Ariel Miller (1994) entiende la traducción de poesía sin fines académicos como un proceso de reescritura y no de imitación.  Traducir involucra ingenio y perspicacia; por ello, el resultado final es siempre una aproximación, nunca una copia exacta. Su visión discrepa de quienes afirman la existencia de lo intraducible y mantienen una relación solemne con las lenguas. 

Traducir es transformar. Un poema es permanente, pero no inmutable; constantemente exhorta a su reinterpretación. El poema cambia porque necesita adaptarse a su nuevo lenguaje para ser comprendido y apreciado. La traducción es un punto de encuentro y de diálogo, por lo que requiere de una actitud crítica, por parte del traductor, y una participación activa, por parte de los lectores

Ariel propone que habitemos las lenguas y las usemos como herramientas: para derribar barreras, cruzar puentes y descifrar el enigma que representa la comunicación.

Este año, Ariel publicó con el Fondo Editorial Opción la primera traducción completa del persa a una lengua occidental de la poesía reunida de Sohrab Sepehrí

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Foto: Eric Kroll

Michell Hernández: Las traducciones conectan a los lectores con textos que, muchas veces, fueron escritos en idiomas desconocidos para ellos; no obstante, rara vez la traducción es considerada una actividad principal en el ámbito literario. ¿Por qué decidiste acercarte a ella? 

Ariel Miller: No es que me guste la traducción como tal. Creo que es una actividad literaria necesaria para los poetas; no es posible ser poeta sin ser traductor de poesía. En el caso particular de la poesía de Sohrab, mi inquietud por traducir una obra tan extensa surgió cuando me percaté que las jerarquías en el ámbito literario aún están muy marcadas. El sistema es rígido y para un poeta joven es más sencillo ingresar al mundo de las letras si empieza traduciendo a un autor reconocido que ya forma parte de ciertos cánones jerárquicos. 

MH: Colocas el énfasis de la traducción en la poesía, ¿por qué?

AM: Es algo que tiene que ver más con ciertos atributos de mi personalidad que con la poesía misma. Me gusta buscar un sentido de permanencia en cada cosa que hago por lo que me atrae el concepto de eternidad que tiene la poesía. Con cada relectura recuperas imágenes que tal vez en la lectura previa no habías aprehendido; la poesía es un género que exhorta a la reinterpretación. Los poemas persisten, también por eso traduje la poesía completa de Sohrab y no sólo una selección, me interesaba condensar toda la vida del autor en un solo libro. 

MH: Una característica que comparten los traductores es la fascinación por las lenguas extranjeras. Martha Rebón afirma que “el hábitat de la traducción es la frontera, el espacio intersticial entre culturas”. Tú has traducido del alemán, inglés, persa, árabe, entre otros. ¿Varía la experiencia de traducir conforme cambia el idioma base? 

AM: Sí, por supuesto. Cuando el idioma es muy distinto, especialmente en relación con el vocabulario, tienes que adaptarte como traductor.  En el caso del latín, del árabe y del sánscrito, la experiencia es mucho más metódica por la complejidad de las palabras, aunque al mismo tiempo eso otorga ciertas libertades. En mi experiencia, es muchísimo más fácil traducir del inglés, del alemán o del italiano porque la traducción es relativamente directa. En el caso de la poesía de Sohrab, la estructura de las oraciones no se prestaba al español porque sonaba mal, y adaptar la musicalidad de las palabras al momento de corregir fue un reto. 

MH: Traducir involucra un proceso de exploración, el traductor busca las palabras adecuadas. En tu traducción de la obra de Sohrab, recurriste a la creación de neologismos. ¿Cómo lograste preservar el significado de los poemas en esta transición sin menguar su goce estético, las imágenes ni la musicalidad?

AM: Me di muchas libertades, más de las que algunos traductores tolerarían. Adapté los poemas. Sohrab repite muchas palabras en su poesía; por ejemplo: taṣwīr. En el primer borrador yo la había traducido como “representación”, pero producía un sonido cacofónico; además, el  lector no habría sido capaz de entender propiamente a qué hacía referencia Sohrab. Durante el proceso de corrección, en algunas ocasiones, decidí omitir la palabra, en otras, la sustituí por “efigie”. Esta elección cambió el significado y el sentido de varios poemas, pero no lo veo como algo malo, más bien, considero que fue una reconstrucción del texto. Decidí aproximarme a la traducción de la poesía de Sohrab basándome en el principio de pensar en cómo lo hubiera escrito en español. Esto me llevó a un proceso de reescritura, pero estoy satisfecho con el producto final. Conforme fui corrigiendo, la traducción dejó de ser literal y alcanzó un estilo poético propio.  Honestamente, creo que algunos poemas suenan incluso mejor en español que en persa.

MH: No existe un español universal, ni neutro. Traducir implica encontrar un balance entre lo local y lo general. ¿Cuáles fueron tus parámetros para determinar qué tan local sería la traducción de los poemas de Sohrab?

AM: Desde el inicio decidí que sería una traducción inclinada hacia lo local. La traducción necesitaba reflejar el español que hablamos en México. Si no lo hacía local, corría el riesgo de falsificar el lenguaje y eso le restaría sentido a la traducción; sin embargo, para ciertas palabras opté por una traducción más general y usé vocabulario que no utilizamos en México ni en España, como la palabra “ventano”.  Otra modificación importante que hice fue sustituir el futuro próximo por otros tiempos verbales. 

MH: Shekoufeh Mohammadi y Mohsen Emadi aseguran que Sohrab no es un poeta político. Si tuvieras que escoger el atributo más importante de la poesía de Sohrab, ¿cuál sería?

AM: Mi postura difiere a la de ambos. Yo sí creo que es un poeta político, pero más idealista. Su faceta política es visible en El sonido de los pasos del agua. Quizá no señala a personas específicas dentro del panorama histórico de Irán, pero sí critica a la sociedad en su conjunto. Considero que el atributo más importante de la poesía de Sohrab es que es muy pacífica, no tiene los tonos agresivos que tiene mucha de la poesía contemporánea, y no me refiero a que sean violentos, sino que, como Borges o Paul Celan, son poetas muy invasivos a la hora de escribir; usan sonidos muy fuertes e imágenes muy pesadas y grandilocuentes. Sohrab nos permite cuestionar ciertos atributos de la sociedad a partir de un acercamiento pacífico, nos invita a reflexionar sobre la violencia, la naturaleza o incluso de la paz misma. 

MH: Hay dos posiciones contrapuestas respecto al rol del traductor. Para algunos es un intermediario objetivo, un sujeto pasivo que sólo recodifica el texto. Para otros es un intérprete, un sujeto activo que participa en el acto literario. Por lo que mencionas, tú te identificas más con la segunda, ¿por qué?

AM: El traductor necesita estar completamente involucrado, sobre todo para la traducción de poesía, si fuera un sujeto pasivo sería incapaz de recrear los poemas. La traducción académica y de prosa tiende a ser menos involucrada, a pesar de que sí requiere cierta recreación en las descripciones. Por ejemplo, Rubén Bonifaz Nuño tradujo muchísima literatura latina al español, pero sus traducciones son demasiado literales porque están orientadas a educar a los estudiantes de letras clásicas, no son traducciones de poesía para el público en general. Si alguien quisiera leerlas como poesía, se quedaría con una idea incompleta de quién fue, por ejemplo, Virgilio y cuál era su poesía. La forma de traducir depende mucho de la naturaleza del texto y del objetivo final del traductor. 

MH: Has reiterado que tu traducción de Los ocho libros de Sohrab no está enfocada a la academia. En ese sentido, el libro puede fungir como un primer acercamiento a la poesía iraní moderna para el público en general, pero también has mencionado que no deseas que se lea sólo por ser considerada literatura exótica. ¿Cómo debería ser el primer acercamiento a los textos que no provienen de las lenguas extranjeras más comunes? 

AM: En primer lugar, el traductor necesita mantener una postura crítica respecto a su trabajo, si no corre el riesgo de banalizar el texto. Eso pasa muchísimo con la poesía persa. Rumi es un bestseller en Estados Unidos, la gente lo conoce, pero lo conoce mal y eso es culpa de los traductores y los editores que no explican correctamente la complejidad histórica de sus textos. El caso de Sohrab es más sencillo, porque es un poeta contemporáneo y comparte muchas de las tendencias con los demás autores contemporáneos: variar el estilo, escribir en verso libre y usar referencias exóticas. En segundo lugar, es necesaria una difusión amplia de la traducción, el problema es que para lograrlo se requiere de un gran presupuesto. En tercer lugar, se necesita que los lectores sean respetuosos y estén abiertos a inmergirse en otras culturas, porque aprender un idioma es relativamente sencillo, lo complejo es entender cómo funciona su respectiva sociedad, su comida, sus festividades. Es por eso que agregué las notas al final, pues si no explicara ciertos aspectos culturales, corría el riesgo de banalizarlos. Simultáneamente, los lectores deberían atreverse a cuestionar ciertos cánones y no seguir leyendo a los mismos cinco autores europeos que se han leído en los últimos 500 años.  

MH: Ahora que terminaste con la traducción de la obra completa de Sohrab, ¿cuáles son los próximos proyectos que tienes en puerta?

AM: Este año, Yasaman Dowlatshahi, mi querida amiga y mentora, y yo publicaremos una selección comentada de El Diván, de Attar de Nishapur, con la editorial Alios Ventos de Querétaro. Estoy empezando a traducir la poesía completa de Ahmad Shamlú. Me imagino que el proyecto durará un par de años, ya que su corpus literario es casi tres veces más extenso  que aquél  de Sohrab.  Asimismo, traduciré la poesía, unos cuentos y una novela de Sadeq Hedayat, que fue  un novelista iraní contemporáneo. Como parte de un proyecto más personal, están traduciendo un poemario de mi autoría al persa. 

MH: La traducción de tu poemario suena interesante, en especial porque implica una inversión de papeles. ¿Cómo manejas la experiencia de que alguien más te traduzca?

AM: Intento dejarle mucha libertad a la traductora. No quiero entrometerme mucho porque considero que la traducción es una actividad poética propia. Puedo dar mi opinión en cuanto a la sonoridad, pero no deseo interferir respecto a su elección de palabras ni su interpretación. 

MH:  ¿Cuáles son los temas recurrentes en tu poesía?

AM: Me enfoco en temas políticos, particularmente relacionados con Medio Oriente, como Israel y Palestina, y México, aunque también en temas antiimperialistas. Actualmente, estoy trabajando en dos poemas. 

El primero es una crítica política al Estado de Israel, particularmente a la Ley del Retorno y a la hipocresía y ambivalencia moral que ese Estado ha reforzado militarmente contra personas como yo, que no encajan en el marco histórico del que hacen extenso uso político. Mi madre no es judía, entonces mis muertos en el holocausto y la guerra que luchó mi padre devienen invisibles; eso es lo mismo que sucede en Palestina: un proceso de invisibilización de aquello que no encaja en la normativa histórica. El poema está escrito en español, pero los versos son persas y hebreos por sus imágenes y recursos. Por ejemplo, en persa “leche” y “león” son šīr, así que juego con ambas palabras, que tienen una carga simbólica fuerte. Mi utilización de motivos multiculturales es una cuestión de perderse en la traducción, aunque el texto no sea propiamente una traducción, cuestiono: ¿acaso nos pertenece la lengua o su respectiva cultura? Traducir va más allá de hablar otro idioma; está relacionado con hacer uso de sus herramientas, apropiarse de ellas, por eso mi propia poesía es, de una manera, traducción.

El segundo poema habla sobre un poeta persa, Attar, y en él hago uso de herramientas iraníes. Para mí, la poesía es una forma de identidad y mi objetivo aquí era poner en jaque al lector persa, a pesar de no existir propiamente un lector persa para el texto. Mi persa no es perfecto, está muy lejos de serlo, y cuando una amiga lo tradujo, el resultado fue una versión simplificada que se asemejaba más a un cuento. En mi texto había optado por no citar absolutamente nada, por lo que era un texto muy oscuro y con muchos neologismos que mi amiga optó por omitir porque carecen de sentido en términos literales y alguien que desconozca la gramática persa no podría comprenderlos. Con este ejercicio literario quería hacer visible el hecho de que las lenguas no nos pertenecen, aunque las hayamos hablado por veinte o treinta años o sea nuestra lengua materna.  Son objetos que podemos manipular, obtener, perder, cambiar e incluso sustituir. Lo importante no es conocer y hablar muchos idiomas, sino pensar qué podemos hacer con ellos.  Modificarlos, escribir en ellos, traducir de ellos, traducir a ellos. Creer que un traductor sólo puede traducir a su lengua materna es erróneo; las lenguas no tienen porqué ser un objeto solemne.

MH: Al decidir expresarte en otra lengua, te apropias de ella. Me llama la atención que para hacerlo no hayas escogido una lengua extranjera más común. ¿Tu elección tiene algo que ver con cuestionar la hegemonía cultural?

AM: Sí y es algo necesario, en especial en México. Necesitamos quitarnos el miedo y la admiración desmesurada a lo extranjero. En México hay mucha capacidad lingüística que necesita transferirse. Debemos abrir nuevos horizontes. Por ejemplo, hemos empezado a traducir literatura homosexual, pero sigue siendo literatura estadounidense, alemana o francesa, entonces la hegemonía cultural no varía lo suficiente y sigue silenciando a poblaciones enteras. Muchas veces me preguntan por qué no aprendo una lengua del territorio nacional. El problema es que son culturas más orales y carecen de la diversidad poética escrita que me agrada, pero sí me da mucha tristeza cuando veo que una lengua desaparece o cuando alguien en la calle deja de usarla cuando otra persona se le acerca. Ese miedo me parece atroz. Hay proyectos, como los del FONCA, que desean visibilizar las lenguas indígenas; sin embargo, una crítica que se le puede hacer a este tipo de proyectos es que imitan estilos literarios extranjeros y no fomentan el uso de estilos propiamente indígenas. Alguien podría decir lo mismo de la poesía de Sohrab o de muchos autores de India o de China, ya que tomaron estilos europeos y los aplicaron en sus lenguas, pero ese es un tema que da para otra conversación.