Opción 100, febrero 2000.


 

Un día recibo una llamada del actual director de Opción, me solicita un texto de dos páginas donde contase mi experiencia como director de la revista. Pensé que no sería nada difícil; sin embargo, después vi la dificultad de escribir sobre algo que me parece más bien nostalgia por el pasado. Prefiero desprender algunas lecciones generales sobre Opción y el ITAM en el contexto de mi experiencia.

 

I

Las vacas sagradas no sirven de nada. Durante el periodo que estuve en la revista, ls mayores decepciones me las llevé de aquellas personas que destacan más en los estudios de la carrera. Su gran mérito es ser dedicados y muchas veces dominan su campo de estudio; pero esa virtud contrasta con la falta de compromiso y de habilidades para desarrollarse en la práctica, y la inutilidad para trabajar en equipo. Además, combinan una enorme comprensión de su pequeño campo de estudio con la más profunda ignorancia de lo que acontece en otras áreas y, paradójicamente, es usual en ellos que mientras más dominan un campo de conocimiento – en vez de desarrollar sus habilidades mentales– se vuelven menos críticos, más negativos en relación con las posibilidades que existen y se les acaba la imaginación y la voluntad. No los pongas a crear un edificio de la nada porque van a fracasar.

 

“Ningún plan de batalla sobrevive al contacto con el enemigo”. La frase es de Helmut von Molke y, en este caso, el enemigo es la realidad. En la revista, como en toras partes, me topé un sinfín de veces con el pesimismo mediocre, pero también con ese optimismo iluso que expresa hermosos deseos, crea proyectos en mundos imaginarios y nunca se molesta en ver la realidad que le rodea. Resutlado inexorable: el “plan de batalla” del iluso choca con la apatía de la gente y con la “fricción” de los contratiempos, habituales en cualquier acción práctica; entonces, el iluso se decepciona de la gente, se siente poco valorado, incomprendido y vuelve a recluirse en su mundo de ilusiones. Nada, en ningún momento, sale idéntico a como se planeó y hay que concebir los planes como simple desiderata a las que no se acerca más que con voluntad y paciencia.

 

La muerte es la falta de crecimiento y cambio. “Viejo” y “maduro” son la misma cosa. En esa extraña analogía con frutas y verduras de la que se extrajo la palabra, cuando algo “madura” no le queda más que pudrirse. En un mundo en el que todo cambia, cuando una persona siente que ya obtenido lo mejor en su vida (en su vida profesional, sentimental y como persona en general) y se empieza a vanagloriar de sus logros, se le acaba el combustible para continuar cambiando y no le queda sino vislumbrar su declive más adelante. En ese sentido, Opción es como las personas: el día que descanse en sus laureles y se sienta “madura” no le queda más que realizar apuestos sobre el tiempo faltante para su deceso. Opción –como las personas– solamente continuará mientras tenga la capacidad de cambiar y crecer, no siendo “madura” sino estando a la altura de sus circunstancias, es decir, ofreciendo nuevos proyectos, mejorando lo que puede ser mejorar y eliminando lo que no tiene perspectivas de éxito. 

 

Sin compromiso ni trabajo el resto no cuenta. En todo consejo editorial, siempre hay dos o tres que realmente trabajan y el resto son cometa que realizan su trabajo esporádicamente: la perfección y la capacidad en la mente de alguien no sirve para nada; es preferible alguien con dotes intelectuales medios pero muy trabajador que alguien muy brillante pero incapaz de presentar resultados. El problema con el trabajo en la revista es que a veces no se requiere de toda la gente y se empiezan a volver ociosos, así que hay que inventarles tareas –y hacerles creer que realmente son importantes– para que no se mal acostumbren. A veces los problemas surgen porque el directos es demasiado autoritario1 y el consejo desentiende de sus compromisos o, peor aún, porque a quien no el gusta trabajar es precisamente al director y en consecuencia el consejo editorial trabaja menos.

 

El dilema de Opción: calidad o inclusividad. Entre opcionautas, siempre ha sido recurrente la preocupación de que son pocos los alumnos del ITAM que realmente saben escribir bien. no me refiero a cuestiones ortográficas sino la presentación de un texto claro, estructurado coherentemente y que sea relevante en el contenido que presenta. Frente a esta situación, es difícil llegar a un compromiso entre una revista de calidad con los escritores de siempre y una revisita incluyente, que abra sus espacios a muchos alumnos pero cuya calidad se vuelve demasiado heterogénea. Algunas veces la revista se inclina más hacia un lado, a veces más hacia otro y siempre persiste la duda de cuánto abrir y cuánto cerrar espacios.

 

La tentación de Opción y del itamita: la homogeneidad. El ITAM es una pequeña isla entre la diversidad de personas que se podrían encontrar en esta ciudad. Los alumnos del ITAM tienen muchos casos experiencias previas, objetivos en la vida, origen socioeconómico y ritmos de vida similares, por lo que se genera una especie de hemofilia mental, donde la comunicación entre nosotras no es más que el reflejo en un espejo: Nuestras discusiones, dudas y esperanzas, al ser compartidas con alguien más, reciben la respuesta que nos daríamos a nosotros mismos, por lo que terminamos creyendo que nuestros valores, nivel cultural, ideología y forma de vida son lo que hace y debe hacer la gente. Nada nos saca de balance en nuestras ideas preconcebidas y actuamos con rechazo cuando percibimos algo diferente. Opción siempre corre el riesgo de ser una isla dentro de esa isla. Quien entra a la revista generalmente ya es diferente a otros alumnos en lo que respecta a su nivel cultural y valores, de ahí que siempre exista la tentación de hacer una pequeña cofradía donde múltiples personas juzgan el desarrollo y perspectivas de la revista con los mismos criterios, los cuales son lejanos al resto del alumnado. Se pierde con frecuencia la capacidad para soportar críticas de otras personas, así como la capacidad de inclusión de elementos que podrían ser “disonantes”, pero que son necesarios para que la revista sea plural.

 

El pecado de Opción y del itamita: la arrogancia. Los itamitas frecuentemente creen que son realmente lo mejor sobre la faz de la tierra. Muchas veces es una arrogancia sustentada en los niveles de esfuerzo y de dominio de conocimientos que contenemos aquí, pero la actitud no pocas veces se generaliza a aspectos que van desde las diferencias en el vestir hasta la farsante arrogancia que nunca se preocupa en sustentar, pero sí en presumir: el desdén es algo nada extraño entre itamitas, sean profesores o alumnos. Los opcionautas casi siempre padecen de ese defecto. No solamente es el ambiente de nuestra institución, sino que se agrega el hecho de que frecuentemente los opcionautas son más cultos e informados que la mayoría de los alumnos, por lo que no es raro que muchas veces se sientan que son la “gran intelectualidad itamita” y miren con desprecio los textos de otras personas, sino es que a las mismas personas. Es difícil inculcar en los opcionautas una actitud de humildad que reconozca que se es más experimentado en ciertas áreas, pero que de ninguna manera es parte del círculo consagrado de literatos mexicanos o un consumado crítico de arte. El opcionauta sabe un poco más que los otros, pero va a cometer muchos errores y debe estar preparado para dar una respuesta cuando alguien pregunta por qué se rechazo su texto que no esté avalada por “es que no comprendes de estas cosas”. Sobre todo –tanto a itamitas como opcionautas– nunca, absolutamente nunca, es válido hacer un juicio global de una persona y tratarlo como ser inferior por alguna desventaja que tenga con respecto a nosotros en alguna actividad que realice.

 

II

Acabé 1997 con diecisiete publicaciones (récord histórico) y un desastroso año académico. Veo de vez en cuando la revista que se hizo en el año y no se puede esconder ni un logro ni un defecto: una revista diversa, desde literatura hasta encuestas; muchos textos buenos y varios que no merecían ser publicados; errores de corrección y diseño que se pasaron por alto; muchos proyectos nuevos y otros que nunca se realizaron. En fin, un año de logros y errores que en mi opinión forman un balance sumamente positivo. No obstante, lo que más me queda presente de Opción fue las lecciones y habilidades que aprendí, así como las reflexiones sobre mis propias capacidades y defectos, de las que no había estado consciente antes.

 


1 El punto es el exceso: todos los directores son autoritarios. La democracia es válida para los gobiernos no para las empresas.