Opción 100, febrero 2000.


 

Primero que nada, quiero felicitar al director y al Consejo Editorial de Opción por el vigésimo aniversario y por la publicación del número cien de la revista. Cuando me contactaron para que escribiera unas líneas sobre las experiencias vividas y sobre lo que pensaba acerca de la revista en la actualidad, un sinfín de recuerdos cruzaron mi mente, sobre todo aquellos relacionados con el enorme esfuerzo que representa sacar adelante una revista hecha por estudiantes para estudiantes, en una universidad de primera línea, como lo es el ITAM, un esfuerzo que lleva ya veinte años de constancia y dedicación, director tras director, Consejo Editorial tras Consejo Editorial. Opción se ha convertido ya en una tradición de trabajo extra curricular entre itamitas. ¡Felicidades!

En el transcurso de los últimos doce años, muchas cosas han cambiado en la elaboración de la revista. El uso de la computadora en el proceso de publicación es quizá la más significativa. Recuerdo que, como miembro del Consejo Editorial y posteriormente como director, había que corregir el texto y formato de las páginas de la revista en galeras, lo cual implicaba ir con el impresor y revisar minuciosamente inmensas planas de ocho páginas cada una.  En cuanto se detectaba un error, se le recortaba manualmente y se sustituía con la versión correcta, lo cual generalmente tomaba días porque primero había que imprimir la corrección en papel engomado. Esto resultaba un trabajo bastante tedioso en comparación con las maravillas que actualmente se pueden realizar con un buen programa de computación y prácticamente en cuestión de minutos. En relación con el tiraje y la distribución, tengo entendido que alrededor de mil ejemplares de Opción se reparten actualmente en once universidades y otras instituciones además del propio ITAM… ¡todo un sueño en el pasado! En cuanto a la calidad de la publicación, las diferencias son francamente abismales, para bien, por supuesto.

Otra cosa que ha cambiado a través del tiempo es la temática de la revista. Los temas de los números que fueron publicados cuando fui director reflejaban un esquema distinto al enfoque de los números más recientes de la revista un número sobre el proceso de democratización en México, que enfatizaba la transición entre los sexenios de De la Madrid y de Salinas, un número sobre Laguna Verde y un número sobre la Teología de la Liberación. Actualmente, las páginas de Opción “enmarcan la e en el desarrollo artístico y académico de cada hombre y mujer por igual” con bastante atino, por cierto. Creo que este tipo de cambios son muy positivos, le dan vida y tonos de carácter a la publicación a través del tiempo, lo cual es una manera muy eficaz de crear conciencia y madurez. El número 100 de Opción indudablemente formará parte de la conciencia del número que festeje los veinticinco o cincuenta años de la revista, y así sucesivamente.

De igual modo, hay situaciones que me imagino no han cambiado en los últimos veinte años. Por ejemplo, la satisfacción que le brinda a cada Consejo Editorial la publicación de un ejemplar de la revista. Esa sensación de trabajo cumplido, que tan buen sabor de boca deja entre todo el personal que colabora en la elaboración de la revista y que uno se lleva consigo, para siempre. Otra cosa que supongo no ha cambiado es la formación que se obtiene de la experiencia en su conjunto, la capacidad de aprender de situaciones que se asemejan bastante a la vida real. Ser director o miembro del Consejo Editorial de Opción es una ocasión sin igual para comprender y asimilar la importancia de una buena labor de equipo; es también una magnífica oportunidad para entender el papel y la influencia de la palabra escrita en la sociedad mexicana, aunque su campo de acción sea el microcosmos que de dicha sociedad representa el ITAM.

Lo que cada miembro de Opción en estos últimos veinte años haya aprendido o dejado de aprender es asunto estrictamente personal; lo esencial es darse cuenta que las oportunidades de aprender están ahí y que depende únicamente de los propios estudiantes que esas oportunidades estén siempre presentes.

Otra de las cosas que no han cambiado, al menos en los últimos doce años, es el famoso Cuquín (también conocido como el señor Ramírez), nuestro estimado e incorregible impresor. La experiencia de Opción no puede calificarse de completa sin haber pasado por el Cuquín: que la portada ya está imprimiendo con todo y faltas de ortografía; que se perdieron dos artículos, pero no hay problema, porque ahí hay otros dos artículos que otros consejos editoriales no quisieron usar; que ya está todo listo para empezar a imprimir, “nada más lo único que falta es conseguir el papel, porque se escaseó de repente”, etc. La gran virtud del Cuco es que uno, como director de la revista aprende a salir adelante en situaciones donde aparentemente todo está perdido y no hay salvación. No obstante, honor a quien honor merece, estoy seguro que el Cuquín se ha ganado el aprecio y respeto de todos los directores que han tenido la suerte de conocerlo y de aprender de él los azarosos menesteres de publicar una revista. El Cuquín, al igual que Opción, forman parte activa de una muy buena formación universitaria.

Finalmente, y haciendo referencia a la responsabilidad última del director de la revista, hace algunos años alguien me preguntaba sobre la manera de saber si el director de la revista había sido bueno o malo. Mi respuesta fue sincera; si la revista no desaparece en el término inmediato posterior a cuando se fue el director, no hay razón para creer que fue un mal director. No creo que esto haya cambiado tampoco. Nuevamente, muchas felicidades al director y al Consejo Editorial de Opción por su implacable labor. Hago extensivas estas felicitaciones a todos los ex directores y ex directoras de Opción, tanto del presente como del futuro.