Aproximación al español y comentario de Daniel F. Solache Wenzelburger

A sus 20 años, Paul Antschel, judío nacido en Chernivtsí, Rumania, fue obligado por el régimen nazi invasor a realizar trabajos forzados dentro de un campo vigilado por autoridades locales. Se le separó de sus padres, a quienes nunca volvió a ver. Esclavitud, privaciones, vejaciones y rupturas impuestas violentamente a este joven por un fuerza agresora con un poder casi total desembocaron en una obra poética dislocada, que no habla solamente del mundo, sino que muestra también la agonía del idioma alemán y su lucha para poder seguir sosteniéndose tras haberle servido al nazismo.

En agradecimiento por un premio literario recibido en Bremen, Celan —anagrama de Ancel—1 manifestó su fe en el crecimiento que él consideraba que podría surgir de esa tragedia:

Al alcance, cerca y sin perderse, quedó, en mitad de las pérdidas, una cosa: la lengua. Ella, la lengua, no se perdió, a pesar de todo, pero tuvo que atravesar por su propia incapacidad de dar respuestas, atravesar por un mutismo terrible, atravesar el millar de tinieblas del discurso mortífero. Ella atravesó sin dar palabras a aquello que sucedió, pero ella atravesó este suceso. Atravesó y le fue permitido salir nuevamente al día, “enriquecida” por todo ello.2

Si Goethe es el poeta de Alemania, por lo anterior, Celan lo es del idioma alemán, de su posibilidad de recuperarse y renovarse. Y es que, en el caso de este autor, no se trataba únicamente de su lengua materna, sino también de un rasgo diferenciador fundamental suyo, como judío rumano en una tierra que no lo aceptaba.

De forma paradójica, contrastando con estos aspectos integradores, se estableció una realidad innegable y dolorosa: el idioma de Goethe no solamente cruzó el discurso mortífero, sino que este proceso lo dejó en escombros. El alemán era, después de todo, un legado que Celan compartía no sólo con poetas y filósofos, sino también con sus perseguidores y opresores, así como con los verdugos de sus seres más queridos. Ante esta ambivalencia desgarradora, su poesía puede entenderse como una lucha por la liberación, de tal forma que a la desocupación de los territorios por fuerzas enemigas siguiera un necesario y equivalente rescate de la palabra.

La “situación límite” —esa que, según Jaspers, no se puede cambiar ni controlar y cuya dinámica se impone— del campo de concentración presionó al poeta para que trabajara en los extremos del decir. Perdiendo lo accesorio, se vio en la necesidad de acercarse, por supervivencia, a lo más esencial; y esta búsqueda —como muchos de sus hallazgos— intentó traducirla en poemas.

Ya sea que se le considere surrealista, simbolista o expresionista, su escritura no responde a una teoría general ni a un esoterismo personal. Sin regodeos en enigmas, intenta, más bien, otro tipo de movimiento: uno que lleva a la inclusión del lector en una experiencia de perplejidad inefable. En Celan, más allá del hermetismo, lo impenetrable no es otra cosa que una consecuencia natural de la necesidad de desarticular el lenguaje corriente, de su disociación de la normopatía generada por los excesos de los ideólogos nazis. Lo que así logró fue devolverle la posibilidad de verdad poética a un idioma al cual la propaganda había ahogado en sangre y mentiras.

Sin embargo, su tragedia familiar no le permitió recobrar por completo la esperanza. Optó, a sus 49 años, por el freitod,“libre muerte”, es decir, el suicidio. El 20 de abril de 1970, en París, se arrojó desde el puente Mirabeau al río Sena.

 

Schibboleth

Con todo y mis piedras,
las granlloradas,3
tras las rejas,
me arrastraron
al centro del mercado,
hacia allí
donde se desdobla la bandera a la cual
no presté juramento.

Flauta,
flauta dual de la noche:
piensa la oscura rojez gemela
en Viena y Madrid.

Baja la bandera a media asta,
recuerdo.
A media asta
por hoy y para siempre.

Corazón:
también revélate aquí,
aquí, en el centro del mercado.
Llama afuera al Schibboleth,
al extranjero en el hogar:
Febrero. No pasarán.4

Unicornio:
tú blanqueas en torno a las piedras,
tú blanqueas en torno a las aguas,
ven, te guiaré a la lejanía,
donde las voces
de Extremadura.

 

Mandorla

En la almendra — ¿qué hay dentro de la almendra?
La nada.
Erguida la nada dentro de la almendra.
Ahí se sostiene y se sostiene.

En la nada — ¿quién está ahí? El rey.
Ahí está el rey, el rey.
Ahí parado y parado.

Cairel judío, no te haces gris.

Y tu ojo — ¿hacia dónde, parado tu ojo?
Tu ojo se enfrenta a la almendra.
Tu ojo, enfrentado a la nada.
Erguido él hacia el rey.
Así, parado y parado.

Cairel humano, no te haces gris.
Almendra vacua, azul rey.

 

Los tarros

Para Klaus Demus

A la larga mesa del tiempo,
se emborrachan los tarros de Dios.
Vacían, bebiendo, los ojos
de videntes y ciegos,
los corazones de las sombras gobernantes,
la mejilla hueca de la tarde.
Son ellos los más colosales bebedores:
se llevan a la boca tanto lo vacío como lo lleno
y no derraman su espuma, como tú o como yo.

 

Corona

De la mano me come el otoño su hoja: somos amigos.
Mondamos tiempo de las nueces y le enseñamos a andar:
el tiempo vuelve a la cáscara.

En el espejo es domingo,
en el sueño se duerme,
la boca habla verdad.

Mi ojo desciende al sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos oscuro,
nos amamos mutuamente como amapola y memoria,
dormimos como el vino dentro de las conchas,
como el mar en el haz sanguinoso de la luna.

Nosotros, abrazados frente a la ventana, ellos, ven desde la calle:
¡Es tiempo de que se sepa!
Es tiempo de que la piedra se acomode a florecer,
que la intranquilidad golpee un corazón.
Es tiempo de que sea tiempo.

Es tiempo.

 

Voces

[Fragmento]

Voz de Jacob:
Las lágrimas.
Las lágrimas en el ojo del hermano.

Una quedó colgando, creció.
Habitamos dentro de ella.
Respira, para
que se suelte.

 

En los ríos al norte del futuro

arrojo la red que tú,
titubeante, recargas
con sombras escritas
por piedras.

 


1 Antschel es la forma alemana del apellido y Ancel, la rumana.

2 Paul Celan, Ich hörte sagen. Frankfurt, Suhrkamp, 2001, pp. 127-128. Traducción del autor.

3 Celan aprovechó frecuentemente la capacidad aglutinante del alemán para construir neologismos únicos y apartados del uso normal. Por ejemplo, “granlloradas”, en el original, es großgeweinte.

4 En el original, Celan escribe este lema antifascista en español.