Aproximación al español y comentario de Daniel F. Solache Wenzelburger

1749: El 28 de agosto, en Fráncfort del Meno, Johann Caspar Goethe y Katharina Elisabeth Textor vivían el alumbramiento de Johann Wolfgang, su primogénito, quien se convertiría, con el paso y efecto de ochenta y dos años de actividad, en uno de los personajes fundamentales de la historia de la cultura. Entre sus principales contribuciones se cuenta el ser precursor del romanticismo, uno de los primeros movimientos culturales globales. Su impacto, aún hoy palpable, es semejante al de las grandes religiones e ideologías políticas. Goethe representa un momento peculiar en la evolución espiritual de Europa: a la muerte de Dios, la antecedió el odio contra éste; al ateísmo individualista, lo precedió el misoteísmo. Ésta es la tragedia de un hombre, pero también de un continente y una época.

1755: Durante la mañana del 1 de noviembre —día en que los católicos celebran Todos los Santos—, proveniente del océano Atlántico, un dragón trajo la destrucción a Lisboa. Entre 60 000 y 100 000 personas murieron aquel día, víctimas de derrumbes, incendios y tsunamis. Un terremoto de nueve grados en la escala de Richter, con su epicentro a 200 kilómetros, aproximadamente, en el interior del mar, cimbró la capital lusitana y el espíritu de toda Europa. Si desde tiempos de la peste y, posteriormente, de las guerras de Reforma y Contrarreforma, que desgarraron el continente, existían ya serias dudas sobre la supuesta bondad de Dios, la muerte masiva y aleatoria de seres humanos a causa de fuerzas naturales parecía zanjar tajantemente el debate.

1772: Con 23 años de edad, Goethe inició la escritura de Prometeo, uno de sus poemas más emblemáticos, considerando que en él se plasmaron actitudes típicas del Sturm und Drang —presentes en gran parte del romanticismo— y de buena parte de la cultura contemporánea. Éstas incluyen la afirmación absoluta de la voluntad y la pasión del individuo por encima de cualquier designio externo, la legitimación de una crítica autónoma al orden establecido y la acción revolucionaria, disruptora, pero inspirada por el ideal. Prometeo es, ante todo, el héroe rebelde, capaz de sacrificarse, portador del fuego, que desafía un statu quo opresor. Es también un padre huérfano, desterrado de un orden y fundador de otro nuevo.

1808: En Erfurt, el mariscal Lannes y el ministro Maret reunieron a su viejo amigo Goethe y a su dirigente, el conquistador de los principados alemanes y fundador de la Confederación del Rin, Napoleón. El general, oriundo de Ajaccio, en pleno proceso de expansión imperial, pidió hablar con uno de los escritores que más admiraba y cuya tierra ahora controlaba. Los sufrimientos del joven Werther era una de sus novelas preferidas. Cuando se encontraron, el monarca le dijo a Goethe: “Eres un hombre”, y procedió, tras este reconocimiento, a batallar con su propio Zeus. El emperador de Francia se dedicó a criticar el “teatro de destino” de Goethe. Con la confianza de Prometeo, Napoleón le expresó al viejo poeta y científico alemán: “No hay destino, sólo política”.

 

Prometheus

Bedecke deinen Himmel, Zeus,
Mit Wolkendunst,
Und übe, dem Knaben gleich,
Der Disteln köpft,
An Eichen dich und Bergeshöhn;
Musst mir meine Erde
Doch lassen stehn
Und meine Hütte, die du nicht gebaut,
Und meinen Herd,
Um dessen Glut
Du mich beneidest.

Ich kenne nichts Ärmeres
Unter der Sonn’ als euch, Götter!
Ihr nähret kümmerlich
Von Opfersteuern
Und Gebetshauch
Eure Majestät,
Und darbtet, wären
Nicht Kinder und Bettler
Hoffnungsvolle Toren.

Da ich ein Kind war,
Nicht wusste, wo aus noch ein,
Kehrt’ ich mein verirrtes Auge
Zur Sonne, als wenn drüber wär’
Ein Ohr, zu hören meine Klage,
Ein Herz, wie mein’s,
Sich des Bedrängten zu erbarmen.

Wer half mir
Wider der Titanen Übermut?
Wer rettete vom Tode mich,
Von Sklaverei?
Hast du nicht alles selbst vollendet,
Heilig glühend Herz?
Und glühtest jung und gut,
Betrogen, Rettungsdank
Dem Schlafenden da droben?

Ich dich ehren? Wofür?
Hast du die Schmerzen gelindert
Je des Beladenen?
Hast du die Tränen gestillet
Je des Geängsteten?
Hat nicht mich zum Manne geschmiedet
Die allmächtige Zeit
Und das ewige Schicksal,
Meine Herrn und deine?

Wähntest du etwa,
Ich sollte das Leben hassen,
In Wüsten fliehen,
Weil nicht alle
Blütenträume reiften?

Hier sitz’ ich, forme Menschen
Nach meinem Bilde,
Ein Geschlecht, das mir gleich sei,
Zu leiden, zu weinen,
Zu genießen und zu freuen sich,
Und dein nicht zu achten,
Wie ich!

 

Prometeo

Cubre tu cielo, Zeus,
con bruma de nubes,
y ensaya, como un niño
que decapita cardos,
con robles y cumbres;
pero tienes que dejarme
mi tierra
y mi cabaña, que tú no construiste,
y mi estufa,
cuyas brasas
envidias.

¡No conozco nada más pobre
bajo el sol que a ustedes, dioses!
Se alimentan miserablemente,
con ofrendas impuestas
y el soplo de rezos,
su majestad,
y padecerían hambre si no fueran
niños y mendigos,
necios plenos de esperanza.

Ya que de niño
no sabía distinguir entre salir y entrar,
volví mi ojo extraviado
hacia el sol, como si hubiera sobre él
un oído para escuchar mi queja;
un corazón, como el mío,
para sentir compasión por los afligidos.
¿Quién me ayudó
contra la arrogancia de los titanes?
¿Quién me salvó de la muerte,
de la esclavitud?
¿No lograste todo tú mismo,
Corazón, que ardes divinamente?
¿Y flagraste joven y bien,
engañado, dando merced a la salvación
del durmiente de allá arriba?

¿Honrarte? ¿Para qué?
¿Alguna vez aliviaste el dolor
del lastrado?
¿Alguna vez calmaste las lágrimas
del atemorizado?
¿No me forjó en un hombre
el tiempo omnipotente
y el destino eterno,
señores míos y tuyos?

¿Acaso te equivocaste en suponer
que debería odiar la vida,
huir hacia desiertos,
porque no todos
los sueños en flor maduraron?

¡Aquí estoy sentado, formo humanos
a mi imagen,
un género que me sea semejante,
para sufrir, para llorar,
para disfrutar y para regocijarse,
y no apreciarte,
como yo!