Para Carla Felker

Coches, coches, coches, coches:
llegando.
Subí las escaleras grises del edificio gris
que contenía un mundo que no contenía ni un sueño:
abrí la puerta y, en lugar de luz, había un foco fluorescente
y unas 30 caras que hablaban el idioma de la nostalgia:
“Mari, ¿cómo ves que la Lupe se embarazó del Carlos?”.
Los tonos del esfuerzo son cada día más pálidos y más tediosos,
la potencia que se requiere para pedir del viento:
acaricia mi mejilla, dame un beso.
Entre menos sol,
menos se iluminarán estas rocas.
Y volteaba y un joven hacía severo intento
de aniquilar sus ojos con una falsa sonrisa
y una señora cansada que divulgaba su miseria
con una falsa sonrisa
y un viejo y una vieja intercambiando
la palabra “desesperación” por “jubilación”
con una sonrisa que creían verdadera.
Tan cerca y tantas falsas sonrisas.
“Sí, de lunes a viernes, de 2:30 a 6:30 p. m.”.
Perdiendo mi libertad, tal vez conozca más de cerca la belleza:
el concreto también es bello…
“Sí, M-I-L-L-E-R, con doble L”.
Aquí, entre tantas voces, no hay voz que se oiga,
¿será que sus deseos son olvido?
¿Será que no saben que su ruido es más silencioso que el silencio?
Extraño… ¿por qué tuve el coraje de callar los días?
Extraño las pláticas diarias, el sueño que no se cumplía
y que no se cumpliría:
era, pues, un sueño.
Extraño extrañar sabiendo que al menos una palabra:
YA
vendría.
Extraño, simplemente extraño.
“Aquí está su carta de aceptación. Ésta la tiene que entregar en su institución”.
Pero no estoy tan cansado: me callo, pero tengo idiomas.
Me guardo porque muchas veces hablé, pero tengo ruido.
“Verifique, de favor, si está correcta”.
“Tiene unas cuantas faltas de ortografía, señorita, aquí y aquí”.
“¿Le falta acento?”.
“No, señorita, ‘Educación’ lleva ‘e’ al principio; y ‘Paralelos’ no lleva ‘d’.
Se escribe ‘Visita’, no ‘Vista’, y ‘Alemán’, esa sí lleva acento en la segunda
‘A’”.
“Ah”.
Tal vez sí esté un poco cansado,
lo único que me cuesta y me duele es la esperanza.
Quisiera dejar de esperar
—¿o se dice “dejar de estar esperanzado?”—.
Esperanzo el viento, porque se me olvidó el sabor gris del lodo.
Pero esperanzar es transitivo y aquí todo es gris, incluso la intransigencia:
todos parecen saberse muertos, o lo ignoran o lo esconden.
Extraño las peleas sin cauce y con desemboque;
esas peleas tan estéticas entre dos perdidos, las extraño;
esas peleas que teníamos tan cómodos, porque conocíamos nuestras
furias y nuestros huecos
por lo que sabíamos cómo causarnos dolor,
las extraño.
“Ya está”.
Ya no quiero hablar. Que se corrija el mundo,
siempre quedarán sus errores.
¡Y qué suerte tiene esta mujer: sus errores son ortográficos!
Su finalidad es la ceguera
porque no conoce el olvido; porque disfruta de su torta de tamal
cada mañana;
porque chismea, y porque en el chisme alberga, he concluido, la eternidad
de la miseria que jamás conocerá:
Dirá: “Me siento mal”,
pero no sabe que sabe que conoce ya la muerte en su silencio.
“Hasta luego, muchas gracias”.