Si un león pudiera hablar, no lo podríamos entender.
Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas.1

 

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Permítaseme traducir la frase de Wittgenstein: para entender a un león, un humano debería convertirse en león. Y viceversa: para darse a entender a un humano, el león debería convertirse en ser humano. Tal cual. Si el habla no consiste en la mera repetición de palabras (“como perico”,2 como se dice usualmente en español mexicano), la capacidad en un león implicaría el desarrollo de todo el armazón contextual y circunstancial de un humano: la cultura, la historia, la herencia genética, la dinámica social del individuo hablante, etcétera. Y esto significa, en otras palabras, que el león tendría que abandonar su animalidad y revestirse de nuestra humanidad para poder formular una oración tan sencilla como: “Buenos días, qué bello está el sol esta mañana”. Es la idea del lenguaje como paradigma u horizonte hermenéutico del pensamiento.3 Más allá del lenguaje no hay nada. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.4 Entender es traducir.5 Pensar es decir algo con otras palabras. Palabras, puras palabras.

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¿De qué hablaría tu mascota si un día, por arte de magia, pudiera hacerlo? Navegando por Internet, encontré un blog6 en el que una terapeuta del lenguaje narra cómo entrena a su perro para expresarse en determinados contextos. Le presenta una tabla con botones que emiten el sonido de palabras que ella ha elegido previamente. De acuerdo con la terapeuta, el experimento ha permitido, entre otras cosas increíbles que se presumen en el sitio, que el perro se despida de su prometido o que pida que lo saquen a pasear con tan sólo presionar tres botones diferentes. ¿Es esto hablar? ¿Hablar consiste en la mera enunciación de palabras?7 En este sentido, cabe la sospecha de que el perro es forzado a expresar lo que los humanos podemos entender. Es decir, la terapeuta está, contrario a lo que ella misma escribe en una de sus entradas, imponiendo su visión del mundo al pobre animal.8 Si un perro mueve la cola, manifiesta alegría o emoción; si ladra, comunica que hay alguien en la puerta; y si aúlla, puede revelar tristeza o dolor. Al menos eso es lo que nosotros interpretamos. Y eso es traducir: interpretar sus gestos y convertirlos en palabras. Pero otra cosa es obligarlo a utilizar el habla humana para comunicar lo que él ya es capaz de expresar en “lenguaje perruno”. Por lo tanto, resulta superfluo enseñarle a un perro a hablar si lo que se desea es entenderlo.

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Y entonces, ¿qué carajos es traducir? Preguntémosle al traductor de Google: “que carajos es traducir”. Escribo la oración así, sin acentos ni signos de interrogación, en la parte izquierda del traductor. En inglés, a la derecha, aparece: “what the fuck is to translate”. Le doy clic a las flechitas, que ahora traducen del inglés al español. Leo la frase original, aunque con un leve cambio: “que carajo es traducir”. Ahora la traduzco al alemán: “was zum Teufel ist zu übersezten”. Y de nuevo al español: “qué demonios está traduciendo”. Y al inglés: “what the hell is translating”. De vuelta al alemán: “was zur Hölle übersetzt”. Al español: “que diablos se traduce”. Al francés: “qu’est-ce que l’enfer est traduit”. Otra vez al español: “¿Qué es el infierno traducido?”.9 Frase que en inglés significa… Y aquí detengo este curioso y banal ejercicio que fácilmente comprueba que se puede caer en un loop infinito de traducciones para una única oración,10 pero también que es fácil abusar del traductor de Google mientras no haya programas de inteligencia artificial que puedan replicar la traducción de un ser humano. Por ahora, esto fue sólo un ejercicio de bullying.11

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Simpatizo más con el Wittgenstein del Tractatus que con el de las Investigaciones y de su obra posterior. Podría decir que el pilar y el origen de mi simpatía por el Tractatus es la proposición 6.522, que dice: “Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico”.12 Si lo inexpresable existe, ¿cómo lo traducimos? La experiencia mística busca siempre la forma de lo poético, el lenguaje figurado que pueda interpretarla. Si el ser humano ha logrado entender (traducir) al león, al perro y al perico, que no hablan, ¿de qué modo escucha el lenguaje de Dios y cómo traduce sus palabras sin tergiversarlas?13 Al respecto, hay un ejemplo peculiar en el Diálogo de santa Catalina de Siena, la mística italiana del siglo xiv, en el cual se abordan las dificultades para expresar lo inexpresable, para traducir al lenguaje humano lo que rebasa los límites del lenguaje mismo, pues aunque es Dios el que habla, esa condición no lo exime de enfrentarse a un problema esencialmente humano: la incomunicación. En varias ocasiones aparecen frases que evidencian tal dificultad: “estas y muchas otras virtudes que no podría enumerar”,14 “su presencia producirá tanto tormento y terror, que ninguna lengua será capaz de contarlo”,15 “ni tu entendimiento puede comprender, ni tu oído oír, ni tu lengua narrar”,16 etcétera. ¿Cuál es el problema que el mismísimo Dios debe sortear cuando intenta expresar algo que la santa pueda entender? Precisamente la traducción de una experiencia. Las palabras no alcanzan, muestran el límite de la expresión, y, así, refutan la idea de un dominio absoluto de las palabras sobre el entendimiento. Qué bueno que el cristianismo no es una religión literalista: Dios mismo entiende que la traducción es un problema dificilísimo, pero no infranqueable.

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En El expediente H.,17 novela peculiar y extrañamente emotiva, Kadaré describe las habilidades de escritura del espía encargado de informar sobre los movimientos del par de irlandeses que visita Albania. “¿Cómo es posible que un texto meramente informativo, un documento administrativo, posea tal belleza?”, se pregunta el empleado de gobierno, quien tiene a su mando al espía de la pluma prodigiosa. No acierta a determinar la razón de que textos que deberían ser tediosos se lean con tanto placer. Gombrich, en su Historia del arte,18 compara la labor del artista con el esfuerzo por encontrar el balance o equilibrio perfecto en un ramo de flores y en un atuendo de ropa: es un juego que se emprende para combinar los colores, los tamaños, las texturas, las relaciones. De pronto, el artista simplemente siente que todo está bien, que ya no debe mover nada, que ha acertado. Y los demás piensan lo mismo. Se ha alcanzado un entendimiento en la belleza. En este sentido, la traducción es más un arte que una ciencia: depende del contexto, es contexto. Sigue ciertas reglas que no son fijas. Persigue la belleza en lo sencillo, en lo efectivo. Tiende puentes entre diferentes culturas, así como entre los humanos y la realidad que los rodea. Dice Gombrich que lo que le preocupa al artista es algo difícil de expresar con palabras; la traducción es el arte que busca esa expresión, en otros idiomas, en otros contextos, pero con el mismo medio: las palabras. Dice Gombrich: “Él [el artista] tal vez diría que lo que le preocupa es si ha acertado”. Acertar, eso es todo.

 


1 Ludwig Wittgenstein, Investigaciones filosóficas. México, UNAM, 2003, p. 511.

2 Estudios recientes muestran que la capacidad lingüística de los pericos es algo más profunda que la mera repetición de sonidos, pero ciertamente no se trata de lo que los humanos conocemos como hablar.

3 El lector puede remitirse a cualquier pensador a partir del siglo xx en adelante que se haga llamar filósofo. La idea del lenguaje como pauta o eje es el paradigma del pensamiento moderno y, más precisamente, posmoderno. Recomiendo empezar con Verdad y método de Gadamer.

4 La proposición 5.6 del Tractatus usualmente es traducida como “los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. Sería curioso ahondar en la elección que hace Wittgenstein de la palabra bedeuten (“significan”), a través de la cual expresa la equivalencia lógica entre la primera parte de la proposición y la segunda: límites de mi lenguaje=límites de mi mundo → lenguaje=mundo. Insisto, sería curioso pero imposible, sobre todo en una investigación tan breve como ésta.

5 Es el título del primer capítulo de After Babel. Aspects of Language and Translation de George Steiner, autor del clásico libro sobre traducción. Claro está que en esta investigación tal idea se aborda de manera simplista y, algunos considerarán, sacrílega, además de irrespetuosa. Aun así, me importa un bledo lo que piensen dichas personas, pues la presente reflexión es, en efecto, una simplificación del fenómeno infinitamente complejo de la traducción y el lenguaje. Además, es brevísima.

6 El blog se llama Hunger for Words. Disponible en <https://www.hungerforwords.com/about-me>. Consultado el 7 de noviembre de 2019.

7 Véase el principio de las Investigaciones filosóficas, donde Wittgenstein refuta la teoría de san Agustín sobre cómo desarrollamos el lenguaje a partir del nombramiento y señalamiento de las cosas. En el caso del simpático perro del blog, él sólo estaría nombrando objetos, personas o acciones, y “señalando” con palabras.

8 En el ambiente intelectual de la actualidad no hay nada más terrible que la imposición de cualquier cosa. La teoría posmoderna de las construcciones sociales —resumida en: “todo es una construcción social”— parece no haber resuelto la paradoja fundamental de que ella misma es una imposición o que no imponer nada es una imposición, y, quizá, una más terrible que su ausencia. ¿Quién dice que el perro es un pobre animal? Yo y mis imposiciones lingüísticas.

9 La mayúscula y los signos de interrogación fueron una adición del traductor de Google.

10 Algún lector quisquilloso y con conocimientos básicos en matemáticas podrá objetar el ejercicio anterior. Dirá, en un tono pedante y poniendo un énfasis obsesivo en ciertos términos, que no he comprobado que se caiga en un loop infinito de traducciones; dirá que sólo lo mostré para un número finito de iteraciones. Para la demostración formal, véase el “Apéndice”, que todavía no escribo, pero prometo que aparecerá al final de este texto cuando me importe lo que pueda objetar un lector quisquilloso y con conocimientos básicos en matemáticas.

11 El lector puede fácilmente comprobar que, de inglés a español, de español a alemán y de alemán a inglés, se pueden obtener diferentes traducciones de la palabra bullying. Si el lector lee esta nota al pie de página, puedo inferir que tiene tiempo libre para ponerse a jugar con el traductor de Google.

12 Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid, Alianza Editorial, 2009, p. 182. En alemán: “Es gibt allerdings Unaussprechliches. Dies zeigt sich, es ist das Mystische”. En esta versión, “existe” es la traducción de es gibt, que usualmente se traduce como “hay” y que proviene del verbo geben, “dar”. Una traducción literal, pero que resultaría rebuscada, sería: “Hay lo inexpresable”.

13 Aquí conviene advertir al lector, antes de continuar con esta brevísima investigación, sobre lo que yo considero que es una actitud mística adecuada. Cito a Pseudo Dionisio, que, en el capítulo cuarto de De divinis nominibus, obra fundacional de la mística occidental, escribió: “In my opinion, it would be unreasonable and silly to look at words rather than at the power of meanings”. En Pseudo Dionysius, The Complete Works. Nueva York, Paulist Press, 1987, p. 80. Me disculpo por la cita en inglés, dejaré al lector la labor de traducirla.

La actitud alcanza su culmen en la obra anónima The Cloud of Unknowing, clásico de la literatura mística en inglés —escrita varios siglos después de la de Pseudo Dionisio— cuyo título presenta un término difícil de traducir: unknowing, o sea, ignorancia, desconocimiento, no conocimiento. El objetivo de este misticismo es mirar más allá de las palabras y encontrar el poder de los significados. Pero ¿qué queremos decir cuando usamos la palabra “significados”?, ¿qué significa significar? Evidentemente, en esta brevísima investigación no ahondaremos en una pregunta de estilo, mucho menos en una nota a pie de página tan innecesariamente larga como ésta.

14 Santa Catalina de Siena, Obras: el Diálogo, oraciones y soliloquios. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2018, p. 68.

15 Ibid., p. 121.

16 Ibid., p. 124. Véase, sólo por curiosidad, en las epístolas de san Pablo, la referencia a la lengua de los ángeles y a “los gemidos inefables” del Espíritu (1 Co 13:1 y Rm 8:26, respectivamente). Para san Pablo, el amor es el lenguaje universal que rompe las barreras de las diferencias lingüísticas. Considérese también el misterio del don de lenguas, según la tradición evangélica (Mc 16:17, por ejemplo).

17 Recomiendo ampliamente la versión de Alianza Editorial. Aun y con que es la única traducción en nuestro idioma, la importancia del trabajo de Ramón Sánchez Lizarralde radica en su pulcritud. No en vano he usado el adjetivo “peculiar” para describir esta obra de Kadaré, pues sólo me viene a la mente Bajo el glaciar de Hálldor Laxness, autor islandés ganador del premio Nobel, como una novela parecida en cuanto a su peculiaridad. Nórdica ha traducido al español sólo una parte de la obra de Laxness, pero recomiendo leerla en inglés, lengua en la que se consiguen sus libros con más facilidad.

18 E. H. Gombrich, La historia del arte. Londres, Phaidon, 2018, p. 32. En la “Introducción” de este libro aparecen varios ejemplos que sirven como analogías a la labor de traducir; uno de ellos es el de las dos versiones de la pintura de san Mateo, de Caravaggio. ¿Cuál de las dos propuestas funciona mejor como traducción de una idea estética y teológica concreta? En el caso de una obra de arte, ¿qué significa “funcionar”? Bellas preguntas que, como todo lo expuesto en estas notas a pie de página, quedarán para el deleite personal del lector.