Mi primer acercamiento a Opción fue una tarde que me encontraba desorientado por los pasillos del ITAM. Me imagino que varios itamitas conocerán aquella sensación de vértigo después de una clase intensa y confusa. Buscando aire, me topé con esos números apilados afuera del cubículo más peculiar del instituto. Surgió una curiosidad que sólo creció con el tiempo y se convirtió en interés. Sin pensarlo mucho, casi instintivamente, terminé por escribir el ensayo para aspirar al Consejo Editorial. Desde entonces, mucho ha cambiado en mi corta estadía en el Consejo y hoy me siento, por los 40 años de la revista, invitado a compartir algunas reflexiones y desvaríos sobre lo que pudiera ser o no ser Opción.

Primero, quiero sugerir que Opción es su historia. Friedrich Nietzsche, en un texto titulado Sobre la utilidad y perjuicio de la historia para la vida, escribe acerca de las distintas interpretaciones que le damos a la historia y también sobre su plasticidad y vitalismo. En resumidas cuentas, explica que debemos tener cuidado con los manoseos interesados de la historia y que la historia “nos sirve en tanto que le servimos a ella”. En este sentido, pienso que Opción se puede caracterizar como la historia para Nietzsche: un espejo vivo y plástico que, aunque incómodo en ocasiones, refleja las distintas preocupaciones que han tenido todas las generaciones precedentes. La relación entre Opción y la universidad, pensada en esta clave histórica, debe ser simbiótica y recíproca, aunque puedan existir francos desencuentros: la revista funciona como receptáculo del espíritu de la comunidad y sus anhelos y la universidad como su mera condición de posibilidad.

En segundo lugar, pienso que Opción es su devenir. Una corriente incesante de pensamientos que evolucionan y a la vez regresan al origen. Un espiral interminable que nunca será percibido de la misma manera: Opción es la suma de los relatos escritos y hablados de sus integrantes pasados, actuales y futuros. Cada integrante del Consejo Editorial ha dejado un signo indeleble en esas páginas llenas de un aire místico. Estoy convencido de que Opción es y continuará siendo una imagen, un retrato que se ve sometido a una metamorfosis profunda cuando llega un nuevo consejero editorial. Una vorágine de ideas nuevas y de pensamiento adviene con cada cosmos que se une a la revista e impone un sello personalísimo.

Por último, Opción es pluralidad y convergencia. La revista universitaria que ha persistido estos 40 años es una paradoja dialéctica que se resuelve en sí misma en cada reunión de sus integrantes. Ese diálogo intenso, juego de ires y venires, que lleva al surgimiento de un número que trasciende a cada una de las partes que la conforman. ¿Cómo nace aquello que rompe barreras temporales? Habla, escucha y auténtica sinergia. Más allá de ideologías acartonadas o creencias personales, Opción es una oportunidad y refugio donde la pasión y la razón bailan al alimón.

¿Qué es Opción? Yo sólo puedo ofrecer esta aproximación, pues es imposible (e indeseable) asir su esencia. Parece que, después de todo, he fallado en el intento de dar con lo que muchos se han preguntado. Creo que todo aquel que ha pertenecido a Opción intuye qué es, pero ésta se torna simplemente inefable. Por eso, ante la cuestión sobre la quididad de Opción, lo único que puedo hacer es tomar un número y hojear sus páginas para continuar en la búsqueda de la definición de ese hilo fundamental.