0. Introducción

Para los fines de este ensayo, el texto “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” (pchf), escrito por Sigmund Freud entre 1919 y principios de 1920, no será leído como el estudio sobre una innombrada mujer homosexual, a la cual su padre obligó a analizarse con el polémico neurólogo vienés después de que ella intentara suicidarse. No será considerado tampoco desde la perspectiva de que, dado que los padres de la muchacha hicieron la demanda de cura al analista, ellos debieran ser tomados por los verdaderos destinatarios del tratamiento. Más bien, se explorará el texto original y, a partir de un diálogo con él, tomando en cuenta el contexto histórico en que se generó, se planteará una serie de problemas y especulaciones sobre el corte (schnitt) —o desgarramiento (riss)— del proceso psicoanalítico que en él se relata.

Aquí, el objeto de estudio, si se quiere, será el discurso de Freud, enunciador original de la cadena significante que constituye el texto de pchf. Para aproximarse a él, se intentará un ejercicio de lo que Jacques Lacan denominó lingüistería / lingü(h)isteria. Explica Bernard Levy que, mientras la ciencia intenta encontrar un saber en la realidad, para este psicoanalista francés era más importante encontrar “lo real que se despliega en el saber”.1 Así, podemos entender el psicoanálisis no como una ciencia o teoría, sino como una praxis metacientífica, ocupada fundamentalmente en indicar cambios en el tipo de discurso y el vínculo de estos con los registros complementarios de lo real, lo imaginario y lo simbólico.

¿Y a qué atiende el analista? Escribe Lacan que a “todo lo que, de la definición del lenguaje, se desprende en cuanto a la fundación del sujeto”.2 En otras palabras, mientras que la lingüística de Saussure y Jakobson pretende ser ciencia del lenguaje, la lingü(h)isteria más bien se enfoca en estudiar aquellas formaciones del inconsciente en las que la lengua manifiesta lo reprimido: el chiste, los actos fallidos (lapsus), los sueños y todo tipo de material provisto por el síntoma o el método de asociación utilizado durante el análisis.

Aunque la lingüistería fue denominada marginalmente por Lacan, se le debe a Freud el haberla vislumbrado y comenzado su desarrollo. Gracias a ambos, el psicoanálisis inauguró una forma de mirar el habla distinta a la del filólogo, el retórico o el científico del lenguaje. Para el lingüistero, la pregunta sobre el discurso que le inquieta más que cualquier otra (y de la que no se ocupa el lingüista) es: ¿Cómo se manifiesta el inconsciente en el habla de la persona, del yo consciente? Por tanto, para este ensayo, se responderá a lo siguiente: ¿Cómo se expresa el inconsciente de Freud en su escritura del caso de la muchacha homosexual?, ¿cómo está implicado el médico en ese tratamiento? y ¿cómo se expresa en las palabras de quien intenta curar a otro su propio dolor?

 

1. Viajar (reisen)

Escribió Freud en pchf que, para metaforizar la cura psicoanalítica, “puede trazarse la comparación con dos tramos (abschnitten) correlativos de un viaje (reise). El primero comprende todos los preparativos necesarios, tan complicados hoy y tan difíciles de cumplir, hasta que por fin se abandona la carta de viaje, y uno pone el pie en el andén y consigue su lugar en el vagón. Ahora tiene el derecho y la posibilidad de viajar (reisen) hasta ese lejano país, pero tras todos esos trabajos previos no se está todavía ahí, ni en verdad se ha avanzado un solo kilómetro hacia la meta. Aún es preciso hacer el viaje (reise) mismo de una estación a la otra, y esta parte del viaje (reise) es bien comparable con la segunda fase”.3 Queda claro, a partir de lo anterior, que Freud visualiza el psicoanálisis como algo similar a un tipo particular de desplazamiento, uno que incluye estaciones (stationen), tramos (abschnitt) y vagones (wagen); es decir, como un viaje en tren.

Freud compara la cura con un viaje (reise) en tren (bahn) que, en este caso, termina con un corte (schnitt). El tren, a diferencia de otros tipos de traslado, tiene la característica de que su dinámica está limitada y su geografía predeterminada por un sistema de vías, estaciones, señales, tramos definidos (abschnitte) y desmontes (einschnitte), calculados para suavizar los accidentes del terreno. Si seguimos esta alegoría, la cura psicoanalítica, en el caso de la muchacha homosexual, no se consuma, porque antes de concluirse la primera fase descrita por Freud, este decide el corte (abschnitt) del análisis.4 Ella, que no solicitó ninguna terapia y le parece al médico alguien poco confiable, no se ganó el derecho (recht) de reubicarse en el lejano país (das ferne land) con ayuda de este. Se concluye que, para Freud, el método —el camino— se muestra en una alegoría que no lo representa como un viaje libre y espontáneo, sino como una ruta guiada por un amo, quien es capaz de otorgar (o no) un derecho. Y, como sucede con toda concatenación apegada a una trayectoria rígida y unilateral, es susceptible de un descarrilamiento, de un desgarre (reisse) del viaje (reise) hacia la tierra prometida de la cura psicoanalítica.

 

2. Desgarrarse (reissen)

El texto original revela que Freud describe el intento de suicidio de la muchacha en cuatro etapas:5 1) el padre de la muchacha homosexual la encuentra en la calle, acompañada de la cocota; 2) el padre las mira con furia, mientras pasa de largo; 3) ella se suelta con violencia —se arrebata— de algo o alguien (riβ sich los) y 4) se lanza por el muro del desmonte (einschnitt) del tren metropolitano (stadtbahn).6 Es notable que esta serie crucial de movimientos de la muchacha sean caracterizados con un ambiguo “soltarse con violencia” (riβ), cuya sustantivación se traduce como rasgadura (riss). Para Freud, existe en la muchacha homosexual un desgarramiento previo a la caída, la cual parece ser una reacción a la serie de actos del padre: encontrar a la muchacha, mirarla y pasar de largo. Y el lugar, que pretende servir también de medio para el suicidio, es el desmonte (einschnitt)7 del tren metropolitano (stadtbahn), palabra que incorpora el morfema schnitt (corte).

Dado que Freud está relatando el intento de suicidio como un hecho del pasado, naturalmente usa riβ,la forma pretérita del verbo reissen (soltarse con violencia) para expresar su versión del suceso. Así, por homofonía, Freud está encadenando el soltarse violentamente de la muchacha (riβ sich los) con un desgarramiento (riss), pero también con el verbo reisen, que se traduce como viajar.8

Es muy probable que Freud no fuera consciente de que la cadena establece una relación entre el momento previo al intento de suicidio y el viaje de la terapia. Al plantear un nexo metafórico entre la cura psicoanalítica y el viaje (reise / reisen), Freud despliega un aparente contrasentido que no le permite proseguir con el análisis y que lo descarrila. La contradicción se expresa así: gracias a la terapia, uno puede viajar (reisen) hacia la cura, pero ese desplazamiento implica, simultáneamente, un desgarrarse (reissen) y que el traslado se interrumpa, haciendo imposible la llegada. ¿O será, más bien, que la cura psicoanalítica implica un desgarramiento?

Como le sucedió a la muchacha homosexual, Freud llegó al punto en el que avanzar solo podía resolverse muriendo. Si la muchacha buscaba zanjar su conflicto con el cuerpo, Freud afrontó su incapacidad de representar lo real, cayendo por el desmonte de un acto trunco: el análisis abortado. El desgarre más evidente en el proceder de Freud es que no logró conciliar dos partes fundamentales de su actuación: por un lado, convencer(se) de su símil, en el cual un proceso de cura psicoanalítica es equiparable con un viaje guiado por otro y, sin considerar la contradicción, culpar del descarrilamiento del análisis, desde una posición efectiva de amo, a quien, como es el caso de la muchacha, ni siquiera buscaba una cura.

 

3. Trenes significantes

Es el 25 de enero de 1920, durante los días en que Freud está concluyendo la redacción de pchf y Más allá del principio del placer, que fortuitamente muere en Hamburgo, víctima de la fiebre española, Sofie, su hija preferida. Dos días después del hecho, en una carta dirigida a Oskar Pfister, describe la experiencia: “Recibimos las noticias de que nuestra querida Sofie nos fue arrebatada9 por la influenza […]. Estuvimos preocupados por ella durante días, pero aún con esperanza. Desde la distancia es tan difícil de juzgar. La distancia aún permanece. No pudimos, como deseábamos, ir a atenderla cuando llegaron las primeras noticias alarmantes, porque no había trenes, ni siquiera trenes para los niños. La flagrante brutalidad de nuestro tiempo nos pesa profundamente”.10 Lo que en este fragmento queda expresado y ligado es, por un lado, el deseo de Freud —“ir a atenderla”—, así como el material a reprimir —la impotencia del padre ante la hija que le fue arrebatada por la muerte— y, también, la imagen que desplaza el material reprimido: el tren que, ante la arrasadora enfermedad terminal, existe solo como el representante de la ausencia de cura y de la impotencia del padre ante la enfermedad y muerte de su hija.

Ante la pérdida de la hija, el padre-analista, el analista-amo, cedió su posición y su palabra.11 Y no es raro que irrumpa la acción impulsiva precisamente ahí donde falta la mediación de lo verbal. En pchf, Freud ni siquiera parece capaz de expresar claramente de qué se “separa con violencia” la muchacha homosexual. No distingue si es de su objeto de amor —la cocota— o de la mirada furiosa del padre —de la que es sujeto—. Tampoco logró formular de manera clara por qué la muchacha le mentía. Justificó su decisión de cortar el análisis por la advertencia de “alguna impresión silenciosa”, como él mismo la describe. Y esta impresión se dio después de que la muchacha le relatara una “serie” —un tren— de sueños, aparentemente encaminados hacia una cura de su homosexualidad, la cual en realidad ella nunca solicitó y en la que Freud no creía siquiera.12

Al intentar figurar la cura psicoanalítica,13 Freud afrontó la repetición de una realidad inasimilable, frustrado, en parte, por la violenta finitud de la vida. Dejándolo sin palabras, la muerte y los afectos del duelo lo obligaron a pasar al acto. Su incapacidad de sustituir lo real y registrarlo con una metáfora, lo presionó para tramitar el desplazamiento de su afecto hacia un acto fallido: la racionalización del desgarrarse (reissen) del viaje terapéutico (reise), bajo la narrativa engañosa de que la deficiencia es de ese otro, sin nombre, que no se dejó objetivar y poner en posición de analizado.

 

4. Fort-da: hacer desaparecer

A veces, la negación de un nombre propio puede verse como afirmación de la categoría a la que pertenece el individuo. La muchacha homosexual era hija, pues fue por demanda de su padre que esta ingresó al tratamiento. Reconocerle esa posición, a la vez que se le niega un nombre, como Freud hace a lo largo de su escrito, es parte de la elaboración de su propio duelo. En una especie de fort-da póstumo, asociado a la muerte de Sofie, despoja a la muchacha homosexual —imagen sustituta de la hija que, al morir súbitamente, lo dejó— de un nombre con el cual llamarla; la priva, como si fuese una venganza contra el objeto ausente, de un significante.14 Si no está su nombre, la hija no está del todo por voluntad del padre. Así, este ser desgarrado puede volver a colocarse como sujeto ante una situación que lo rebasó. Si la hija sucumbió, hay un motivo para el juego del instinto de muerte: intentar recuperar la posición del padre frente a lo real, cuya irrupción inesperada y devastadora cortó la cadena, evitando así la posibilidad de simbolizar.

 

5. La insistencia de la letra y el retorno de lo real

Solamente entre 1919 y comienzos de 1920, el fundador del psicoanálisis vivió el final de la Gran Guerra, el suicidio de su rival Viktor Tausk, la muerte de su amigo y mecenas Anton von Freund —finado el 20 de enero de 1920— y la pérdida de su hija. Así que, más allá de teorías, este experimentaba en carne propia el flagelo de fallecimientos que no se le anunciaron y que eclipsaron su posición de psicoanalista-padre-amo y agente social de la cura psicoanalítica. Difícilmente podría negarse que esta presencia real de la muerte contribuyera significativamente a que Freud llevase al límite los axiomas de su pensamiento y de su propuesta terapéutica. Por ello, tanto pchf como Más allá del principio del placer pueden considerarse también como notables muestras documentales de la vida de alguien que, una y otra vez, volvió a su palabra para intentar curar(se).

Para Lacan, “la repetición es fundamentalmente insistencia de una palabra”.15 Sin embargo, distingue “la insistencia de los signos, a que nos somete el principio del placer” (automaton) de la reiteración provocada por una compulsión por lograr un imposible “encuentro con lo real” (tyche).16 Ante lo real del trauma, la compulsión de repetir surge, porque hay algo inasimilable a la cadena significante. Desde esta perspectiva y visto en su contexto, pchf parece estar atravesado y desgarrado por un afecto doliente de su autor.

¿Cómo se desplaza, entonces, lo real en el saber de Freud? En pchf es notable la frecuente aparición de los significantes vinculados al viaje (reise), al desgarramiento (riss) y al corte (schnitt). La repetición de ese desgarrarse y la presencia del par reise / reissen parecen puntear la herida del padre, en un intento de ligar la energía liberada en el golpe. El trauma de la muerte, experimentado como un encuentro con lo inefable, puso a prueba la capacidad de Freud de concebir una metáfora viva para la cura psicoanalítica, amenazada también por la falta de solvencia conceptual, necesaria para integrar satisfactoriamente a su lista de fenómenos más o menos explicables las realidades de la guerra, las pesadillas y esas compulsiones reiterativas a las que Lacan posteriormente describiría como gozantes, para distinguirlas de la mera búsqueda de satisfacción y placer.

Siguiendo a Etcheverry, Freud concluyó la redacción de pchf en enero de 1920 y lo publicó en marzo de ese mismo año, solamente unos pocos meses antes de entregarle al mundo Más allá del principio del placer.17 En ese libro, lleno de rigurosas y fértiles imprecisiones, Freud desarrolló sus críticas a sus concepciones previas de instintos y pulsiones, a la vez que propuso una segunda tópica18 y amplió aspectos económicos y dinámicos de su metapsicología. Entonces, se sabe que, mientras redactaba pchf, el psicoanalista también intentaba explicarse la muerte y su relación con la vida, el organismo y la psique humanas en términos más generales. Se enfrentó, con ayuda de su imaginación y su palabra, a lo que no podía representar. Y se encontró, en las tragedias de su propia vida, con algo real e inmediato que trascendió su capacidad simbólica e interpretativa.19 Esto quedó evidenciado en su problemática metáfora del psicoanálisis como viaje que cura, a la vez que desgarra.

Para entender mejor esta paradoja, sirve recordar que Freud observó en la práctica clínica una faceta conservadora de la pujanza humana; se trataba de una que exigía regresar a un estadio anterior, diferente al del equilibrio al que aspira volver el organismo cuando demanda satisfacción. Es el estadio de lo inorgánico y, al ser el goce por el retorno a lo inorgánico su aparente naturaleza, Freud concluyó que su denominación debía ser la de la muerte, porque esta justamente representa la vuelta a lo elemental. Nombrando la pujanza (o pulsión) de muerte, opuesta al eros, el médico vienés intentó organizar y dar sentido a esas manifestaciones irracionales que, por encontrarse más allá del principio y la lógica utilitaria del placer, parecían escapársele. Escribe Alan Bourassa que, a partir de la publicación de su libro, “para Freud, la muerte ya no es simplemente aquello que se opone a la vida o intenta devolver la vida a sus orígenes en la materia inorgánica. La pulsión de muerte se vuelve una explicación para aquellos procesos errantes que no parecen acomodarse ni en el inconsciente ni en el consciente-preconsciente”.20 Más allá del principio del placer es, entonces, la crisis de una tópica —una forma de representar los procesos psíquicos— y, por lo tanto, de la capacidad imaginativa y simbolizadora de Freud. Es, entre tantas cosas, un intento de elucidar la lógica que subyace a actos y expresiones que pueden considerarse, de inicio y solamente en apariencia, como irracionales, arbitrarios y carentes de sentido.


1 Bernard Levy, “Semblante, objeto A y goce”. Ponencia, 23 de octubre de 2016. Disponible en <https://youtu.be/q55brf9Gtt4?t=58>. [Consulta: 20 de febrero, 2019].

2 Jacques Lacan, “A Jakobson”, en El seminario. 20: Aun. Barcelona, Paidós, 2014, p. 24.

3 Sigmund Freud, “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en Obras completas, vol. 18. Trad. de José L. Etcheverry. Buenos Aires, Amorrortu, 1992, pp. 139-140.

4 Freud usa abschnitt para connotar un tramo o sección. Sin embargo, el significante también tiene la acepción de corte. Como sucede con la palabra sección, esta no solamente se refiere al área seccionada, sino que se asocia también, en su forma de verbo, con el acto de seccionar o separar. Se relaciona, en este texto, con el desmonte del tren o einschnitt, palabra que también se puede traducir como incisión.

5 Mi traducción: “Un día ocurrió aquello que, dadas las circunstancias, tenía que suceder: que el padre se encontró a su hija en la calle, acompañada por la famosa dama. Con una mirada furiosa, que no anunciaba nada bueno, las pasó de largo. Inmediatamente después, la muchacha se soltó con violencia y se lanzó por el muro del cercano desmonte del tren metropolitano”.

6 Freud usa stadtbahn para referirse al tren metropolitano. Esta palabra se compone de stadt (ciudad) y bahn (tren).

7 El desmonte (einschnitt) es un término de la ingeniería civil y se refiere a una técnica de construcción, la cual consiste en nivelar la rasante del terreno. Así, si la vía del tren requiere pasar por lugares muy empinados y escabrosos, el terreno elevado se atraviesa con un canal —una incisión— que lo aplana para que puedan pasar vehículos. La muchacha homosexual intenta matarse tirándose de la parte superior del muro que contiene uno de esos desmontes.

8 Se genera, entonces, la siguiente relación: Por sustantivación y homofonía: riβ (desgarró) ßà riss (sustantivo que significa desgarramiento, clivaje, escisión, grieta, corte) y, por relación de infinitivo y de homofonía: riβ (desgarró) ßà reissen (infinitivo de riβ: desgarrar) ßà reisen (viajar, homófono de reissen).

9 Donde hay arrebato, algo se suelta con violencia (reissen). Se le arrebata la hija al padre.

10 Oskar Pfister y S. Freud, Psychoanalysis and Faith. Nueva York, Basic Books, 1963, pp. 74-75.

11 Para Freud, la disrupción en la relación entre analista y analizada es, en el caso de la muchacha homosexual, directamente consecuencia de la transferencia que el analista supone que la muchacha hace sobre él. La terapia no puede funcionar porque la muchacha quiere engañar al analista como lo ha hecho con su propio padre. Todo este posicionamiento se da desde Freud, quien interpreta lo que la muchacha hace y le dice.

12 Una de las peculiaridades de este caso clínico de Freud es que él aceptó hacer el análisis de la muchacha a petición del padre, sin que aquel considerara que la homosexualidad fuese una enfermedad o algo que necesitara corregirse.

13 Metaforizar la cura psicoanalítica es parte del esfuerzo mayor que, por aquellos años, Freud llevaba a cabo. Se preocupaba por integrar datos de la realidad que contradecían su idea inicial del principio del placer. Si la Interpretación de los sueños marca el inicio del psicoanálisis, en Más allá del principio del placer, Freud intenta dar respuesta a realidades que no quedan explicadas en su teoría original. Entre ellas, los sueños recurrentes que no realizan deseos, pero atormentan (psicosis de guerra); los juegos infantiles que reiteran situaciones angustiantes (fort-da) y las compulsiones a repetir aquello que no produce placer o que incluso genera displacer.

14 Una de las hipótesis de Freud sobre el fortda es que entraña una venganza del niño contra el objeto que genera angustia con su ausencia. Esta venganza sirve para recolocar a la persona como sujeto activo ante la amenaza. Por tanto, el fort-da debe entenderse como un juego de dominio, ante lo que realmente no puede ser dominado: lo real-imposible.

15 J. Lacan, “Conferencia: Freud en el siglo”, en El seminario. 3: Del significante y el significado. Barcelona, Paidós, 2012, p. 349.

16 J. Lacan, “Tyche y automaton”, en El seminario. 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona, Paidós, 2010, p. 62.

17 Vid. S. Freud, op. cit., p. 139.

18 Se refiere a la forma de representar en el psicoanálisis las instancias o lugares en los que se dan los procesos de la psique.

19 Vorstellungsrepräsentanz

20 Alan Bourassa, “Blanchot and Freud: The Step/Not beyond the Pleasure Principle”, en SubStance. Baltimore, The Johns Hopkins University Press, mayo, 1995, vol. 24, núm. 3, pp. 105-120.