Come and sit and stay a while
You can relax, it’s me
Laying out and sipping chamomile

Resulta complejo describir el tono general de la atmósfera sonora de homeshake. Las influencias quedan por demás claras cuando escuchamos el registro de los vocales de la banda –al mundo aún le va a costar trabajo despegarse de Kevin Parker y su doctrina–. Fresh Air es la esperada propuesta que nos da Peter Sagar después de un par de meses de especulaciones y sencillos cuidadosamente liberados para elevar las expectativas. Fresh Air es una afirmación musical completa, que goza de un sonido complicado de aceptar al principio. Poco a poco, este va sorprende con facetas eclécticas y disonancias tonales que acaban por darle un color rítmico y amable, uno de éxito creativo, uno distinto.

Sagar continúa esta doctrina no narrativa musical que contrasta con su contexto anterior –como guitarrista del proyecto de Mac Demarco–. Creo que esta es una de las principales líneas que dormita, críptica, en la emisión de frases de bajo perfectamente sólidas; la ausencia de una sucesión de eventos que podamos interpretar tanto en las letras como en las líneas armónicas del álbum. Gozamos de algo muchísimo menos difuso que un collage que raye en el ambient, pero tampoco podemos darnos el lujo de aterrizar en la isla de los cuatro acordes y un ritmo constante y predecible. Se trata de un proyecto al que resulta complicado aprehender y acotar dentro de las coordenadas estrictas de lo que entendemos por géneros musicales.

La guitarra y el sintetizador subrayan un patetismo constante y latente, que se abraza de un flanger y una distorsión sobreexplotados que alejan a homeshake de los proyectos más comunes dentro de la escena; su propuesta es más desafinada, cándida y paciente.

homeshake está muy lejos de escribir música en una estructura armónica repetitiva, y tampoco se vale únicamente de una rítmica agradable para agradar al escucha. En el caso de Fresh Air, me parece que este juego peligroso al que tienen que apostar un sinnúmero de artistas, casi arroja al disco al campo de los proyectos perdidos del lo-fi y la estética soft soul del que muchas bandas no pueden salir: sus recursos intrumentales y rítmicos parecen confinados a una exploración estética limitada y si acaso poco original.

Ahora bien, me parece que la trayectoria de los músicos de homeshake resultó ser el salvavidas del proyecto. Acarreando esta veteranía por las líneas melódicas simples, y la experiencia experimentando con elementos musicales de los ochentas, la banda construye un collage original y fresco. Es el uso de elementos analógicos y parte de esta exploración de los instrumentos ochenteros, el que pudo darle un flotador en la tempestad a este disco. No trato con esto, de acusar a otras propuestas de solo centrarse en esta versión un poco resignada del mañana; más bien creo que homeshake trata de llenar algunos huecos armónicos en la música del siglo xxi con elementos de los que ciertamente adolecieron un par de álbumes en el contexto indie de los 2000 y que se han recuperado un poco con los proyectos de esta década. homeshake, en este contexto, está consciente de esta búsqueda de la variedad y creatividad en el plano armónico de la música y lo explota incesantemente a lo largo de sus 43 minutos.

En general, creo que relatar sobre la experiencia de escuchar un álbum resulta, la mayoría de las veces tan fútil como arrojar verborrea sobre un poema sin muchas armas para transmitir su estética. Me parece que el trabajo de homeshake no es una excepción a esta tesis. Esto pasa por la problemática que generan los cortes abruptos en la línea melódica y rítmica de sus primeras canciones que lo vuelven muy complicado de describir. La generación continua de una ironía melancólica es el sello. No es posible comenzar a desenvolverse cómodamente en las primeras líneas, antes de ser atajado y dislocado del río anterior. El overdrive cálido contribuye a esta adaptación previa al secuestro, que al principio, ofuscó mi trayecto a través de Fresh Air.

A pesar de estos pequeños elementos que, todos juntos, generarían algo equivalente a jugar con fuego en la música, homeshake logra conjugarlos de forma efectiva gracias a un recurso: las pentatónicas. Las líneas de bajo, a pesar de tener un juego a ratos disonante, mantienen al escucha en una constante de inocua fijación que lo hace quedarse presente sin divagar demasiado. Esta unión es clave para entender la dinámica de Fresh Air: primero se es arrojado con la disonancia y la voz aguda y distante, pero luego se es recuperado por la estructura pentafónica y la rítmica básica y amable. Luego, esta estructura tonal tan sencilla, resulta clave para el funcionamiento casi orgánico del disco.

Hay un argumento más que la banda esgrime: es la consciencia sobre la importancia del ritmo y el beat (y es que no hay otra manera de ponerlo), que vuelven a éste un proyecto exitoso. No hablamos, por supuesto, de un mundo donde una banda indie juega a hacer tropical house, o trap (cuyos experimentos, a menudo funcionan); hablamos de un mundo donde una banda se roba el recurso que debatiblemente, hace que una gran parte del EDM se venda como pan caliente. Posteriormente, le arroja un par de samplers de viento y un par de letras sobre pastillas y, de alguna forma, todo cuaja en un sonido que es tan ligero como una bolsa de infusión en una taza con agua caliente.

Esto arremete contra la experiencia que es escuchar a Mac Demarco –líder del proyecto al que Sagar pertenecía originalmente–, que es a veces muy complicado de escuchar y de apreciar. Esta clara influencia de Demarco en Sagar resultó mucho más pesada y determinante en los dos previos álbumes de homeshake. Esta exploración redimensiona a Sagar a un contexto más agradable, digerible. También violenta la falta de pasividad que me he encontrado en los álbumes rápidos del también apresurado 2016. Fresh Air, es un disco verdaderamente ecléctico, por donde se mire; tanto bajo un escrutinio armónico, como en uno melódico, lírico y comercial. Tengo la impresión de que significa parte de un movimiento que reconcilia (aunque nunca de forma íntegra), a este mercado frenético y recursivo de la música, y uno que pide a gritos, ir más despacio. Creo que este equilibrio, resultó concientizado de forma casi forzosa por Sagar, que después de pasar años en giras, ha dicho que lo que más desea es concentrarse en este proyecto, homeshake: enfocarse en componer y comunicar mejor su música. Fresh Air me parece una apuesta arriesgada que conjuga la melancolía y la soledad con música suave y alegre; que contrasta de forma constante a todos los elementos posibles de su música para aspirar y exhalar aire fresco.