tango, pp. 60 y 146-147.

16 El canyengue es un estilo sin concesiones, entrelazado, con un claro origen en los arrabales.

17 Esta tesis viene del compositor y director de orquesta norteamericano Andre Previn, quien, en la serie documental The Story of the Symphony (Herbert Chappell, bbc, 1984), aseguraba que el primer movimiento de la “Cuarta sinfonía” de Johannes Brahms era, en realidad, el primer tango. En esa misma lógica, y sin que esto suene herético, el quinteto, los cuartetos y los tríos para piano y cuerdas en tonalidades menores de Brahms tienen, involuntariamente, pues se compusieron mucho tiempo antes, un espíritu análogo al del tango.

18 Guillermo Grillo explota esta idea a lo largo de toda su película Fantasma de Buenos Aires (Argentina, 2009). En este largometraje, Canaveri, un malevo del pasado, retorna al mundo de los vivos y, a la vez que ajusta cuentas con su pasado (en concreto, con el Ventarrón del tango), ayuda y aconseja a un chico de la época actual en sus peripecias sobre la existencia, logrando con ello su redención.

19 Vid. H. Benedetti, op. cit., pp. 237-238.

20 Edmundo Eichelbaum, Carlos Gardel. Buenos Aires, Javier Vergara, 1985, p. 33.

21 Ibid., p. 161.

22 El tango más refinado y contrastante con la Guardia Vieja está bien representado en “El día que me quieras” (1934), creación conjunta de Gardel y Le Pera. La versión instrumental de la Filarmónica de Berlín con Daniel Barenboim lo potencia a niveles insospechados.